Desde tiempos remotos, muchas culturas antiguas, como Babilonia, la antigua Grecia presocrática o el pueblo hebreo —tal y como expresa el Antiguo Testamento—, asumieron que el mundo era una especie de disco plano, aunque esta idea no tuvo mucho recorrido. Pitágoras y Parménides ya dedujeron, en base a observaciones, que la tierra debía de tener una forma esférica, idea mantenida por Aristóteles.
Evolución histórica de las creencias sobre la forma de la Tierra
Creencias antiguas: desde el disco plano a la esfera
Desde tiempos antiguos, civilizaciones como la babilónica, la Grecia presocrática o el pueblo hebreo, según el Antiguo Testamento, imaginaron la Tierra como un disco plano. Esta visión del mundo fue aceptada durante mucho tiempo, pero no sobrevivió al escrutinio de grandes pensadores como Pitágoras y Parménides, que empezaron a cuestionarla proponiendo, a partir de observaciones astronómicas y geométricas, que la Tierra era esférica. Más tarde, Aristóteles reforzó esta teoría con argumentos como la sombra curva que proyecta la Tierra durante los eclipses lunares y la variación de las constelaciones según la latitud.
El paso de una concepción de la Tierra plana a una esférica no fue inmediato ni universal pero, con el tiempo, la idea de la esfericidad ganó protagonismo en la cosmología griega y, más tarde, en el pensamiento occidental. Este cambio no solo se basó en observaciones empíricas, sino que también se integró en la filosofía y la ciencia de la época, marcando un punto de inflexión en la comprensión del mundo.
A medida que esta visión esférica se consolidaba, las culturas que antes defendían la idea de una Tierra plana comenzaron a adaptarse a este nuevo modelo. Reconocer la esfericidad del planeta no solo transformó la percepción del universo, sino que también impulsó avances en la navegación, la astronomía y el pensamiento crítico. Este cambio simbolizó un paso decisivo en el progreso del conocimiento humano.

Contribuciones de los filósofos griegos y Eratóstenes
La idea de que la Tierra es una esfera encontró en los filósofos griegos a sus principales defensores. Pitágoras fue uno de los primeros en proponer esta forma, apoyándose en la curvatura del horizonte y en la elegancia matemática de la esfera. Aristóteles, más tarde, aportó pruebas observacionales: el cambio en las constelaciones según la latitud y la sombra redonda de la Tierra en los eclipses lunares fueron evidencia clara de su esfericidad.
Pero fue Eratóstenes quien dio un paso más en el siglo III a. C. Este matemático utilizó un método brillante para calcular la circunferencia de la Tierra: midió las sombras proyectadas por obeliscos en dos ciudades diferentes y, a partir de la diferencia en sus longitudes, estimó el tamaño del planeta con notable precisión. Este experimento no solo confirmó la esfericidad de la Tierra, sino que también proporcionó una medida cuantitativa sorprendente para su época.
El trabajo de estos filósofos griegos sentó las bases para avances en geografía, astronomía y métodos científicos. Su legado perdura hasta hoy como un recordatorio del poder de la observación, la lógica y la curiosidad en la construcción del conocimiento.

El mito medieval de la Tierra plana
El mito de que durante la Edad Media se creía en una Tierra plana ha perdurado, a pesar de las evidencias históricas que lo contradicen. Esta idea errónea fue promovida en el siglo XVII como parte de una campaña protestante contra el catolicismo, que acusaba a la Iglesia de mantener una visión obsoleta del mundo. Sin embargo, desde la Antigüedad tardía hasta el Renacimiento, los eruditos y navegantes europeos reconocían que la Tierra era una esfera.
En la Edad Media, la esfericidad de la Tierra no solo era aceptada, sino también enseñada por teólogos y científicos. Escritos de autores como Tomás de Aquino y representaciones en manuscritos medievales muestran un mundo esférico, que refleja la continuidad del pensamiento grecorromano y está respaldado por observaciones empíricas. La idea de una Edad Media ignorante en este aspecto es, por tanto, un mito desacreditado.
A pesar de los estudios que han aclarado esta cuestión, el mito sigue siendo un ejemplo de cómo la percepción pública puede tergiversar los hechos históricos. Reconocer que la esfericidad de la Tierra era aceptada en la Edad Media es un recordatorio de los avances intelectuales de esa época y de la necesidad de abordar la historia con rigor y revisar las fuentes con espíritu crítico.
