No es un secreto que muchas parejas parecen compartir rasgos físicos, actitudes o incluso estilos de vida. Este patrón, conocido como apareamiento selectivo o assortative mating, se ha documentado en humanos y en otras especies, desde peces hasta aves. En redes sociales, incluso se ha convertido en un juego popular: ¿son pareja o son hermanos?
La ciencia lleva décadas preguntándose por qué ocurre. Hasta ahora, se habían planteado explicaciones sociales y psicológicas: comodidad con lo familiar, presión cultural o la búsqueda de alguien con valores semejantes. Sin embargo, ninguna teoría lograba explicar de forma completa el fenómeno.
El nuevo estudio propone una alternativa inesperada: la clave podría estar en la herencia genética de rasgos y preferencias. Es decir, no solo heredamos cómo somos, sino también por quién nos sentimos atraídos.

El estudio que conecta genes y atracción
La investigación fue realizada por Kaitlyn Harper y Brendan Zietsch, psicólogos evolutivos de la Universidad de Queensland (Australia). Los resultados se publicaron en la revista Psychological Science en 2025 y ofrecen una perspectiva novedosa sobre cómo elegimos pareja.
Las autoras sugieren que cuando una persona hereda un rasgo, como la altura, puede heredar también de su otro progenitor la preferencia por ese mismo rasgo. Así, alguien alto no solo lo es por genética, sino que también tiende a sentirse atraído por personas altas.
"Las piezas estaban allí, pero no se habían conectado de esta manera antes", dijo Harper.
Este sencillo mecanismo podría explicar por qué, de forma natural y sin planificación consciente, se generan correlaciones genéticas que hacen que los individuos busquen parejas parecidas a ellos mismos.
Simulando el amor en ordenador
Para comprobar su hipótesis, Harper y Zietsch recurrieron a un método innovador: modelos de simulación por ordenador. Crearon poblaciones ficticias con individuos que tenían tanto rasgos heredados como preferencias heredadas por ciertos rasgos.
Los investigadores observaron estas poblaciones durante 100 generaciones virtuales, donde los individuos elegían pareja siguiendo esas preferencias. Sorprendentemente, sin introducir factores culturales ni sociales, el sistema generó automáticamente un patrón de apareamiento selectivo.
"El modelado basado en agentes nos ayudó a conectar los puntos: al simular poblaciones, pudimos ver que el apareamiento surtido surgió naturalmente sin la necesidad de suposiciones o procesos adicionales", dijo Harper.
Incluso cuando los modelos añadieron condiciones más realistas —como la presión de selección en el número de hijos—, las correlaciones entre rasgos y preferencias siguieron apareciendo, aunque con menor estabilidad.

Una explicación elegante y general
Lo más llamativo de este trabajo es su simplicidad. Sin necesidad de complicadas teorías sociales, el modelo muestra que el parecido entre parejas puede surgir de manera natural cuando las preferencias y los rasgos se heredan juntos.
Este hallazgo no solo explica el fenómeno en humanos, sino que podría aplicarse también a otras especies animales. En peces, por ejemplo, se ha observado que tienden a elegir compañeros con características similares, algo que hasta ahora se atribuía a factores ambientales.
"Debido a que el mecanismo es tan general, también puede aplicarse al apareamiento surtido en animales, donde muchas de las explicaciones propuestas para los humanos no tendrían sentido", dijo Harper.
La propuesta de Harper y Zietsch unifica distintas observaciones en una explicación coherente: el amor por lo parecido estaría inscrito en nuestra biología.
Más allá del parecido físico
Aunque el estudio utiliza ejemplos como la estatura, los autores señalan que este mecanismo también puede aplicarse a rasgos de personalidad o comportamiento. Si alguien hereda de un progenitor la extroversión y del otro la preferencia por personas extrovertidas, será más probable que termine con alguien con esa característica.
Esto tiene implicaciones importantes para la genética de poblaciones. Cuando personas con rasgos similares se emparejan de forma sistemática, se crean subgrupos genéticos donde ciertas características se refuerzan.
"El poder de este hallazgo está en su parsimonia: muestra que un fenómeno que ha desconcertado a los investigadores durante décadas puede entenderse a través de una explicación que se escondía a plena vista", dijo Harper.
En última instancia, este proceso podría influir en la diversidad genética de poblaciones humanas y animales, mostrando cómo algo tan íntimo como la elección de pareja tiene consecuencias evolutivas profundas.

Lo que nos dice sobre nosotros mismos
El estudio no niega la importancia de factores sociales, culturales o emocionales en la atracción. Más bien, revela que, en el trasfondo, hay un mecanismo biológico que predispone nuestras elecciones de manera casi inevitable.
Los investigadores destacan que este hallazgo abre nuevas líneas para comprender la psicología evolutiva y los patrones de atracción, así como para explorar cómo se transmiten ciertas características en la población a lo largo del tiempo.
En palabras de Harper, lo valioso es la claridad del resultado: un fenómeno que parecía complejo puede explicarse con una regla simple y universal. Y, de paso, nos recuerda que incluso en el terreno del amor, los genes también tienen voz.
Referencias
- Harper, K., & Zietsch, B. (2024). Assortative Mating is a Natural Consequence of Heritable Mate Preferences and Preferred Traits. doi: 10.31234/osf.io/ycaxz_v1