¿Es posible reconstruir con precisión los rostros de los humanos que pisaron la tierra hace miles de años? Gracias a las nuevas tecnologías, ver cara a cara el pasado ya es una realidad tangible. Una nueva investigación ha recuperado un secreto histórico que había permanecido sepultado bajo tierra durante milenios. En el interior de un antiguo pozo minero del bosque de Krumlov, en la actual Moravia del Sur (Chequia), los arqueólogos hallaron los restos de dos mujeres emparentadas. Enterradas junto a un recién nacido, svivieron en un momento clav, en la transición entre el Neolítico final y los albores del Eneolítico, hace más de seis mil años. Este hallazgo, además de revelar aspectos significativos sobre la vida cotidiana en uno de los mayores campos mineros de sílex de la prehistoria europea, también permitió, gracias a un minucioso estudio interdisciplinar, reconstruir con hiperrealismo los rostros de estas dos mujeres.
Un enterramiento singular en un pozo minero
El hallazgo se produjo en la Sima n.º 4 del distrito VI del yacimiento, que se excavó en el pasado para extraer sílex jurásico. El primer esqueleto apareció a seis metros de profundidad, acompañado del cráneo de un perro. Un metro más abajo yacía la segunda mujer, con un recién nacido sobre el pecho y, junto a ambos, los restos óseos de otro perro.
Las dataciones por radiocarbono sitúan este enterramiento entre el 4340 y el 4050 a. C., dentro de la cultura de Lengyel tardía, cuando la minería subterránea alcanzó un gran desarrollo en la región. Según los arqeuólogos, el hallazgo de los cuerpos sugiere un rito funerario ligado a la actividad minera, quizá como parte de una tradición de “devolver a la tierra” no solo los objetos, sino también a los propios trabajadores.

Hermanas y trabajadoras
El análisis antropológico determinó que ambas eran mujeres adultas de entre 30 y 40 años, de complexión delgada, pero con evidentes signos de trabajo físico intenso en sus cuerpos. La mayor medía 148,4 cm y la menor 146,1 cm, lo que las situaba entre las mujeres de menor estatura dentro de su comunidad.
El estudio genético confirmó su parentesco directo —probablemente eran hermanas— e inclusó reveló algunos detalles fenotípicos. La mujer enterrada más arriba (H1) tenía los ojos verdes o color avellana y, con probabilidad, el cabello oscuro. Por su parte, la mujer enterrada más abajo (H2a) tenía más del 90% de probabilidad de tener los ojos azules y el cabello claro. El análisis isotópico del estroncio demostró que ambas eran de procedencia local, nacidas y criadas en la zona del bosque de Krumlov.
Una dieta inusualmente rica en carne
El estudio de los isótopos de carbono y nitrógeno indicó que la dieta de las dos mujeres se había basado, sobre todo, en plantas C3, como el trigo duro, pero con una proporción de proteína animal superior a la habitual en las comunidades neolíticas de Europa Central. Este patrón alimenticio, comparable al de las poblaciones neolíticas de Dinamarca, podría relacionarse con el aporte energético necesario para realizar un trabajo físicamente tan exigente como la minería, unido al fácil acceso a la carne de caza en un entorno boscoso como el de Krumlov.

Huellas de una vida dura
El análisis paleopatológico reveló que ambas mujeres habían sufrido carencias y enfermedades durante la infancia. Estos episodios traumáticos habían dejado huellas visibles en el cuerpo, como defectos en el esmalte dental (hipoplasias) y en las líneas de Harris en las tibias, señal de un crecimiento interrumpido.
Sus cuerpos, además, presentaban lesiones degenerativas en la columna, osteofitos y nódulos de Schmorl, indicativos de una sobrecarga crónica de la espalda. Este desgasta fue fruto de los trabajos pesados realilzados en posición inclinada. Además, la mujer H1 sufría espondilólisis (fractura por estrés de una vértebra), quizás de origen traumático. La mujer H2a mostraba una fractura mal consolidada en el cúbito izquierdo (pseudoartrosis), una lesión típica que sugiere que la mujer siguió trabajando pese a la herida.
También se detectaron anomalías congénitas como la dehiscencia timpánica bilateral (orificios anómalos en la zona del tímpano) en ambas, y un pequeño osteoma en el occipital de H2a. Aunque estas alteraciones no causaron la muerte de ninguna de las dos, refuerzan la imagen de una vida dura marcada por el esfuerzo físico, el trabajo duro y la adversidad.

El misterio del recién nacido
El cuerpo H2a estaba acompañado por el esqueleto de un bebé, incompleto y mal conservado, que pertenecía a un recién nacido a término (38-40 semanas). El análisis genético determinó que no era hijo de ninguna de las mujeres, lo que plantea interrogantes sobre la razón de su presencia en la tumba. Pudo tratarse de un fallecimiento simultáneo, de un rito funerario o de un sacrificio. Sin pruebas de causa de muerte en ninguno de los tres individuos, las hipótesis que manejan los arqueólogos incluyen desde una enfermedad infecciosa hasta un accidente o un episodio de violencia.

De huesos a rostros: la reconstrucción facial
El grupo de investigación no se limitó a reconstruir la biografía de estas dos mujeres. También combinó arqueología, antropología física, genética antigua, análisis isotópico y técnicas artísticas de reconstrucción facial en 3D para recrear un retrato vívido de ambas.
Así, la buena conservación de los cráneos permitió acometer una reconstrucción facial hiperrealista en 3D. Sobre los moldes realizados con silicona, se colocaron ojos protésicos, cabello y vestimenta inspirada en hallazgos textiles neolíticos. La mujer H1 se representó con una blusa sencilla y un pañuelo de fibra vegetal. Su cabello aparece sujeto con una redecilla de aguja, una de las técnicas más antiguas documentadas en Europa. H2a, por su parte, viste lino más basto y lleva tiras de tela trenzadas en el pelo. El resultado, que está expuesto en el Pabellón Anthropos del Museo Moravo de Brno, ha conseguido humanizar lo que, hasta hace poco, eran restos anónimos.

Trabajo femenino en la minería neolítica
La investigación, además, es relevante por otra cuestión: apoya la hipótesis de que las mujeres también trabajaron de manera directa en la minería. Sus cuerpos muestran lesiones coherentes con actividades desgastantes como la extracción y el transporte de sílex en túneles estrechos, tareas para las que su baja estatura pudo ser ventajosa.
Algunos investigadores sugieren que esta actividad profesional no deriva de una elección propia, sino que podrían haberse seleccionado como fuerza laboral vulnerable y fácil de controlar. Este planteamiento se enmarca en un posible cambio social durante el Eneolítico, que se habría caracterizado por un incremento de las desigualdades entre hombres y mujeres en las tareas productivas.
Vidas reales
El hallazgo de las hermanas neolíticas del bosque de Krumlov ofrece una rara confluencia de arqueología, ciencia forense y arte. A partir de los huesos, el ADN y los datos químicos, se han recuperado no solo los rasgos físicos, sino también fragmentos de la vida de dos mujeres que, hace seis mil años, trabajaron, vivieron y murieron en un mundo tan distinto y, a la vez, tan humano como el nuestro. Sus rostros nos recuerdan que cada hallazgo arqueológico es, ante todo, la historia de personas reales.
Referencias
- Vaníčková, E., Vymazalová, K., Vargová, L. et al. 2025. "Ritual Burials in a Prehistoric Mining Shaft in the Krumlov Forest (Czechia)". Archaeological and Anthropological Sciences, 17: 146. DOI: https://doi.org/10.1007/s12520-025-02251-1