En el corazón de la actual Alsacia, un grupo de arqueólogos ha desenterrado uno de los episodios más inquietantes y reveladores del Neolítico europeo: una escena de violencia organizada y ritualizada, ejecutada con precisión macabra por comunidades locales contra sus enemigos capturados. Los restos, datados entre 4300 y 4150 a.C., muestran evidencias de tortura, mutilación y una forma primitiva pero clara de “celebración de la victoria” que parece más cercana a las prácticas de sociedades jerárquicas del mundo antiguo que a las comunidades neolíticas generalmente entendidas como igualitarias.
Un hallazgo que sacude la imagen del Neolítico
Durante décadas, la visión dominante del Neolítico europeo ha sido la de sociedades agrícolas relativamente pacíficas, con conflictos puntuales entre comunidades, pero lejos de las guerras organizadas y la brutalidad ritualizada que caracterizarían a civilizaciones posteriores. Sin embargo, las investigaciones recientes en dos yacimientos franceses —Achenheim y Bergheim, en el noreste del país— están desmontando esa narrativa.
En estos asentamientos, arqueólogos encontraron dos fosas circulares repletas de restos humanos. En algunos casos, los esqueletos estaban casi completos, pero mostraban signos inequívocos de violencia perimortem: fracturas graves, golpes contundentes en cráneos y huesos largos, y en ciertos casos, amputaciones precisas del brazo izquierdo. En otros, los investigadores hallaron únicamente segmentos anatómicos, especialmente brazos izquierdos completos, cortados con intención y depositados de forma separada. El patrón se repite: violencia sistemática, escenificada, y probablemente ejecutada en público.
Lo más perturbador es que estos restos no corresponden a individuos locales. A través de un estudio isotópico pionero publicado en la revista Science Advances el 20 de agosto de 2025, un equipo internacional de investigadores ha demostrado que las víctimas eran forasteros. Las firmas químicas en sus huesos y dientes indican que crecieron y vivieron en regiones distintas, posiblemente más al norte, en torno al área del actual París. Sus dietas, su movilidad y sus primeros años de vida revelan modos de vida distintos a los de los habitantes de Alsacia en esa época. Todo apunta a que fueron enemigos capturados tras una incursión fallida o una guerra, y que fueron llevados vivos al poblado para ser ejecutados como trofeos.
La escena del crimen: los pozos del horror
En el caso de Achenheim, la fosa 124 albergaba restos de al menos ocho personas. En Bergheim, la fosa 157 contenía al menos once cuerpos y siete brazos izquierdos amputados. No se trató de simples enterramientos ni de una fosa común tras un conflicto. Los cuerpos fueron depositados de forma caótica, muchos en contacto directo con los brazos cercenados, y algunos muestran signos que sugieren exposición previa a la intemperie. Este detalle es clave: podría indicar que los cuerpos o los brazos fueron preservados temporalmente como trofeos, quizá exhibidos públicamente antes de ser finalmente enterrados.
Un ejemplo singular es el de un individuo hallado en Bergheim, un varón adulto cuyo cuerpo presenta signos extremos de violencia: traumatismos múltiples en la cabeza, clavícula rota, costillas fracturadas y la ausencia del antebrazo izquierdo. Fue encontrado justo sobre los brazos cercenados, lo que sugiere una conexión simbólica entre él y los trofeos.
La hipótesis más probable, según los autores del estudio, es que estos rituales se enmarcaban dentro de celebraciones comunitarias de victoria: ceremonias de castigo público, escenificaciones de poder, de unión del grupo vencedor y de humillación del enemigo derrotado. Un teatro sangriento de la victoria, en el que la violencia no solo cumplía una función punitiva, sino también simbólica.

El papel de la infancia y la movilidad
Uno de los aportes más novedosos del estudio ha sido el análisis de los dientes de las víctimas, en particular los molares, que conservan registros químicos de la infancia. Gracias a ello, los científicos pudieron reconstruir sus biografías desde la lactancia hasta los primeros años de vida. Se descubrió, por ejemplo, que los individuos considerados “víctimas” mostraban patrones más variables en los isótopos de carbono, nitrógeno y azufre, lo que sugiere episodios de estrés nutricional, movilidad geográfica y cambios en la dieta. También, presentaban mayores diferencias entre los dientes formados en etapas distintas, lo que puede indicar que se trasladaban de un lugar a otro durante su niñez.