Impacto de la circunnavegación de Juan Sebastián Elcano
La primera circunnavegación del mundo, completada por Juan Sebastián Elcano en 1522, fue un hito histórico que confirmó de manera empírica la esfericidad de la Tierra. Liderada inicialmente por Fernando de Magallanes, la expedición demostró que era posible dar la vuelta al mundo, y ofreció una prueba práctica de que el planeta no solo era una esfera, sino que también podía ser recorrido en su totalidad. Elcano y su tripulación regresaron a España tras un viaje que rompió barreras y transformó la visión del mundo.
El impacto de esta circunnavegación fue trascendental. Validó teorías científicas sobre la forma de la Tierra y abrió nuevas rutas comerciales, reconfigurando la economía global y el equilibrio geopolítico. La hazaña de Elcano simbolizó el coraje y la curiosidad humana, y ha inspirado a generaciones de exploradores a seguir expandiendo los horizontes del conocimiento.
Además de su relevancia científica y económica, este viaje tuvo un profundo impacto cultural. Reflejó un mundo interconectado y accesible, y favoreció el intercambio de ideas, tecnologías y culturas entre continentes. Marcó el inicio de una era de exploración y descubrimiento que cambió para siempre nuestra relación con el mundo.
La forma actual de la Tierra: esferoide oblato
Achatamiento de los polos y abultamiento del ecuador
La Tierra no es perfectamente esférica, sino un esferoide oblato: ligeramente achatada en los polos y con un abultamiento en el ecuador. Este efecto se debe a la rotación del planeta, que produce una fuerza centrífuga más fuerte en el ecuador. Como consecuencia, el diámetro ecuatorial es mayor que el polar, dándole una forma más similar a un elipsoide que a una esfera.
Este achatamiento y abultamiento tienen implicaciones prácticas y científicas, especialmente en áreas como la geodesia y la cartografía. Comprender la forma precisa de la Tierra es crucial para actividades como la navegación y la planificación de infraestructuras, además de ser clave para tecnologías modernas como el GPS. Los modelos del esferoide oblato permiten realizar cálculos extremadamente precisos sobre la superficie terrestre.
Comprendiendo el esferoide: diferencias entre diámetro ecuatorial y radio polar
La forma de la Tierra se define por las diferencias entre su diámetro ecuatorial, de aproximadamente 12.757 kilómetros, y su radio polar, que mide unos 12.714 kilómetros. Aunque esta diferencia de 43 kilómetros parece mínima, es esencial para entender la estructura del planeta y realizar mediciones geodésicas de alta precisión. Es imperceptible a simple vista, pero este detalle es fundamental para entender la dinámica de la Tierra y para realizar cálculos geodésicos esenciales en la exploración y el desarrollo tecnológico.
Datum geodésicos y el modelo de satélite GOCE
Los datum geodésicos son modelos matemáticos que representan la forma de la Tierra y se utilizan como base para medir posiciones y altitudes. Son fundamentales en campos como la cartografía, la navegación y la geodesia, ya que proporcionan un marco común para interpretar datos geográficos. Debido a las variaciones en la forma de la Tierra, es necesario utilizar diferentes datum según la región geográfica y la precisión requerida.
El satélite GOCE, lanzado por la Agencia Espacial Europea, ha sido clave para mejorar nuestra comprensión de la forma de la Tierra. Este satélite ha recopilado datos detallados sobre el campo gravitacional del planeta, lo que ha permitido desarrollar modelos más precisos del geoide, que representa la superficie terrestre a nivel del mar teniendo en cuenta las variaciones de gravedad y la distribución de la masa terrestre.
Los datos de GOCE han mostrado que la superficie de la Tierra es más compleja de lo que se creía. Las variaciones en la gravedad y la topografía local hacen imposible que un único modelo de esferoide sea suficiente para todo el planeta. Gracias a estas observaciones, los científicos han podido crear modelos regionales más precisos, esenciales para aplicaciones que demandan alta precisión, como la navegación por satélite y la planificación de infraestructuras.
La representación exagerada de la "tierra patata"
La conocida representación de la "tierra patata", basada en datos del satélite GOCE, ha despertado gran interés, aunque también cierta confusión sobre la forma real de la Tierra. Esta imagen, que exagera las variaciones en el campo gravitacional del planeta, no muestra su forma física, sino las diferencias en la gravedad y las desviaciones del geoide. En otras palabras, la "tierra patata" no representa lo que vemos a simple vista, sino cómo cambia la gravedad en diferentes puntos del planeta.
El modelo destaca cómo la distribución desigual de la masa terrestre afecta la gravedad y, en consecuencia, influye en mediciones como la altitud y el nivel del mar. Aunque las diferencias de gravedad representadas son diminutas en relación con el tamaño total de la Tierra, se han exagerado visualmente para facilitar la interpretación de los datos. Este enfoque ayuda a comprender patrones que de otro modo serían imperceptibles.
