Arqueólogos descubren en Egipto una copia intacta del Decreto de Canopo y la califican como 'el hallazgo del siglo': es el edicto religioso más importante hallado en 150 años

Descubren en Egipto una estela de más de 2.200 años con el Decreto de Canopo completo, escrita solo en jeroglíficos y en perfecto estado de conservación.
La versión recientemente descubierta del Decreto de Canopo destaca por estar escrita exclusivamente en jeroglíficos, a diferencia de las anteriores que combinaban varias lenguas
La versión recientemente descubierta del Decreto de Canopo destaca por estar escrita exclusivamente en jeroglíficos, a diferencia de las anteriores que combinaban varias lenguas. Foto: Ministerio de Turismo y Antigüedades de Egipto

Durante más de siglo y medio, los arqueólogos soñaron con encontrar una nueva copia completa del Decreto de Canopo, uno de los textos más influyentes del Egipto ptolemaico. Ese deseo se ha hecho realidad en Tell El-Fara’in, en el corazón del Delta del Nilo. Allí, bajo capas de historia olvidada, una misión arqueológica egipcia ha sacado a la luz una estela de piedra arenisca que conserva íntegramente este decreto real de más de 2.200 años de antigüedad. El hallazgo no solo fascina por su rareza, sino por el impacto que puede tener en la comprensión del mundo egipcio en la era helenística.

La pieza, tallada en piedra con inscripciones jeroglíficas cuidadosamente grabadas, presenta una versión íntegra del decreto proclamado en el año 238 a.C. bajo el reinado de Ptolomeo III Evergetes. A diferencia de otros ejemplares encontrados anteriormente, que combinaban jeroglíficos, escritura demótica y griego, esta nueva copia está escrita exclusivamente en jeroglíficos, lo que la convierte en una joya única para los estudiosos del antiguo Egipto. No se trata solo de un texto: es una ventana al alma de una civilización que fusionaba tradiciones milenarias con el legado griego que impregnaba la época de los Lágidas.

Un hallazgo insólito en un lugar con mucha historia

El lugar del hallazgo, Tell El-Fara’in —antiguamente conocida como Imet—, ya era un sitio arqueológico de peso. Ubicado en la gobernación de Sharqia, al noreste de El Cairo, este enclave fue una ciudad relevante desde el Reino Medio y vivió un importante auge durante el periodo ptolemaico. Allí se han descubierto anteriormente templos monumentales y edificaciones residenciales de alto estatus, incluyendo uno dedicado a la diosa Uadyet, símbolo de protección del Bajo Egipto. El descubrimiento de esta estela suma ahora una nueva capa a la importancia del sitio.

Según Egypt Daily News, la estela mide aproximadamente 1,27 metros de alto, 83 centímetros de ancho y unos 48 de grosor. En su parte superior, destaca la representación simbólica de un disco solar alado flanqueado por dos cobras reales que portan las coronas blanca y roja de Egipto, símbolos de la unificación de las Dos Tierras. Entre ellas se lee la fórmula “Di Ankh” —"El que da la vida"—, un mensaje con resonancias religiosas y políticas que abre paso a las 30 líneas de jeroglíficos que contienen el decreto.

Una de las versiones del Decreto de Canopo, redactada en tres lenguas, se encuentra expuesta en el Museo Egipcio de El Cairo
Una de las versiones del Decreto de Canopo, redactada en tres lenguas, se encuentra expuesta en el Museo Egipcio de El Cairo. Foto: Wikimedia

Más que un decreto: un retrato político, religioso y científico

Lo que convierte al Decreto de Canopo en un documento extraordinario no es solo su forma, sino su contenido. Fue promulgado tras una gran reunión de sacerdotes en la ciudad de Canopo —hoy sumergida cerca de Abu Qir, en las cercanías de Alejandría— para conmemorar a la familia real ptolemaica, especialmente al rey Ptolomeo III, su esposa Berenice II y su hija recientemente fallecida. Pero el texto va mucho más allá de la devoción dinástica.