En contraste, los no víctimas —individuos enterrados de forma convencional en fosas individuales o colectivas, sin signos de violencia— presentaban perfiles isotópicos mucho más estables, coherentes con una vida sedentaria y con acceso regular a los mismos alimentos y fuentes de agua.
Este contraste refuerza la hipótesis de que los muertos en las fosas violentas no eran miembros de la comunidad local, sino individuos ajenos, posiblemente parte de grupos invasores o enemigos capturados durante enfrentamientos bélicos.
Una guerra antigua en tiempos de cambio
El contexto temporal del hallazgo —entre 4300 y 4150 a.C.— coincide con una fase de gran inestabilidad en Europa central. Arqueólogos e historiadores vienen identificando esta etapa como un periodo de crisis climática, presiones migratorias y conflictos recurrentes. En el valle del Rin Superior, donde se ubican Achenheim y Bergheim, hubo una sustitución cultural rápida: las tradiciones locales de Bruebach-Oberbergen fueron desplazadas por las de los grupos conocidos como Bischheim Occidental, provenientes del oeste, probablemente del área de París. Estos cambios podrían haber provocado fricciones violentas entre los grupos, llevando a guerras de conquista o resistencia armada.
Lo llamativo de este caso no es solo la violencia, sino su dimensión ritualizada. Aunque en otras regiones de Europa se han documentado masacres neolíticas, como las de Talheim o Halberstadt en Alemania, pocas muestran signos tan claros de tortura previa, mutilación simbólica y teatralización del castigo.
En el Neolítico europeo, donde las sociedades aún no estaban plenamente jerarquizadas ni organizadas en estados, este tipo de prácticas eran consideradas muy raras. El hallazgo en Alsacia sugiere que algunos grupos neolíticos pudieron haber desarrollado formas embrionarias de guerra organizada, ceremonias públicas de triunfo y una narrativa simbólica de la victoria similar a la de sociedades mucho más tardías.
¿Una historia de venganza?
Aunque el estudio no puede determinar las motivaciones precisas, los indicios de tortura, mutilación y exposición pública apuntan a una carga emocional importante en los eventos. No se trataría solo de neutralizar al enemigo, sino de castigarlo, humillarlo y mostrar a la comunidad —y quizás a los dioses— que la ofensa había sido vengada.
Los brazos cercenados, siempre el izquierdo, parecen haber tenido un valor especial. En muchas culturas, el brazo con el que se empuña el arma tiene un peso simbólico evidente. Cortarlo y conservarlo puede interpretarse como una forma de despojar al enemigo de su poder incluso más allá de la muerte.
Un ritual que desafía las cronologías
Lo que hace único este hallazgo no es solo su brutalidad, sino lo que revela sobre la mentalidad y la organización social del Neolítico. Las celebraciones rituales de la victoria, el uso simbólico de los cadáveres y la teatralización del castigo en el centro de los asentamientos sugieren una complejidad social mayor de la que se había asumido para estos grupos.
Este episodio, escondido durante más de seis milenios bajo la tierra alsaciana, reescribe parte de lo que sabíamos sobre la violencia prehistórica. No fue una violencia impulsiva ni ciega, sino cuidadosamente orquestada para comunicar poder, restaurar honor y cohesionar al grupo vencedor. Una ventana, cruda y fascinante, al lado oscuro de nuestras sociedades ancestrales.
Referencias
- Fernández-Crespo, T., Snoeck, C., Ordoño, J., Lefranc, P., Perrin, B., Chenal, F., Barrand-Emam, H., Schulting, R. J., & Goude, G. (2025). Multi-isotope biographies and identities of victims of martial victory celebrations in Neolithic Europe. Science Advances, 11, eadv3162. https://doi.org/10.1126/sciadv.adv3162.