A pesar de que la "tierra patata" no refleja la apariencia física de nuestro planeta, aporta información crucial sobre su estructura interna y dinámica. Los datos de GOCE son fundamentales para mejorar modelos del geoide, esenciales en aplicaciones científicas y tecnológicas como la navegación por satélite y la geofísica, que dependen de una comprensión precisa del campo gravitacional terrestre.
Los modelos del geoide, mejorados gracias a los datos del satélite GOCE, son fundamentales para aplicaciones científicas y tecnológicas como el GPS, cuya precisión depende de una comprensión detallada del campo gravitacional de la Tierra, que GOCE ha ayudado a refinar significativamente.

La influencia del terraplanismo en la percepción moderna
Resurgimiento del terraplanismo en el siglo XIX
En el siglo XIX, el terraplanismo resurgió de manera sorprendente de la mano de Samuel B. Rowbotham, un inventor británico que publicó Astronomía zetética. En este libro, Rowbotham defendía la idea de que la Tierra era plana, basándose en supuestos experimentos que, según él, lo confirmaban. Sus teorías, aunque carentes de fundamento científico, atrajeron a un grupo de seguidores que cuestionaron la esfericidad del planeta, desafiando el consenso científico establecido.
Este fenómeno surgió en un período marcado por profundos cambios sociales y científicos. La Revolución Industrial, con su oleada de innovación tecnológica, generó un clima de incertidumbre que llevó a algunas personas a buscar respuestas en teorías alternativas como el terraplanismo. Para algunos, estas ideas representaban una forma de resistencia a los cambios y de rechazo a las autoridades científicas. Sin embargo, la comunidad científica desestimó estas teorías por carecer de pruebas sólidas y lógica consistente.
El resurgimiento del terraplanismo en el siglo XIX, aunque marginal, pone de manifiesto cómo ciertas creencias pueden desafiar el conocimiento establecido. Esta historia subraya la importancia de la educación científica y la divulgación como herramientas clave para combatir la desinformación y fomentar un pensamiento crítico que nos prepare para los retos del futuro.
Experimentos de Wallace y la confirmación de la esfericidad
En respuesta al terraplanismo, el naturalista Alfred Russell Wallace llevó a cabo un experimento para confirmar la esfericidad de la Tierra. Wallace, co-descubridor de la teoría de la evolución por selección natural junto a Charles Darwin, aceptó el desafío de demostrar la curvatura del planeta. Utilizando el canal Old Bedford, en Inglaterra, Wallace diseñó un experimento que mostraba cómo un objeto colocado en una línea recta a lo largo del canal desaparecía de la vista debido a la curvatura de la Tierra.
El experimento de Wallace fue un éxito y proporcionó una prueba clara y tangible de la esfericidad de la Tierra. Pero, a pesar de las evidencias presentadas, algunos terraplanistas continuaron rechazando los resultados, lo que llevó a un debate prolongado y a veces acalorado. Sin embargo, para la comunidad científica, el experimento de Wallace fue una confirmación más de lo que ya se sabía desde hacía siglos: que la Tierra es un esferoide.
Los experimentos de Wallace no solo refutaron las afirmaciones del terraplanismo, sino que también destacaron la importancia de la observación empírica y del método científico. Su trabajo demostró que, incluso ante la resistencia y la incredulidad, la ciencia puede ofrecer respuestas claras y fundamentadas a las preguntas sobre el mundo en el que vivimos.
Modelos y mediciones modernas de la forma de la Tierra

El geoide y su relación con el nivel del mar
El geoide es un modelo que describe la forma de la Tierra teniendo en cuenta su campo gravitacional y sirve como base para medir el nivel del mar. A diferencia de un esferoide perfecto, el geoide incorpora las irregularidades en la distribución de la masa terrestre, lo que causa variaciones en la gravedad y ondulaciones en su superficie.
Pero la relación entre el geoide y el nivel del mar es compleja, ya que el geoide no es una superficie uniforme. Sus ondulaciones reflejan tanto la distribución interna de la masa terrestre como las características topográficas externas. El nivel del mar, medido en relación con el geoide, proporciona una referencia global para determinar la altitud, algo de suma importancia para la navegación y la planificación de infraestructuras a gran escala.
El desarrollo de modelos más precisos del geoide ha sido posible gracias a los avances en satélites y tecnologías de medición gravimétrica. Estos modelos permiten realizar cálculos detallados sobre la forma y dinámica de la Tierra, lo que ayuda a abordar problemas globales como el cambio climático y la gestión de recursos naturales. La precisión en la representación del geoide es, por tanto, esencial para construir un futuro sostenible y proteger nuestro planeta.
