Cada pocos años, el fenómeno de El Niño ocupa los titulares y las noticias en la sección del tiempo, despertando la curiosidad de la sociedad y la preocupación de los científicos. Es un fenómeno climático que tiene su origen en el Pacífico Ecuatorial, muy bien conocido por su impacto en la temperatura y las precipitaciones, y sus consecuencias, desde sequías devastadoras hasta inundaciones que se califican como desastrosas.
Pero, ¿qué es exactamente El Niño? ¿Cómo se forma? ¿Y cuál es el origen de esos impactos? ¿Puede afectar el clima en España un fenómeno que se origina en el Pacífico?

Las bases de la formación de El Niño
En los tiempos que corren, casi nadie duda de que la tierra es un cuerpo con forma cercana a la esfera, y que gira. Por extraño que parezca, este hecho es el origen del fenómeno de El Niño. Cuando un sistema está en rotación se producen unas fuerzas inerciales, como el conocido efecto Coriolis.
Este efecto genera un movimiento de convección sobre la atmósfera en sentido horario en el hemisferio norte y antihorario en el sur, que converge en el ecuador, con vientos longitudinales en dirección permanente de este a oeste. En el océano Pacífico, el más extenso del mundo, las masas de agua también tienen movimientos convectivos, que convergen en las costas de América, y viajan hacia el oeste, hacia Asia y Oceanía. Y esta es la clave de El Niño: el acoplamiento entre los movimientos atmosféricos y oceánicos, y la llamada retroalimentación de Bjerknes.
Se trata de una retroalimentación positiva, en la que los procesos físicos entre el viento superficial del Pacífico ecuatorial y la temperatura del océano se refuerzan mutuamente. El proceso es cíclico —el fenómeno de El Niño da lugar al fenómeno de La Niña, y de vuelta a El Niño—, pero para explicar su origen hay que empezar por alguna parte.
Se parte de un escenario en el que el Pacífico Oriental —la costa americana— está frío, y el Pacífico Occidental —las costas de Oceanía y Asia—, cálido. Este esquema se corresponde con La Niña. Las altas temperaturas del agua en la zona occidental calienta el aire, favorece la evaporación y el aire asciende rápidamente, causando fenómenos de carácter tormentoso. Los vientos en altura viajan hacia el Pacífico, y por el camino, se enfrían y pierden humedad, hundiéndose, fríos y secos, en el Pacífico Oriental. Estos movimientos longitudinales generan áreas de altas y bajas presiones, que favorecen los vientos alisios, y retroalimentan el sistema.
Pero los vientos desplazan las aguas frías superficiales orientales hacia Asia. Esta entrada de agua fría reduce la temperatura de las aguas costeras de Asia, y reduce el efecto de evaporación y circulación atmosférica. Los vientos alisios pierden intensidad, reduciendo su efecto de refrigeración, y las aguas que llegan por las corrientes calientan las costas de Sudamérica.
El agua fría se hunde, mientras que el agua caliente, menos denso, flota. De nuevo se produce una retroalimentación: las aguas cálidas, ahora junto a las costas de América, calientan la atmósfera y el esquema, pues, se invierte. Aumenta la temperatura y la humedad en las costas de América, y en las de Oceanía y Asia se pasa a un período frío y seco.
Así pues, el fenómeno de El Niño y La Niña es cíclico y conforma un patrón climático denominado El Niño - Oscilación del Sur (ENOS).

