La arqueología es una disciplina que bascula entre la precisión casi matemática y el mayor de los azares. Así, no resulta inusual que, detrás de los hallazgos más revolucionarios, se encuentre la fortuna unida a la casualidad. Tal es el caso de uno de los descubrimientos más impactantes que se ha producido en España en las últimas décadas. Se trata del pecio de Bou Ferrer, uno de los descubrimientos más espectaculares de la arqueología subacuática en España. Datado en el siglo I d. C. y situado en las aguas de la costa de Villajoyosa, a apenas un kilómetro de la orilla y a 25 metros de profundidad, yace este barco romano de grandes dimensiones que nos permite conocer los pomernores de las rutas comerciales del Imperio romano en su época de mayor esplendor.
El hallazgo fortuito de un gigante romano
El descubrimiento del pecio Bou Ferrer se produjo de manera accidental. A finales de 1999, durante una jornada de buceo, los profesionales del mar Antoine Ferrer y Pepe Bou toparon con un túmulo de ánforas de dos metros de altura. En un primer momento, creyeron que se trataba de una barca hundida cerca del puerto, pero tras varias inmersiones y gracias a una cámara analógica Nikonos V, capturaron imágenes que daban cuenta de un hallazgo mucho más importante.
Dada la inexistencia de GPS en aquel entonces, se hizo necesario valerse de enfilaciones visuales para volver al lugar. La localización del pecio se mantuvo en secreto hasta que ambos descubridores contactaron con Antonio Espinosa, director del Museo Municipal de Villajoyosa, quien reconoció la trascendencia del hallazgo. En un gesto inusual, decidieron informar a las autoridades, y no a otros buceadores, para asegurarse de proteger el yacimiento.

De secreto bien guardado a yacimiento protegido
El 25 de febrero de 2000, Espinosa redactó un informe dirigido al concejal de Cultura que advertía sobre el excepcional estado de conservación del pecio, así como el riesgo de expolio al que se exponía por su baja profundidad. La propuesta de bautizar el yacimiento con los apellidos de sus descubridores fue bien recibida, y así nació, de forma oficial, el nombre de "Bou Ferrer". El 5 de marzo del mismo año, se hizo la petición formal de inspección y protección a la Conselleria de Cultura.
Ese mismo año se realizó la primera inmersión de reconocimiento, encabezada por los arqueólogos Carlos de Juan y Gustau Vivar. Se confirmaba así que el Bou Ferrer era uno de los mayores barcos romanos jamás hallados en el Mediterráneo occidental, tanto por sus dimensiones como por su excelente conservación.

Un enclave geográfico sin precedentes
El pecio se encuentra frente a la antigua ciudad romana de Allon, en la actual Villajoyosa, en una zona marítima al sur del cabo de la Nao. Este punto geográfico representaba un nodo limítrofe entre las zonas de influencia de los grandes puertos romanos de Tarraco y Carthago Nova. Con todo, la posición del Bou Ferrer resulta desconcertante: no parece encajar en el recorrido de las rutas comerciales habituales de grandes naves, que solían seguir trayectos más directos entre Gades (Cádiz) y Roma.
Todo sugiere que el navío pudo haber sufrido algún tipo de dificultad en su travesía. Forzado por las circunstancia a desviarse hacia la costa, seguramente quedó atrapado cerca de Villajoyosa. Este hecho explicaría la insólita presencia de una nave de tal envergadura en una zona que, en principio, quedaba fuera de las rutas principales.
Del expolio a la protección científica
A pesar del intento inicial de proteger el hallazgo, en 2001 el pecio sufrió un saqueo que terminó con la detención y condena de los responsables. Este incidente motivó la instalación de sistemas de protección por parte de la Dirección General de Patrimonio Cultural de la Generalitat Valenciana.
A partir de 2006, dieron inicio las campañas arqueológicas sistemáticas. En 2007, se excavó una superficie de unos 100 m² en la que se recuperaron una serie de ánforas dipuestas en tres niveles intactos, junto con lingotes de plomo colocados sobre tablas de la bodega. Entre 2008 y 2011, sin intervenciones directas, los investigadores aprovecharon para analizar los datos y refinar las hipótesis.

Ánforas, plomo imperial y una fecha precisa
El análisis tipológico permitió clasificar las ánforas dentro del grupo Dressel 7-11, con variantes BF1 a BF4, que se vinculan con los talleres de Villanueva de Puerto Real, en la bahía de Cádiz. Esto permitió tanto una datación inicial del cargamento hacia el año 60 d. C. como su salida desde la provincia de la Bética.
En 2012, se recuperaron cuatro lingotes de plomo que pesaban en torno a 70 kg cada uno, los más grandes del siglo I conocidos hasta la fecha. Las inscripciones IMP GER y AVG (Imperator Germanicus Augustus) confirmaban la propiedad imperial del cargamento. El análisis isotópico de los lingotes confirmó, además, que procedían de las minas de Sierra Morena.
Ya en la campaña de excavación de 2017, el hallazgo de dos monedas de Nerón y un sello con la inscripción "Nero Caesar" en uno de los lingotes permitió precisar la fecha del naufragio. La nave se hundió en las aguas entre los años 66 y 68 d. C., bajo el gobierno de Nerón.

Excavaciones y participación social
Entre 2013 y 2019, el proyecto arqueológico dio un salto cualitativo con la incorporación en el proyecto de instituciones como la Universidad de Alicante, Vilamuseu y el Centre d’Arqueologia Subaquàtica de Catalunya. Se abrió una trinchera de excavación transversal de hasta 6x22 metros que permitió documentar y estudiar las maderas, las ánforas y los sarmientos de vid utilizados como embalaje. Todo ello mostraba un asombroso estado de conservación.
Una de las iniciativas más innovadoras fue el programa piloto de visitas guiadas para buceadores recreativos, una estrategia de divulgación que permitió combinar investigación y participación ciudadana. Esta experiencia fue pionera en España y contribuyó a crear conciencia sobre la necesidad de proteger el patrimonio subacuático. Además, entre 2017 y 2019 se excavó un nuevo sector al norte de la bodega, donde se hallaron restos de despensas, vajilla de cocina y émbolos de madera de la bomba de achique.
Un tesoro histórico del pasado
El pecio de Bou Ferrer constituye un tesoro arqueológico sin igual en las aguas del Mediterráneo occidental, no solo por la riqueza y estado de conservación de sus restos, sino también por su valor científico e histórico. Este navío romano, que transportaba bienes imperiales desde la península hasta la capital imperial, ha recuperado una segunda vida como testigo privilegiado del comercio, la navegación y la logística del Imperio romano. La suya es una historia de naufragio, pero también de recuperación de un pasado común.
Referencias
- de Juan Fuertes, C., F. Cibecchini, F., A. E. Ruiz y J. A. M. Montoya, J. A. M. 2021. El pecio Bou Ferrer (Villajoyosa, Comunidad Valenciana, España). Investigación, conservación y divulgación de un yacimiento subacuático excepcional (2012-2019). Generalidad Valenciana = Generalitat Valenciana.