Los quipus incas siempre han fascinado por su carácter enigmático, tanto que los astrónomos usaron la palabra para nombrar una superestructura cósmica. Aquellos cordones con nudos, más que simples registros, eran sistemas de comunicación que guardaban la memoria de un imperio. Se han descrito como “bibliotecas anudadas” capaces de almacenar información numérica, censos y tributos. Lo que pocas veces se cuestionaba era quiénes podían crear estos objetos. La tradición académica los atribuía a una casta reducida de especialistas estatales, los khipukamayuq, considerados burócratas de alto rango en el engranaje imperial.
Un reciente estudio publicado en Science Advances derriba esta visión exclusiva. Analizando un quipu de unos 500 años de antigüedad, los investigadores demostraron que su cordón principal estaba tejido con cabello humano. Gracias a técnicas de isótopos estables, pudieron reconstruir la dieta y el modo de vida de la persona a la que pertenecía ese cabello. El resultado fue claro: no era un noble ni un funcionario estatal, sino alguien del pueblo. Esta revelación abre la posibilidad de que los quipus no fueran patrimonio exclusivo de las élites, sino herramientas también empleadas y producidas por campesinos andinos.
El valor simbólico del cabello en los Andes
Los investigadores centraron su atención en el quipu identificado como KH0631, fechado en torno a 1498 d. C. y conservado en la Universidad de St Andrews. Su particularidad radica en que el cordón principal estaba compuesto de una trenza de más de un metro de cabello humano. En la tradición andina, el cabello era una sustancia cargada de poder, capaz de representar la esencia de una persona incluso cuando estaba separado de su cuerpo. Según el estudio, “cuando el cabello humano se incorporaba en el cordón principal de un quipu, servía como una ‘firma’ para indicar la persona que lo había creado”.
Este uso tiene paralelos etnográficos más recientes. En aldeas de Perú, hasta el siglo XX los pastores incluían mechones de su propio cabello en los quipus, como señal de responsabilidad personal sobre la información que contenían. De esta manera, el cabello no era un simple material: era un marcador de autoría. En el caso de KH0631, ese autor resultó ser alguien con una dieta muy distinta a la de los festines imperiales.

Una dieta campesina en los nudos imperiales
El equipo científico recurrió a un análisis de isótopos de carbono, nitrógeno y azufre presentes en el cabello. Estos elementos permiten reconstruir la dieta de un individuo, diferenciando entre alimentos de alto prestigio —como la carne o el maíz— y los productos más comunes de subsistencia, como tubérculos y verduras. Los resultados fueron inequívocos. La persona asociada al quipu consumía escasa carne y muy poco maíz, alimentos básicos en la dieta de las élites. En cambio, predominaban los recursos vegetales de zonas altas, propios de campesinos.
Los propios autores destacan en su trabajo que “es difícil imaginar un escenario en el que un khipukamayuq oficial hubiera podido abstenerse de consumir grandes cantidades de maíz en forma de cerveza”. Esta observación refuerza la idea de que el creador de KH0631 no formaba parte de los burócratas privilegiados que servían en la administración estatal, sino de los sectores populares del imperio.

La geografía también habla
El estudio no solo examinó la dieta. Al analizar isótopos de oxígeno e hidrógeno presentes en el cabello, los investigadores lograron inferir la procedencia geográfica del individuo. Los valores indicaron que había vivido en la cordillera andina, entre los 2.600 y 2.800 metros de altitud, en regiones que hoy corresponderían al sur de Perú o al norte de Chile. La escasa presencia de recursos marinos en su dieta coincide con esta localización alejada del litoral.
Este detalle es relevante porque conecta el objeto con un contexto campesino y rural, alejado de los centros políticos donde tradicionalmente se situaba la producción de quipus oficiales. El hallazgo refuerza la hipótesis de que existían diferentes niveles de uso y producción de quipus, no todos ligados al aparato administrativo central del Cuzco.