Este edicto es una crónica oficial del poder, de la religión y de los avances científicos de la época. En él se documentan campañas militares exitosas, donaciones reales a templos y políticas fiscales aplicadas durante las crecidas deficientes del Nilo. También aparece uno de los aportes más revolucionarios de la era: la introducción de un sistema de calendario más preciso que incorporaba, por primera vez en Egipto, un día extra cada cuatro años, anticipándose en siglos al calendario juliano romano. Esta propuesta de “año bisiesto” tenía el propósito de armonizar los rituales religiosos con los ciclos astronómicos, revelando una notable comprensión de la astronomía por parte de los sabios egipcios.

Además, el decreto instituía un nuevo título sacerdotal en honor al rey y su familia, así como un festival anual en coincidencia con la salida heliacal de la estrella Sirio, fenómeno que marcaba el inicio del año nuevo egipcio. La asociación entre la divinidad estelar y la familia real elevaba simbólicamente a los soberanos a un plano celeste, consolidando su autoridad tanto en la tierra como en el cosmos.

Una copia excepcional por su estado de conservación

Hasta la fecha, se conocían seis versiones del Decreto de Canopo, encontradas en lugares como Tanis, Kom El-Hisn y Tell Basta. Muchas estaban fragmentadas o incompletas. La mayoría, además, incluían las tres lenguas oficiales del periodo ptolemaico: jeroglífico para los rituales religiosos, demótico para los asuntos administrativos, y griego para la burocracia estatal helenizada. Esta tríada reflejaba la convivencia cultural que caracterizaba a Egipto bajo dominio griego.

Sin embargo, la nueva copia descubierta en Tell El-Fara’in rompe con ese patrón. Al estar escrita solo en jeroglíficos y ser una versión completa, permite analizar cómo se construía la ideología del poder cuando se dirigía exclusivamente al público egipcio tradicional. Este hecho, aparentemente menor, puede ofrecer nuevas pistas sobre el uso diferenciado del lenguaje según el contexto ceremonial o administrativo.

Algunos expertos ya han destacado que el uso exclusivo de jeroglíficos podría responder a una intención simbólica: legitimar al monarca ante los sacerdotes y la población egipcia como continuador de las antiguas tradiciones faraónicas, a pesar de ser un rey de origen griego. Es decir, un intento de encarnar no solo el poder político, sino también el religioso y cultural de los antiguos dioses-reyes.

El valor científico del hallazgo va más allá de la pieza en sí. Su descubrimiento reaviva el interés por una región —la del Delta oriental— que aún conserva numerosos secretos arqueológicos. Sharqia, muchas veces eclipsada por otros destinos más turísticos como Luxor o Alejandría, ha demostrado tener un potencial extraordinario como núcleo de investigaciones sobre el Egipto ptolemaico.

Esculturas de dos divinidades halladas durante las excavaciones arqueológicas en Tell el-Fara’in, Egipto
Esculturas de dos divinidades halladas durante las excavaciones arqueológicas en Tell el-Fara’in, Egipto. Foto: Istock

La estela presenta inscripciones legibles y bien conservadas, lo que permitirá no solo una mejor lectura del texto sino una reconstrucción más precisa del estilo epigráfico de la época. El análisis comparativo con otras versiones podría revelar variantes regionales, adaptaciones religiosas locales e incluso errores de transcripción que sirvan para comprender cómo se transmitían los decretos oficiales en diferentes partes del país.

Este tipo de hallazgos son fundamentales para reconstruir no solo la cronología de los reinados, sino también la evolución del lenguaje, los sistemas religiosos y la administración del antiguo Egipto. Una simple piedra tallada, como esta estela, puede aportar más información que una decena de papiros deteriorados.

El legado de un hallazgo que resiste al tiempo

El Decreto de Canopo, al igual que su famoso “hermano” la Piedra de Rosetta, no es solo un objeto arqueológico. Es una declaración de intenciones. Un espejo de una sociedad compleja, mestiza, que supo integrar elementos autóctonos con influencias griegas sin perder su esencia.

La nueva copia descubierta en Tell El-Fara’in no solo completa el corpus conocido de este edicto, sino que aporta una pieza clave al puzle de la historia egipcia. Nos recuerda que aún hay mucho por descubrir bajo la arena del Nilo, y que cada hallazgo es una oportunidad para volver a contar una historia que, aunque escrita en piedra, sigue viva.

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