El desarrollo artístico de la catedral de Burgos, desde la fundación del templo en el siglo XI, muestra la gran y variada riqueza de aportaciones promovidas por distintas generaciones. En ellas se plasma un diverso conjunto de principios y postulados estéticos, formales y de significado que se suceden armónicamente, como subrayan los informes y dictámenes formulados con motivo de su declaración por la UNESCO, en 1984, como bien del Patrimonio Mundial.
A lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII, la catedral de Burgos será testigo de una significativa transformación que muestra en sus nuevas empresas, como no podía ser de otra manera, el paso de las últimas manifestaciones artísticas, marcadas por una estética cercana al rococó, a la producción ya de corte neoclásico.
El cabildo catedralicio, con el apoyo de los sucesivos prelados de la diócesis, será impulsor de los dos proyectos más destacados que se llevarán a cabo en esa etapa en la catedral de Burgos: una nueva sacristía mayor, que reemplazará a la sacristía usual de la iglesia metropolitana de la Caput Castellae, y un recinto para albergar la capilla de las Reliquias.

Contando con una donación económica del arzobispo Juan Francisco Guillén, por valor de 8.000 ducados de vellón, los capitulares burgaleses emprenderán la obra necesaria de una nueva sacristía, para dar servicio a los principales oficios y misas en el altar mayor del templo. Era un proyecto largamente esperado que, siglos atrás, se puso sobre la mesa durante los gobiernos de Cristóbal Vela de Acuña, a fines del siglo XVI y en la década de 1670, bajo la prelatura de Enrique de Peralta y Cárdenas.
A estas dos actuaciones hemos de sumar, en la segunda década del siglo XVIII, la iniciativa promovida por el arzobispo Manuel Francisco Navarrete Ladrón de Guevara, que, contando con la dirección de fray Pedro Martínez de Cardeña, se encargará de renovar la capilla de Santa Catalina, en el claustro alto, para albergar una sacristía que custodie las principales alhajas de la catedral, al tiempo que sirve también como recinto expositor de la serie de retratos de todos los prelados burgaleses a lo largo de la historia.
Nueva sacristía para oficios y misas en la catedral de Burgos
La formalización del proyecto de la sacristía mayor tendrá que superar diferentes retos ligados a la búsqueda de un maestro de obras que lo lleve a cabo, pulsándose los nombres, entre otros, de Francisco Manuel de Cueto Pellón, Manuel Serrano y fray Antonio de San José Pontones, arquitecto este último que sí realizará una propuesta –finalmente desestimada– para fabricar una sacristía de notable empaque en la capilla de Santiago, tal y como revelan unas condiciones firmadas en 1760.
El maestro elegido finalmente para dirigir esta propuesta será el carmelita riojano fray José de San Juan de la Cruz, maestro escultor y arquitecto de reconocido prestigio en tierras de Navarra y en su Rioja natal, que se ofrecerá a renovar el espacio que funcionaba tradicionalmente como sacristía en el ámbito de la girola, junto al claustro.
La propuesta del fraile carmelita, miembro de la dinastía de escultores de los Ágreda, potenciará el sentido escenográfico de un espacio arquitectónico que será articulado en dos ámbitos: antesacristía –y paso de acceso al claustro alto– y sacristía propiamente dicha, actuando sobre un recinto de antigua planta poligonal, que intentará regularizar hacia un espacio concebido como ámbito espacial de una nave y cabecera semicircular, cubierto por una cúpula elíptica con linterna.
El valor de este proyecto, que resuelve con solvencia la dificultad espacial (como subraya Alfonso Rodríguez de Ceballos en sus estudios de la arquitectura barroca en Castilla y León), se suplementa con el conocimiento sobre la arquitectura clasicista del maestro de obras, así como con la implementación de una exuberante decoración escenográfica de estirpe rococó a través de la disposición de yeserías y el amueblamiento de la propia sacristía con cajonerías y retablos-altar.

