La urbanización, fenómeno creciente y global, ha transformado el paisaje de las ciudades, especialmente en el último siglo. Urbes españolas como Madrid, Barcelona, Sevilla o Bilbao se han expandido más allá de sus límites históricos, invadiendo el entorno natural y modificando los hábitats.
Este proceso no solo afecta la vida de los seres humanos, también impone desafíos únicos a la fauna local. En este contexto, la capacidad de adaptación de diversas especies animales a entornos urbanos emerge como un tema de gran interés para biólogos y urbanistas.

Del medio natural al entorno urbano
Las ciudades son hábitats muy distintos a los naturales. Toda una serie de alteraciones afectan directamente a la fauna. El clima de las ciudades, por ejemplo, varía por efecto de isla de calor, la temperatura suele ser varios grados más alta que la de los entornos circundantes; además, excluyendo las zonas verdes —muy escasas en algunas urbes—, el suelo asfaltado es impermeable, y las lluvias, en lugar de infiltrarse a capas del subsuelo, terminan en el alcantarillado, donde son canalizadas hasta plantas de tratamiento, y devueltas al medio natural en un punto alejado de donde cayó originalmente.
El acceso al alimento también es distinto; la mayor parte del suelo urbano carece vegetación que proporcione alimento a la fauna, salvo unas pocas zonas —de nuevo, parques y jardines— o espacios en los que almacenan basuras o residuos.
Diferentes son también los peligros a los que la fauna ha de enfrentarse en la ciudad. Los grandes depredadores desaparecen, pero a cambio aumenta la presencia de otros que, aunque significativamente más pequeños, presentan una mayor voracidad, como las colonias felinas. Y aparecen riesgos nuevos, como el atropello.

La ciudad: una nueva forma de pensar
Ante un cambio de hábitat tan radical, la fauna silvestre ha desarrollado una serie de adaptaciones imprescindibles para su supervivencia.
Un aspecto fundamental en la adaptación urbana es la plasticidad en el comportamiento y la dieta. Según un estudio liderado por Lauren A. Stanton de la Universidad de Wyoming (Estados Unidos), la flexibilidad cognitiva es un factor crucial para la adaptación de los animales a diferentes ambientes, incluyendo los urbanos.
La flexibilidad cognitiva en animales urbanos se manifiesta de varias maneras. En entornos urbanos, los animales se enfrentan a diferentes fuentes de alimento, peligros y patrones de actividad humana que no se encuentran en la naturaleza. Esto requiere que adapten rápidamente sus hábitos de búsqueda de alimento, sus patrones de sueño y estrategias de evitación de depredadores, en este caso, los peligros urbanos como los vehículos o las colonias felinas.
Pero la flexibilidad cognitiva no se limita a la adaptación a nuevos tipos de alimento o peligros, también incluye la capacidad de navegar por entornos construidos complejos y en constante cambio. Aprender a cruzar calles con seguridad, utilizar edificios para anidar o esconderse e incluso interactuar de manera beneficiosa con el ser humano. Algunas especies han demostrado la capacidad de reconocer patrones específicos en el comportamiento antrópico, como los horarios de disposición de basura, y ajustar sus actividades en consecuencia para maximizar las oportunidades de alimentación y minimizar el riesgo.

Cambiando de dieta y de hábitos
La habilidad para adaptar la dieta a las fuentes de alimento disponibles, que en las ciudades pueden ser muy variadas y cambiantes, es vital. Por ejemplo, algunas aves han aprendido a explotar los recursos alimenticios proporcionados indirectamente por los humanos, como los desperdicios de comida. Otras especies muestran una capacidad notable para modificar su comportamiento en respuesta a los desafíos urbanos, como alterar sus patrones de actividad para evitar el contacto humano o adaptar sus métodos de caza y forrajeo. En estudios realizados en ciudades como Sevilla o Valencia, se ha observado que especies como el gorrión común exhiben cambios en su comportamiento antidepredador y preferencias alimenticias en entornos urbanos.
Otro rasgo relevante es el cambio en el tamaño de las camadas. Según un estudio realizado por el investigador Luca Santini, de la Universidad de Radboud (Países Bajos) y colaboradores, entre los que se encuentra la española Manuela González-Suárez, los mamíferos urbanos, en general, tienden a producir camadas más grandes; lo que podría ser una estrategia para contrarrestar los índices de mortalidad más altos en entornos urbanos, donde los peligros son diferentes y quizás más frecuentes que en hábitats naturales.
Estas adaptaciones no son uniformes en todas las especies ni en todos los grupos taxonómicos. Por ejemplo, mientras algunos mamíferos pequeños se benefician de su capacidad para esconderse fácilmente y explotar pequeñas áreas verdes urbanas, otras especies más grandes, que necesitan más espacio y hábitats más especializados, enfrentan mayores dificultades.

La ciudad, un nuevo motor de presión selectiva
Las ciudades actúan como nuevos motores de presión selectiva, influyendo en la evolución de las especies que habitan en ellas. Un estudio de Stephen E. Harris y J. Munshi‐South sobre los ratones de campo (Peromyscus leucopus) en Nueva York ilustra a la perfección este fenómeno. Los investigadores encontraron evidencias de adaptación genética en estas poblaciones urbanas, especialmente en genes relacionados con el metabolismo. Esto sugiere una evolución en respuesta a las dietas urbanas, muy diferentes de las dietas en entornos menos perturbados.
Es probable que este tipo de adaptación también esté ocurriendo en las grandes ciudades españolas, como Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia o Zaragoza, donde la fauna local enfrenta desafíos similares.

Otro aspecto relevante es la rapidez con la que ocurren estos cambios. Desde el punto de vista evolutivo, la urbanización es un proceso relativamente reciente, pero su impacto es tan potente que provoca cambios rápidos y observables en muchas poblaciones, e incluso, en algunos casos, aparición de especies nuevas, como sucedió con el mosquito del metro de Londres. Esto indica que la presión selectiva en los entornos urbanos es fuerte y que las especies capaces de adaptarse rápidamente tienen una ventaja significativa.
La ciudad, al fin y al cabo, no solo representa un hábitat profundamente alterado, sino también un entorno evolutivo activo. La fauna urbana se está adaptando en términos de comportamiento y hábitos, y también en los ámbitos genético y evolutivo. Estos cambios subrayan la increíble capacidad de adaptación de la naturaleza y abren nuevas vías de investigación en la biología urbana y la evolución.
Referencias:
- Harris, S. E. et al. 2017. Signatures of positive selection and local adaptation to urbanization in white‐footed mice (Peromyscus leucopus). Molecular Ecology, 26, 6336-6350. DOI: 10.1111/mec.14369
- Santini, L. et al. 2018. One strategy does not fit all: determinants of urban adaptation in mammals. Ecology Letters, 22, 365-376. DOI: 10.1111/ele.13199
- Stanton, L. A. et al. 2020. Variation in reversal learning by three generalist mesocarnivores. Animal Cognition, 24, 555-568. DOI: 10.1007/s10071-020-01438-4