Mujeres, campesinos y diversidad de autores
La visión tradicional, sostenida por crónicas coloniales, describía a los khipukamayuqs como hombres de alta posición que recibían privilegios estatales. Sin embargo, había voces disidentes. El cronista indígena Felipe Guaman Poma de Ayala afirmaba que las mujeres también podían confeccionar quipus, en especial aquellas que vivían en instituciones conocidas como aqllawasi, las casas de las “mujeres escogidas”. El hallazgo de KH0631 ofrece por primera vez una prueba física que respalda la idea de una autoría más amplia y variada de la que se pensaba.
Este descubrimiento se suma a otros hallazgos arqueológicos que muestran mujeres enterradas con quipus en contextos de prestigio. Pero KH0631 va más allá: no se trata de una élite local ni de un especialista del Estado, sino de un común campesino. Esto cambia la forma en que entendemos la circulación de estos objetos en la vida cotidiana del Tawantinsuyu.
La técnica científica detrás del hallazgo
El análisis del quipu requirió aplicar espectrometría de masas de relación isotópica, una técnica que mide las proporciones de elementos químicos en muestras biológicas antiguas. El cabello humano, gracias a su proteína resistente llamada queratina, conserva durante siglos información precisa sobre la dieta y el ambiente de vida de una persona. En este caso, los investigadores contaban con un mechón de 104 centímetros, lo que permitió estudiar más de ocho años de la vida del individuo.
La calidad del material fue clave: los valores de carbono, nitrógeno y azufre se encontraban dentro de los rangos esperados para cabello bien conservado. Esto garantizó la fiabilidad de los resultados. Además, la datación por radiocarbono del cordón de fibra de camélido asociado al quipu situó su fabricación en el periodo Inca tardío, hacia finales del siglo XV.
Lo que significa para la historia andina
El hallazgo tiene un impacto mayor que el simple detalle anecdótico. Si un campesino pudo ser autor de un quipu con estructura “inca imperial”, significa que la alfabetización en este sistema de nudos no estaba restringida a unos pocos burócratas. La “escritura anudada” podría haber estado más difundida socialmente de lo que se creía. Esto obliga a reconsiderar la forma en que se transmitía el conocimiento y cómo diferentes sectores de la sociedad participaban en la construcción de la memoria colectiva.
Los autores del estudio lo señalan con cautela: aunque KH0631 es solo un caso, sus datos apuntan a una participación más inclusiva y diversa en la producción de quipus de la que aceptaba la historiografía clásica. Este tipo de evidencias abre nuevas preguntas sobre el papel de campesinos y mujeres en el mantenimiento de la información en el imperio.
Entre la memoria y el ritual
El propio trabajo de Hyland y su equipo reconoce que todavía no está claro qué información específica guardaba KH0631. Podría tratarse de un registro administrativo, como censos o cuentas de tributo, o bien de un objeto con función ritual. La posibilidad de que el quipu combinara ambas dimensiones —práctica y simbólica— está sobre la mesa. En palabras de los investigadores, “el análisis isotópico de cabello humano en KH0631 indica que los comunes participaron en la producción de quipus del Horizonte Tardío”.
De confirmarse con otros ejemplos, la historia de los quipus tendría que reescribirse: de instrumentos de élite a herramientas compartidas por comunidades enteras para registrar, transmitir y recordar.
Un nuevo horizonte para la investigación
El estudio de KH0631 no cierra la discusión, la abre. Los propios autores reconocen que un solo quipu no basta para cambiar toda la narrativa histórica. Pero sí constituye una evidencia inédita que invita a ampliar la investigación con más análisis isotópicos en otros ejemplares conservados en museos y colecciones. Cada nuevo dato puede ayudar a reconstruir un mapa más preciso de quiénes tejían, usaban y comprendían este sistema de comunicación.
La arqueología de los Andes se enfrenta así a un reto apasionante: integrar la ciencia más avanzada con las tradiciones indígenas y los testimonios coloniales para dar una imagen más fiel de cómo los pueblos andinos gestionaban su memoria. Los quipus, lejos de ser un enigma cerrado, se muestran ahora como un campo de estudio en plena transformación.
Referencias
- Hyland, S., Lee, K., Koon, H., Laukkanen, S., & Spindler, L. (2025). Stable isotope evidence for the participation of commoners in Inka khipu production. Science Advances, 11(33), eadv1950. https://doi.org/10.1126/sciadv.adv1950.