En su trabajo, se verá arropado por la presencia de diferentes artífices locales, como el arquitecto Francisco de Bazteguieta, junto a otros maestros del ámbito de la escultura de diversa procedencia. Si, para las cajonerías, el cabildo catedralicio, a través de los diputados de la obra, le proporcionará al carmelita un diseño de la cajonería de las Salesas de Madrid, la resolución del ornato de yesería tendrá su antecedente en obras del propio fraile, como por ejemplo la cabecera de San Gregorio Ostiense de Sorlada.
El mobiliario de la sacristía de la catedral de Burgos se compone de dos elementos que encajan, como son las cómodas a modo de haricots de influjo francés, ligadas al denominado estilo Luis XV, y unos respaldos que albergarán espejos y cuadros remarcados por una decoración de rocallas, relieves de paisajes y otros motivos florales y animales que recubren los tableros y columnas.
En la cabecera, y con una estructura similar, se dispondrán tres retablos con mesas de altar de planta borrominesca, ornados de motivos escultóricos y policromados y charolados. Las yeserías de estuco policromado siguen una tradición ornamental que en la catedral de Burgos tiene su precedente en la capilla de Santa Tecla, erigida bajo patrocinio del arzobispo Manuel de Samaniego y Jaca. Generando una sensación de horror vacui, junto a otros motivos escultóricos, promueven un sentimiento unitario en el recinto, reforzado por la luz que introducen dos óculos en los laterales del recinto y la linterna.
Decoración barroca en la nueva sacristía
La escultura de la capilla, en la que participarían miembros de la familia Romero, de los Ágreda y otros artífices, sirve para marcar los distintos programas iconográficos que presenta esta nueva sacristía.
La presencia de figuras de santos, adosadas a pilares o introducidas en hornacinas de la arquitectura y del retablo, nos hablan de devociones locales que, en algún caso, tuvieron altares en este recinto o en otros de la propia catedral. Así lo refrendan las imágenes de san Indalecio, san Julián Obispo, san Juan de Sahagún y san Fernando, del mismo modo que las imágenes en el retablo de santa Casilda, santa Bárbara y María Magdalena.

Las yeserías de los pies, cúpula y cabecera albergan, junto a los motivos animales de la Corona Coronación de la cajonería y la imagen central del retablo mayor de la sacristía, un ciclo con el contenido de la Redención, que tiene por protagonista a la Virgen María en diferentes escenas como la Anunciación, la Asunción y la Coronación, a las que acompañan diferentes símbolos que nos hablan de la victoria de la virtud sobre el pecado.
El ciclo mariano se completa con un interesante conjunto de lienzos con episodios de la vida de la Virgen, de la escuela de Luca Giordano, donados por el canónigo Tomás Quintana, y unos cobres que fueron propiedad de otro capitular, Diego Zamora Huidobro, a los que se unirán otros ejemplares conservados en la catedral de Burgos.
Un lugar privilegiado para las reliquias de la catedral de Burgos
En paralelo a la obra de la sacristía, fray José de San Juan de la Cruz llevará a cabo la adecuación del antiguo recinto que albergó los cultos de san Pedro y de san Juan de Sahagún, en el entorno de la antigua claustra vieja, para diseñar una capilla-relicario que dé respuesta a un antiguo anhelo de los canónigos: recuperar un ámbito específico para albergar las reliquias del templo, tras haber perdido el espacio que las albergaba por la transformación de la capilla de San Enrique en 1670.
Será en 1762 cuando se apruebe la realización, por parte del fraile carmelita, del diseño de esta nueva capilla, obra que supondrá la modificación del espacio precedente, así como la elaboración de un nuevo mobiliario con tres armarios relicarios diseñados por el mismo artista.