Impacto de las fuerzas gravitacionales y tectónicas
Las fuerzas gravitacionales y tectónicas son determinantes en la forma y la dinámica de la Tierra. La gravedad, que varía ligeramente en diferentes partes del planeta, afecta la distribución de la masa terrestre y determina la forma del geoide. Estas variaciones afectan procesos tan diversos como la altitud, las corrientes oceánicas y la estabilidad de las estructuras geológicas, y reflejan la compleja interacción entre la superficie y el interior del planeta.
Los movimientos tectónicos, impulsados por el calor interno, transforman la geografía del planeta. Estos procesos dan lugar a la formación de montañas y valles, terremotos, erupciones volcánicas y otros fenómenos que alteran tanto la superficie visible como la distribución de la masa terrestre. Esta redistribución también impacta la gravedad y, por ende, la forma del geoide.
El estudio de cómo interactúan las fuerzas gravitacionales y tectónicas es fundamental para entender la evolución y el futuro del planeta. Este conocimiento permite predecir fenómenos naturales, diseñar infraestructuras seguras y gestionar recursos de manera sostenible. Además, estas investigaciones nos brindan una perspectiva más profunda de la historia geológica de la Tierra y nos preparan para enfrentar los cambios dinámicos que puedan ocurrir en el futuro.
La importancia de los elipsoides de referencia en geodesia
Los elipsoides de referencia son herramientas matemáticas diseñadas para describir la forma de la Tierra, y desempeñan un papel crucial en la geodesia y la cartografía. Simplifican las irregularidades de la superficie terrestre al modelarla como un esferoide oblato, lo que permite cálculos precisos de posición, altitud y distancia. Estos modelos son indispensables para la navegación, la planificación urbana y numerosos estudios científicos.
La elección del elipsoide de referencia adecuado depende de la región geográfica y del nivel de precisión exigido. Por ejemplo, el WGS84 es el modelo utilizado por el sistema GPS, mientras que el GRS80 se aplica en proyectos científicos y de ingeniería. Estos modelos proporcionan un marco común que facilita la comunicación y la colaboración en proyectos que manejan datos geoespaciales.
Perspectiva desde el espacio: la ilusión de una esfera perfecta

Por qué las imágenes espaciales no revelan las irregularidades
Desde el espacio, la Tierra parece una esfera perfecta, sin las irregularidades que conocemos. Esto ocurre porque las variaciones en su forma, como el achatamiento de los polos o las ondulaciones del geoide, son diminutas en comparación con el tamaño total del planeta, lo que las hace invisibles tanto a simple vista como en fotografías espaciales.
Otro factor a tener en cuenta es la resolución de las cámaras en satélites y sondas espaciales. Muchas de estas irregularidades son tan pequeñas que quedan por debajo del tamaño de un píxel en las imágenes capturadas, lo que refuerza la ilusión de una superficie lisa y uniforme. Sin embargo, estas variaciones son reales y tienen implicaciones significativas en el estudio y la comprensión de nuestro planeta.
Variaciones locales y la percepción de la forma de la Tierra
Montañas, valles y llanuras, aunque dominantes en el paisaje terrestre, tienen un impacto mínimo en la forma global de la Tierra. Estas variaciones locales en altitud y topografía representan pequeñas diferencias en relación con el tamaño total del planeta. Por esta razón, no son evidentes en las imágenes espaciales.
La ilusión de que la Tierra es una esfera perfecta también se debe a la influencia de la atmósfera y las condiciones de iluminación. La atmósfera actúa como un filtro que suaviza las características del terreno, mientras que la luz solar genera sombras y reflejos que pueden alterar nuestra percepción del planeta. Estos elementos combinados refuerzan la ilusión de una superficie lisa y esférica.
Sin embargo, estas variaciones determinan los patrones climáticos, los ecosistemas y la distribución de recursos naturales. Comprenderlas es esencial para el desarrollo sostenible y para manejar de manera responsable los recursos y el medio ambiente.
Referencias:
- Brockmann, J. M. et al. 2021. An Improved Model of the Earth’s Static Gravity Field Solely Derived from Reprocessed GOCE Data. Surveys in Geophysics, 42(2), 277-316. DOI: 10.1007/s10712-020-09626-0
- King-Hele, D. 1976. The Shape of the Earth. Science, 192(4246), 1293-1300. DOI: 10.1126/science.192.4246.1293
- King-Hele, D. G. et al. 1973. Refining the Earth’s Pear Shape. Nature, 246(5428), 86-88. DOI: 10.1038/246086a0
- Russell, J. B. 1997. Inventing the flat earth: Columbus and modern historians ([Nachdr.], 1. publ. in 1991). Praeger.