Es por todos conocido que hay animales carnívoros y herbívoros, y estos últimos, son los que se alimentan de plantas. Sin embargo, las plantas tienen en su composición ciertas moléculas, como la celulosa, que son particularmente difíciles de digerir. De hecho, puede resultar sorprendente el hecho de que los animales herbívoros no pueden digerir la hierba, al menos, no por sí mismos.
Los ayudantes de la digestión
En realidad, la mayoría de los vertebrados herbívoros se sirve de bacterias que vive en el interior de su intestino, que es la que realmente digiere este tipo de alimentos. También tiene protozoos que lo ayudan a realizar la digestión de los vegetales. En general, los animales no tenemos enzimas que puedan hidrolizar la celulosa, por lo que necesitamos de otros organismos para que lo hagan por nosotros. Otro ejemplo es el propio microbioma humano, el conjunto de bacterias que viven en nuestro cuerpo y sin el cual no estaríamos vivos. De la misma forma, el microbioma se sirve de nuestro propio organismo para sobrevivir.

En biología, este tipo de asociación se denomina simbiosis, una interacción biológica persistente entre organismos de distinta especie. Para que se produzca, ambas especies se proporcionan una serie de ventajas que permiten su supervivencia.
La clave de las asociaciones microbianas con los organismos animales es el equilibrio. Es una interacción favorable siempre que el cuerpo se mantenga en un buen estado de salud. Sin las bacterias, el cuerpo no sobreviviría, pero un desequilibrio en la balanza puede provocar algunas afecciones.
Aunque existen microbios poblando todo el organismo, la mayoría de ellos existen en el sistema digestivo, y es ahí donde realizan la mayoría de sus funciones. Se estima que en el cuerpo humano existen unos 100 billones de bacterias.
Curiosamente, además de no poseer enzimas que digieran la celulosa, los humanos tampoco estamos preparados para digerir alimentos como las patatas o las legumbres. Para hacerlo, tenemos que someterlas a algunos procesos que cambien su composición química, como por ejemplo, la cocción.

Tratando de digerir la celulosa
En el caso de los animales herbívoros, las bacterias que digieren la celulosa se encuentran en sus tractos digestivos, y entre ellos, encontramos principalmente tres estrategias.
La más habitual es la que presentan animales como el caballo o el canguro, un intestino con una expansión ciega que acumula abundantes bacterias capaces de degradar la celulosa. El alimento, tras pasar por el tracto digestivo, llega al ciego y se queda horas allí, fermentando, hasta que las bacterias han terminado su trabajo.
Animales más pequeños tienen, evidentemente, ciegos más cortos, por lo que necesitan otras estrategias. Algunos, como las ratas, son omnívoros, mientras que otros usan una segunda estrategia más elaborada.
Los lagomorfos, como liebres y conejos, así como algunos roedores como la capibara o el conejillo de Indias, ciertos marsupiales pequeños como la zarigüeya y el lemur saltador, son organismos cecotrofos. La cecotrofía es una especie de doble digestión. Cuando el animal consume la materia vegetal, es parcialmente digerida y defecada. El animal, entonces, consume esas primeras heces, denominadas egagrópilas cecales, para volver a digerirlas, descomponiendo finalmente la celulosa, y defecando las heces definitivas.

Pero de todos los mamíferos herbívoros, el que tiene la estrategia digestiva más exitosa es el gran grupo de los rumiantes. Estos realizan el proceso de ingestión en dos fases: primero, la mastican y la tragan, y la envían al estómago, que tiene cuatro cámaras —no, no son cuatro estómagos—. Tras una digestión parcial, regurgitan el alimento para volverlo a masticar y empapar de saliva. Una vez hecho esto, pasa de nuevo al tracto digestivo y son tratados por la propia microbiota que los animales albergan en su interior.
Su tipo de alimentación también hace que los herbívoros suelan tener una serie de características muy diferentes a las de los mamíferos carnívoros: dientes y muelas planos, para machacar en lugar de desgarrar; boca alargada, y están desprovistos de garras.
REFERENCIAS:
- Bertone, A. L. et al. 1989. Digestion, fecal, and blood variables associated with extensive large colon resection in the horse. American Journal of Veterinary Research, 50(2), 253-258.
- Hirakawa, H. 2001. Coprophagy in leporids and other mammalian herbivores. Mammal Review, 31(1), 61-80. DOI: 10.1046/j.1365-2907.2001.00079.x
- Johnson, R. B. et al. 1960. Cellulose Metabolism in the Rat. The Journal of Nutrition, 72(3), 353-356. DOI: 10.1093/jn/72.3.353
- Wallace, R. J. 1992. Rumen microbiology, biotechnology and ruminant nutrition: The application of research findings to a complex microbial ecosystem. FEMS Microbiology Letters, 100(1), 529-534. DOI: 10.1016/0378-1097(92)90257-O