Si bien el diseño de la obra se llevará a cabo por fray José de San Juan de la Cruz , los trabajos serán ejecutados por otros artistas, encargándose de la arquitectura José Uribe y Miguel Villar, y del mobiliario y ornato de decoración Fernando González de Lara, que, bajo otros presupuestos estéticos, simplificará en algunos motivos la ejecución práctica de los retablos relicarios, que presentan un diseño de estirpe rococó, con una planta de notable movimiento y un alzado en el que se combina la disposición de hornacinas abiertas y nichos acristalados para disponer esculturas y relicarios. Junto a él trabajará el pintor dorador Manuel Martínez Barranco, encargado del dorado de los relicarios y policromía de las mesas de altar.
La arquitectura de planta centralizada cubierta por cúpula con linterna, está recubierta por yeserías policromadas, realizadas por Fernando González de Lara, que presentan motivos iconográficos de santos en las pechinas junto a imágenes de virtudes en la propia cúpula. El ornato de la capilla se completará con un diseño de motivos geométricos y bícromo en el suelo, y la disposición de una rejería de acceso, obra de los cerrajeros Manuel de la Peña y Melchor Gómez.
Obras mobiliares con continuidad estética
Las obras de la sacristía y la capilla-relicario tendrán también su continuidad estética en otras obras de arte mobiliar que se llevarán a cabo en la catedral de Burgos.
Por su importancia, hemos de destacar el nuevo retablo dedicado a san Juan de Sahagún, dispuesto en el antiguo ámbito de Santa Catalina de los Rojas, que sustituirá a uno anterior vendido a la localidad de Vallejera. Es una obra de gran empaque, de estirpe borrominesca en su diseño, que recuerda trabajos del padre jesuita Andrea Pozzo.

La autoría del diseño correspondió a José Cortés del Valle Martín, siendo ejecutado por Fernando González de Lara en 1769, quien incorporó motivos ornamentales de rocalla sobre la superficie.
La obra, que en arquitectura se dispone sobre un banco de piedra y tiene un frente de altar recubierto por mármoles, muestra un banco que alberga la hornacina con el relicario de san Juan de Sahagún y, sobre él, un espacio donde se dispondrá la escultura del titular, representado como canónigo e imagen de gran valor ejecutada por Juan Pascual de Mena, disponiéndose sobre ella unos relieves con iconografía de san Pedro y Dios padre en la gloria en el ático, realizados por Manuel Romero ‘el Viejo’.
Otras obras mobiliares de notable interés, responderán en la catedral de Burgos a este mismo espíritu decorativo. Por su valor debemos resaltar el retablo de San Quirce y Santa Julita, promovido por el canónigo Ramón de Larrinaga y Arteaga, obra ejecutada en 1774 por José del Valle Pérez, que muestra en el banco una copia de una pintura de Gian Lorenzo Bernini, las imágenes de san Quirce y santa Julita en el cuerpo central y la de san Pedro Nolasco en el ático.
La llegada del neoclasicismo a la catedral de Burgos
Las citadas transformaciones reflejan la presencia, en la catedral de Burgos, de un hálito tardobarroco en fechas muy avanzadas, que en otros lugares de Europa estaban ya marcadas por el impulso del Neoclasicismo.
Este tránsito, que se verá reflejado en otras obras de Fernando González de Lara en la catedral de Burgos, como el retablo mayor de la capilla de Santiago que cederá protagonismo a la arquitectura neoclásica, con presupuestos muy diferentes al último barroco.
De ello, da fe el texto que Antonio Ponz dedicaría a la sacristía de la catedral de Burgos, en el tomo dedicado a Burgos de su obra Viaje de España (1788): “Dando vuelta al semicírculo de la capilla mayor se halla la sacristía, que, con la antesacristía, he oído costó de adornar cuarenta mil ducados: tal es la confusión de estucos, figuras, ornatos chinescos, paisajes y otras raras invenciones del arquitecto, que fue un religioso carmelita. Un profesor de mucho mérito, que actualmente vive, dijo cuando, pasando por Burgos, vió esta obra, que se podía dar por deshacerla tanto como costó hacer, y soy de su opinión”.
* Este artículo fue originalmente publicado en la edición impresa de Muy Interesante o Muy Historia.