Han pasado casi quinientos años desde que Hernán Cortés estampó su firma en una hoja que hoy reabre interrogantes sobre su expansión y planificación estratégica. Este documento, datado el 20 de febrero de 1527, fue oficialmente repatriado por el FBI al gobierno de México el pasado 13 de agosto de 2025, tras permanecer desaparecido durante más de tres décadas. El acto, celebrado en una ceremonia oficial, representa mucho más que un gesto diplomático: es la recuperación de una pieza clave del rompecabezas histórico que conforma la conquista y colonización de Mesoamérica.
La hoja, una entre varias firmadas por Cortés en aquellos años turbulentos posteriores a la caída de Tenochtitlán, había sido sustraída —según estiman las autoridades— entre 1985 y 1993 del Archivo General de la Nación. Una fecha sospechosa que no fue elegida al azar: coincide con el periodo en que el archivo implementó un sistema de numeración con cera, una técnica archivística que terminó convirtiéndose en la pista decisiva para identificar y autenticar el manuscrito.
El contenido del documento: logística imperial
Más allá del simbolismo, el contenido del manuscrito devuelto encierra detalles fascinantes. Se trata de un registro administrativo que menciona pagos en oro común para cubrir los gastos de expediciones a territorios aún no explorados, probablemente vinculados a las rutas de especias en Asia. Este tipo de documentos no eran infrecuentes en la etapa posterior a la conquista de México, cuando Cortés —ya como marqués del Valle de Oaxaca— intentaba mantener su influencia y explorar nuevas rutas que expandieran su poder y riqueza personal, siempre bajo el amparo de la corona.
Lo verdaderamente llamativo es el contexto en que fue escrito: apenas días antes de que uno de los hombres de mayor confianza de Cortés fuera designado cogobernador de lo que entonces ya se conocía como Nueva España. Ese año, 1527, fue clave en la consolidación de las instituciones virreinales, tanto políticas como religiosas, que regirían la vida en el nuevo territorio hasta bien entrado el siglo XIX. Por tanto, la hoja no es solo una cuenta contable: es un testimonio tangible del engranaje administrativo que empezó a modelar el sistema colonial en América.

Una investigación que cruzó décadas y fronteras
La recuperación del documento ha sido fruto de un largo trabajo de coordinación internacional entre el FBI, el Departamento de Justicia de EE. UU., la policía de Nueva York y la oficina del FBI en Ciudad de México. Todo comenzó cuando el gobierno mexicano solicitó ayuda formal en 2024 para encontrar una página específica del archivo de Cortés —la número 28— cuya desaparición había sido notificada años atrás durante un proceso de microfilmado en 1993.
Gracias a un detallado inventario conservado por el Archivo General de la Nación —donde se registraron incluso los métodos de corte y desgarro de las hojas sustraídas—, los investigadores pudieron comparar estos datos con fotografías, pistas abiertas en internet y otras fuentes para dar con el manuscrito, que había cruzado varias manos en el mercado estadounidense sin que sus poseedores sospecharan de su origen ilícito.
Las autoridades optaron por no presentar cargos, ya que la hoja había pasado por demasiados propietarios para determinar responsabilidades claras. Aun así, la repatriación manda un mensaje claro: los bienes culturales robados o vendidos ilegalmente no pierden su condición de patrimonio, y los esfuerzos por recuperarlos no prescriben.
La memoria en papel y el legado de Cortés
El manuscrito repatriado no es una pieza aislada. En julio de 2023, otra carta de Cortés —relacionada con la compra de azúcar de rosas por valor de doce pesos de oro— fue devuelta por el FBI a México. Aquella también apareció en una casa de subastas estadounidense antes de ser interceptada por las autoridades tras una denuncia del gobierno mexicano. Ahora, con esta nueva devolución, suman dos los documentos originales de Cortés recuperados en menos de dos años.
Este esfuerzo forma parte de una tendencia global cada vez más consolidada: la restitución del patrimonio expoliado a sus países de origen. En el caso mexicano, iniciativas de este tipo han cobrado fuerza en los últimos años, con reclamos a museos europeos y casas de subastas internacionales para recuperar piezas arqueológicas, códices y objetos rituales saqueados desde el periodo colonial hasta el siglo XX.
La figura de Hernán Cortés, por supuesto, sigue siendo profundamente polémica. Para algunos, es símbolo de la conquista, la destrucción y la imposición cultural; para otros, representa el inicio de una nueva etapa histórica, por dolorosa que haya sido. Pero incluso quienes lo repudian reconocen la importancia de los documentos que llevan su firma: reflejan no solo decisiones políticas o militares, sino también las bases de un sistema colonial que transformó para siempre el continente americano.

Lo que queda por recuperar
El Archivo General de la Nación reportó la desaparición de 15 hojas en total, todas firmadas por Cortés y originalmente parte de una misma colección. El manuscrito recuperado ahora, marcado con cera entre 1985 y 1986, es solo uno más de los muchos que siguen en paradero desconocido. Pero su hallazgo alimenta la esperanza de que otros ejemplares puedan ser encontrados y repatriados en el futuro.
El FBI mantiene abierta su investigación y ha hecho un llamado a cualquier persona residente en Estados Unidos que pudiera tener información sobre el resto de las páginas. Incluso se han habilitado correos y teléfonos para recibir pistas de forma anónima, subrayando que ningún dato es insignificante cuando se trata de proteger el patrimonio histórico.
En un mercado internacional del arte que mueve decenas de miles de millones de dólares —y donde los manuscritos coloniales circulan a menudo sin escrutinio riguroso—, el caso Cortés pone de relieve los desafíos, pero también los avances, en la protección del legado cultural de los pueblos.