Sobre gustos, se dice, no hay nada escrito. Hay criaturas que algunas personas consideran adorables, que para otras generan repulsión. Pero lo que sí suele haber son tendencias. Y en lo que se refiere a la ternura, hay una que está bastante generalizada: la mayoría de las crías, especialmente de mamíferos, y en muchos casos, de aves, tienen ese ‘no-se-qué’ que hace que nos parezcan ‘cuquis’.
De hecho, ese ‘no-se-qué’ tiene nombre propio, acuñado en 1971 por el etólogo austriaco Konrad Z. Lorenz: kindchenschema, traducido literalmente, ‘esquema del bebé’.

‘Kindchenschema’, el esquema del bebé
Puede resultar sorprendente como organismos evolutivamente muy distantes presenten esa apariencia tan peculiar que despierta la ternura. ¿Cuál es su origen, se trata de un conjunto de rasgos adaptativos, o, por el contrario, es solo un sesgo de la percepción Podría ser así, sin embargo, hay algunos datos que nos invitan a pensar que no.
Si se observan las crías de ciertos reptiles, como lagartos o serpientes, o los renacuajos de los anfibios, generalmente no despiertan la misma ternura que un pollito, un cachorro de perro, una cría de delfín o un bebé humano. En este punto, claramente se puede identificar un patrón: aquellas crías que se valen por sí mismas desde el nacimiento no suelen provocar esos sentimientos. De hecho, en algunos casos, las crías tienen, más o menos, la misma apariencia que los adultos, en miniatura.

Sin embargo, las crías que al nacer dependen del cuidado de sus padres sí suelen tener ese kindchenschema. La apariencia del cachorro al cuidado de sus progenitores es claramente distinta a la del adulto. El ‘esquema del bebé’, en general, se caracteriza por tener ojos grandes, cráneo grande y abovedado, boca pequeña, barbilla huidiza, y formas redondeadas. Por el contrario, los ojos pequeños, cráneo alargado y más proporcionado, nariz u hocico acentuado, boca grande, barbilla prominente y formas musculosas o angulosas se asocian más con la adultez.
Casi todos tendemos instintivamente a sentir ese extraño afecto por los animales que presentan el kindchenschema, mientras que solo algunos perciben como adorables animales que no lo presentan. Y cuando lo hacen… «no es lo mismo». Aunque existen excepciones.
Hay ciertos animales que, en su período adulto, adquieren rasgos que se asemejan al kindchenschema, y que despiertan en las personas esa ternura. En algunos casos se debe a sus hábitos sociales; en ellos, el ‘esquema del bebé’ contribuye a la cohesión del grupo. En otros casos, como algunos animales domésticos, se debe a una selección artificial de esos rasgos por preferencia. Pero otros, como algunas arañas de la familia de los saltícidos, son adorables como efecto secundario de su evolución, sin que el kindchenschema fuese relevante en la selección natural.

¿A qué se debe el ‘kindchenschema’?
La percepción del ‘esquema del bebé’ como algo lindo y adorable no se da sin motivo. Efectivamente, tras esta sensación, que es instintiva, se esconde una gran adaptación evolutiva, surgida en numerosas ocasiones, de forma independiente, en muchos linajes distintos de seres vivos. Es más, esa sensación de ternura también la sienten los adultos de otros animales que cuidan de su prole.
Dentro de una misma especie, que los adultos perciban a sus crías como seres adorables tiene una consecuencia inmediata: despierta el instinto de proteger, alimentar y cuidar a las crías. El kindchenschema, entonces, es una adaptación evolutiva que asegura los cuidados de las crías.

Como el kindchenschema y el sentimiento de ternura asociado es compartido entre muchas especies, no debe sorprender que los seres humanos sientan que otras crías también son adorables. En la naturaleza, se han dado muchos casos de animales que adoptan crías de otras especies, normalmente, de aquellas más parecidas a las suyas, pues con ellas el instinto de protección es más fuerte. Aunque, en ocasiones, se ha llegado a observar adultos que han adoptado temporalmente crías muy distintas.
De vez en cuando se viraliza algún vídeo de un gran depredador, como un leopardo, que tras matar y alimentarse de un animal, cuida durante un tiempo de la cría huérfana e incluso intenta, sin éxito, darle algo de carne. Aunque raras veces se cuenta la historia completa, lo cierto es que el depredador termina comiéndose a la cría, si es que llega a sobrevivir.
Pero durante unas horas, el cazador sí puede cuidar del cachorro de su presa, y este comportamiento se debe a ese instinto de ternura despertado por el kindchenschema.
Referencias:
- Doebel, S. et al. 2022. Kindchenschema and cuteness elicit interest in caring for and playing with young children, but less so when children are masked. Scientific Reports, 12(1), 11903. DOI: 10.1038/s41598-022-15922-z
- Dydynski, J. M. 2020. Modeling Cuteness: Moving towards a Biosemiotic Model for Understanding the Perception of Cuteness and Kindchenschema. Biosemiotics, 13(2), 223-240. DOI: 10.1007/s12304-020-09386-9
- Lehmann, V. et al. 2013. The human and animal baby schema effect: Correlates of individual differences. Behavioural Processes, 94, 99-108. DOI: 10.1016/j.beproc.2013.01.001