Los síntomas del estrés pueden afectar a nuestro cuerpo, a nuestra mente y nuestro comportamiento. Un estrés sin control puede contribuir a muchos problemas de salud, como presión arterial alta, enfermedades cardíacas, obesidad y diabetes. Analizamos las principales enfermedades provocadas por el estrés.
Cómo el estrés impacta en la salud
Respuesta del cuerpo al estrés
Cuando una persona está estresada, el cuerpo se prepara, precisamente, para dar una respuesta a ese estrés. Esta respuesta puede causar cambios físicos en el cuerpo: afecta el cuello y los hombros, por ejemplo, agrandando los vasos sanguíneos en los grandes grupos musculares para permitir un suministro de oxígeno más rápido.
Síntomas y efectos en el comportamiento
El estrés no solo afecta al cuerpo, sino también a la mente y al comportamiento. Los síntomas psicológicos del estrés incluyen ansiedad, irritabilidad, depresión y dificultades para concentrarse. Estos síntomas pueden llevar a cambios en el comportamiento, como el consumo excesivo de alcohol, el tabaquismo o el abandono de hábitos saludables como el ejercicio.
Además, el estrés puede afectar el sueño, provocando insomnio o una mala calidad del sueño, lo que agrava el estado emocional y físico de la persona. La falta de sueño adecuada puede debilitar el sistema inmunológico, aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares y contribuir al aumento de peso.

Enfermedades físicas relacionadas con el estrés
Problemas musculares
Los músculos de nuestro cuerpo se tensan para protegerse de lesiones cuando estamos estresados. Tienden a liberarse cuando nos relajamos, pero si los sometemos continuamente a estrés, puede que los músculos no tengan la oportunidad de relajarse. ¿Qué puede provocar que estén tensos demasiado tiempo? Dolores de cabeza, dolor de espalda y hombros, y dolores corporales. El estrés crónico aumenta la tensión en los músculos que se extienden por la parte posterior de la espalda; restringe el movimiento del cuello y los hombros e incrementa nuestra percepción del dolor.
Enfermedad cardiaca
El estrés agudo puede aumentar directamente la frecuencia cardíaca y el flujo sanguíneo, lo que puede provocar niveles altos de colesterol y triglicéridos en el torrente sanguíneo. También se ha demostrado que el estrés puede desencadenar problemas cardíacos graves, incluidos ataques al corazón. El estrés puede hacer que desee comer en exceso, fumar o dejar de hacer ejercicio, todos los cuales son factores de riesgo de enfermedad cardíaca.
Problemas gastrointestinales
El estrés no causa úlceras, pero sí que puede crear o agravar problemas digestivos en personas con problemas gastrointestinales comunes, especialmente acidez estomacal crónica (enfermedad por reflujo gastroesofágico o ERGE) y síndrome del intestino irritable (SII). Varios factores, tanto biológicos como psicológicos, contribuyen a los trastornos gastrointestinales.
Enfermedad de Alzheimer
Los investigadores aún tienen que probar la conexión entre el estrés y la enfermedad de Alzheimer, pero se cree que el estrés causa inflamación del cerebro, haciéndolo más susceptible a problemas de salud en general, por lo que se expone que el estrés puede aumentar el riesgo de sufrir alzhéimer. De la misma forma, el estrés también está asociado con la depresión, que se sabe que aumenta el riesgo de desarrollar la enfermedad de Alzheimer.

Asma
Muchos estudios han demostrado que el estrés puede empeorar el asma y que es un desencadenante común en los síntomas de esta enfermedad en la que las vías respiratorias se inflaman y se dificulta la respiración.
Impacto del estrés en el sistema inmunológico
Debilitamiento ante infecciones
El estrés estimula el sistema inmunológico, lo que, a priori, puede parecer positivo al mantener nuestro cuerpo alerta para evitar infecciones y curar heridas. Sin embargo, con una gran carga de estrés continuo, las hormonas del estrés provocan un debilitamiento del sistema inmunológico y acaban reduciendo la respuesta del organismo a los invasores extraños haciéndolo más vulnerable.
Agravamiento de enfermedades crónicas
El estrés no solo debilita el sistema inmunológico, sino que también puede agravar enfermedades crónicas existentes, como la artritis reumatoide, la enfermedad inflamatoria intestinal y el lupus. Las hormonas del estrés pueden aumentar la inflamación en el cuerpo, lo que puede empeorar los síntomas de estas enfermedades y dificultar su manejo.
Además, el estrés también puede interferir con el tratamiento de enfermedades crónicas al afectar tanto la adherencia a los medicamentos como la motivación para seguir un estilo de vida saludable. Por tanto, es esencial que las personas con enfermedades crónicas gestionen el estrés de manera efectiva para mejorar su calidad de vida y reducir el riesgo de complicaciones.
El estrés y los hábitos de vida
Diabetes y control de la glucosa
El estrés puede empeorar la diabetes al aumentar la probabilidad de seguir malas conductas alimentarias y elevar los niveles de glucosa de las personas con diabetes tipo 2. Las personas que tengan predisposición a la diabetes, ya sea por antecedentes familiares o hábitos de estilo de vida, pueden aumentar su riesgo al comer en exceso inducido por el estrés.

Hábitos alimentarios poco saludables
El estrés puede influir en los hábitos alimentarios y llevar, como consecuencia, a asumir patrones de alimentación poco saludables que afectan la salud en general. Muchas personas recurren a la comida como una forma de lidiar con el estrés, lo que puede llevar al consumo excesivo de alimentos ricos en calorías, grasas y azúcares. Este tipo de alimentación puede contribuir al aumento de peso, la obesidad y el desarrollo de enfermedades metabólicas como la diabetes.
Además, el estrés puede afectar la regulación del apetito, provocando cambios en las señales de hambre y saciedad. Esto puede llevar a comer en exceso o a saltarse comidas, lo que afecta negativamente el metabolismo y la salud digestiva.
Referencias
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