Los ciclos de El Niño
Los ciclos de El Niño y La Niña no son regulares. Hay períodos que apenas dura unos meses —La Niña de 2009 duró solo cuatro meses, entre enero y abril—, mientras que otros permanece hasta tres o cuatro años —de junio de 2020 a marzo de 2023 hubo un larguísimo episodio de La Niña—. Los límites en El Niño y La Niña se consideran, según el índice oceánico de El Niño, un valor que se calcula a partir de los rangos de temperatura anómala sucedidos en el océano. Cuando la anomalía es inferior a 0,5 °C, se considera fluctuación normal, si la anomalía es superior, se considera un fenómeno de El Niño o La Niña —según el sentido de la anomalía—.
Además, aunque lo habitual es que eventos de El Niño se intercalen con periodos de La Niña, hay ocasiones en las que dos eventos en el mismo sentido se encadenan sin que suceda el caso contrario. Estas anomalías se observaron, por ejemplo, entre los años 2010 y 2012, cuando se encadenaron dos Niñas —de agosto de 2010 a mayo de 2011, y de octubre de 2011 a abril de 2012—, o entre 2002 y 2005, con dos períodos de El Niño seguidos —de junio de 2002 a marzo de 2003, y de agosto de 2004 a febrero de 2005—.
Por otro lado, la intensidad también puede ser distinta entre ciclos. Por ejemplo, el último Niño, entre 2018 y 2019, fue leve, pero el ocurrido entre 2014 y 2016 fue extremo, también llamado ‘meganiño’. Esa intensidad se mide en cuatro niveles: leve, cuando la anomalía térmica es de entre 0,5 y 1 °C; moderada, entre 1 y 1,5 °C; fuerte, entre 1,5 y 2 °C; y extremo o ‘meganiño’, con más de 2 °C.
A lo largo del siglo XX y en lo que llevamos del XXI ha habido 32 eventos de El Niño, de los cuales, siete han sucedido en las últimas dos décadas. Los eventos de ‘meganiño’ conocidos sucedieron en 1925-26, en 1982-83, en 1997-98 y el ya citado de 2014-16.

Un fenómeno con efectos globales
Aunque el efecto de El Niño se origina en el océano Pacífico, sus efectos tienen consecuencias globales. Al calentarse masivamente el agua del Pacífico central y oriental, quedan afectadas directamente todas las dinámicas atmosféricas. La temperatura atmosférica global aumenta y los fenómenos extremos se ven exacerbados, aunque los efectos meteorológicos específicos cambian según la región geográfica.
Además de la línea ecuatorial del Pacífico, desde las costas de Perú y Ecuador hasta las Islas Salomón, sur de Estados Unidos, Asia Central, el Cuerno de África, Uruguay, el centro de Chile o el extremo sur de India normalmente sufren un aumento importante de las precipitaciones, mientras las sequías se generalizan en Australia, Indonesia, Filipinas, el norte de India, el tercio sur de África, el Sahel, el norte de Brasil, las Guayanas, Venezuela, Colombia y el Istmo de Panamá, hasta Honduras.
En España y otras zonas del sur de Europa, El Niño genera un aumento de las temperaturas por encima del promedio habitual, algunas regiones con veranos más secos, y, en general, inviernos más lluviosos.
Los ciclos de El Niño no son ajenos al cambio climático. Ciertamente, son fenómenos cíclicos de origen natural, pero ya se sabe que el cambio climático antropogénico genera eventos climáticos extremos, cada vez más frecuentes y más extremos, y El Niño forma parte de ellos. El aumento generalizado de las temperaturas, provocado por la acción humana, favorece que El Niño sea cada vez más frecuente, más duradero, y más intenso.
Las previsiones indican que el próximo período de El Niño podría estar más cerca de lo que se piensa. Como se ha indicado, el último evento de La Niña concluyó en marzo de 2023. Según los cálculos de la Organización Meteorológica Mundial, hay un 60 % de probabilidades de que se inicie un evento de El Niño antes de agosto; sube al 70 % de que suceda antes de septiembre, y un 80 %, antes del otoño.
Referencias:
- AEMET. 2023, mayo 3. Hay que prepararse para un episodio de El Niño. Blog AEMET.
- Camarero, J. J. 2022. ENSO Signals Recorded by Ash Tree Rings in Iberian Riparian Forests. Water, 14(19), 3027. DOI: 10.3390/w14193027
- Henchiri, M. et al. 2021. Meteorological Drought Analysis and Return Periods over North and West Africa and Linkage with El Niño–Southern Oscillation (ENSO). Remote Sensing, 13(23), 4730. DOI: 10.3390/rs13234730
- OMM. 2023. El Niño/La Niña Hoy (p. 4). Organización Meteorológica Mundial.