Durante más de un siglo, paleontólogos de todo el mundo han intentado resolver uno de los grandes enigmas de la evolución reptiliana: ¿cómo surgieron los lepidosaurios, ese grupo que hoy incluye a más de 12.000 especies de lagartos, serpientes y al solitario tuátara de Nueva Zelanda? Ahora, un descubrimiento en la costa sur de Inglaterra promete darle la vuelta a muchas de las ideas preconcebidas sobre estos antiguos animales.
El hallazgo se ha publicado recientemente en la revista Nature, un estudio firmado por un equipo internacional liderado por investigadores de la Universidad de Bristol. En él se describe a Agriodontosaurus helsbypetrae, una especie hasta ahora desconocida que vivió hace 242 millones de años, durante el periodo Triásico Medio, y que representa el fósil más antiguo conocido de un lepidosaurio.
Lo que hace único a este ejemplar no es solo su edad, sino el hecho de que contradice buena parte de las predicciones que los científicos habían hecho sobre cómo debía ser el primer miembro de esta prolífica rama evolutiva. Se esperaba encontrar una criatura con tres características distintivas. Una mandíbula flexible, dientes en el paladar y una barra temporal inferior abierta en el cráneo (una especie de “pómulo reptiliano” ausente en lagartos y serpientes actuales, pero presente en especies más primitivas como el tuátara). Sin embargo, solo una de esas tres características está presente en el fósil.
El fósil que cabe en la palma de una mano
Este esqueleto fósil fue descubierto en 2015 en un bloque de roca de la Formación Arenisca de Helsby, cerca de la localidad de Sidmouth, en el condado de Devon. Durante años pasó desapercibido, en parte por su tamaño diminuto: el cráneo no supera los 1,5 centímetros de longitud, y el esqueleto completo podría sostenerse en la palma de la mano. A simple vista, apenas era visible entre la roca.
Solo gracias a avanzadas técnicas de imagen —como los escáneres de rayos X por sincrotrón realizados en instalaciones de Francia y Reino Unido—, el equipo logró reconstruir con precisión tridimensional el esqueleto y observar cada uno de sus minúsculos detalles anatómicos. Y lo que encontraron fue sorprendente.
Lejos de mostrar los rasgos esperados de un ancestro generalista de lagartos y serpientes, este animal presentaba una combinación de rasgos inesperados: carecía de dientes en el paladar, su mandíbula era completamente rígida —sin las bisagras óseas móviles típicas de los escamosos modernos—, pero sí contaba con una barra temporal abierta, como en los lagartos actuales. Además, destacaban sus enormes dientes triangulares, desproporcionadamente grandes para un animal tan pequeño, lo que sugiere un modo de alimentación especializado, probablemente basado en insectos con cutículas duras.

Una criatura "extraña", pero clave
Los científicos han bautizado a esta especie como Agriodontosaurus helsbypetrae, un nombre que, aunque algo complicado de pronunciar, tiene su lógica: significa “lagarto de dientes fieros de la roca de Helsby”. El nombre hace referencia tanto a sus prominentes piezas dentales como al lugar geológico en el que fue hallado.
Más allá de su peculiaridad morfológica, Agriodontosaurus ocupa un lugar estratégico en el árbol genealógico de los reptiles. Según el análisis filogenético incluido en el estudio, se trata del miembro más antiguo conocido del clado Lepidosauria, es decir, el grupo que agrupa a todos los lagartos, serpientes y al tuátara. Y eso implica que la divergencia entre los dos grandes linajes de este grupo —los escamosos (Squamata) y los rincocefálicos (Rhynchocephalia)— tuvo que ocurrir al menos 3 a 7 millones de años antes de lo que se pensaba.
Este pequeño animal vivió en un mundo radicalmente distinto. Hablamos del Triásico Medio, un periodo de recuperación tras la extinción masiva del Pérmico que borró del mapa al 90% de las especies marinas y al 70% de las terrestres. En ese nuevo mundo emergente, los primeros dinosaurios aún no dominaban la Tierra. Los ecosistemas eran caóticos, y la evolución estaba experimentando con nuevas formas de vida. Agriodontosaurus aparece, entonces, como uno de los pioneros de un linaje que, con el tiempo, se convertiría en el más exitoso de los vertebrados terrestres.
La alimentación como clave del éxito evolutivo
Uno de los puntos más interesantes del estudio tiene que ver con la dentición del fósil. A diferencia de otros reptiles contemporáneos, este animal presenta una combinación de dientes acrodontos y pleuracrodontos, dos formas de implantación dental que no suelen aparecer juntas. Además, el tamaño y la forma de sus dientes posteriores sugiere una dieta muy concreta: probablemente insectos con exoesqueletos duros, a los que mordía con fuerza gracias a su mandíbula sólida y a sus dientes con forma de cuchilla.
Curiosamente, este tipo de especialización recuerda en parte al moderno tuátara, un reptil que, aunque parezca un lagarto, pertenece a un linaje completamente distinto al de las serpientes y lagartos actuales. Esta coincidencia refuerza la idea de que ciertas estrategias de alimentación —como la de perforar o cortar el caparazón de las presas— podrían haber estado presentes desde etapas muy tempranas de la evolución lepidosauria.
Es decir, no fue la flexibilidad del cráneo ni los dientes palatinos lo que impulsó inicialmente el éxito del grupo, sino quizá adaptaciones mucho más sencillas, pero eficaces, como dientes grandes y un sistema mandibular potente para triturar presas resistentes.

Reescribiendo el origen de los lepidosaurios
El descubrimiento de Agriodontosaurus obliga a replantear buena parte de las hipótesis sobre cómo surgieron los lagartos y serpientes. Se pensaba que el ancestro común de todos ellos debía ser una especie con habilidades de caza avanzadas, como la capacidad de abrir la boca en ángulo extremo o sujetar presas con dientes internos. Este fósil demuestra que el camino evolutivo fue mucho más complejo y que muchos de los rasgos actuales de los escamosos no estaban presentes en sus primeros representantes.
De hecho, lo que ahora parece evidente es que los lepidosaurios no partieron con todos los “superpoderes” que tienen hoy sus descendientes. En cambio, fueron incorporando y refinando características clave a lo largo de millones de años, en función de su entorno y presas disponibles. Y esa capacidad de adaptación progresiva, más que una anatomía perfecta desde el inicio, podría ser el secreto de su impresionante éxito evolutivo.
No deja de ser paradójico que un fósil tan diminuto —de apenas unos centímetros— haya generado un impacto tan grande en nuestra comprensión de la evolución. Pero así funciona la paleontología: el hallazgo más modesto puede derrumbar teorías que llevaban décadas aceptadas. Y como recuerda el equipo de investigación, la zona donde se encontró este fósil ha proporcionado restos paleontológicos desde hace más de 150 años, pero todavía guarda secretos bajo sus rocas.
Con este descubrimiento, se suma una nueva pieza al rompecabezas evolutivo de los reptiles. Y aunque todavía quedan muchos huecos por llenar, Agriodontosaurus helsbypetrae nos recuerda que la historia de la vida no siempre avanza como esperábamos. A veces, los caminos más inesperados son los que llevan al éxito.
Referencias
- Marke, D., Whiteside, D.I., Sethapanichsakul, T. et al. The oldest known lepidosaur and origins of lepidosaur feeding adaptations. Nature (2025). DOI: 10.1038/s41586-025-09496-9