Tonterías cuánticas: cuando la pseudociencia se disfraza de física

De la homeopatía a la llamada sanación cuántica, la física más compleja se ha convertido en un argumento para vender remedios milagrosos. Así funcionan las «tonterías cuánticas».
Tonterías cuánticas- cuando la pseudociencia se disfraza de física
Homeopatía, sanación y misticismo cuántico: los peligros de usar mal la ciencia. Fuente: iStock (composición).

Hay una leyenda que dice que el rey Ptolomeo I de Egipto, agobiado por la complejidad de las matemáticas de su tiempo, le preguntó a Euclides, el famoso matemático, si existía una manera más fácil de aprender geometría que no fuera mediante el lento estudio de los elementos, la colosal obra en trece tomos que resumía las matemáticas conocidas en aquel momento. Y el gran Euclides, mirando al rey con cierta simpatía, le contestó: «Majestad, no hay atajos para la geometría». Aunque esta historia posiblemente sea apócrifa, nos sirve como ejemplo para mostrarnos una realidad cotidiana: la de que nos gustaría encontrar maneras fáciles para hacer las cosas o conseguir un objetivo sin esfuerzo.

Esta búsqueda de atajos la podemos percibir en muchas facetas de nuestra vida diaria. Queremos adelgazar sin cambiar nuestra alimentación o sin hacer deporte de forma habitual, aprender idiomas en un abrir y cerrar de ojos, perder arrugas con una crema, dejar de fumar de la noche a la mañana o hacernos ricos jugando a los juegos de azar. Es natural que nos atraiga la idea de conseguir resultados sin mucho esfuerzo. Sin embargo, esta inclinación también puede llevar a que algunos se aprovechen de nuestra vulnerabilidad. Por ejemplo, están quienes ofrecen curas milagrosas para enfermedades, prometiendo soluciones fáciles y rápidas en vez de los tratamientos médicos convencionales, que pueden ser largos e incluso dolorosos, pero basados en la evidencia científica.

En este contexto de falsas promesas y remedios sin fundamento, los defensores de las pseudociencias emplean el lenguaje de manera estratégica para otorgar a sus afirmaciones una apariencia de credibilidad y solidez científica superior a la que verdaderamente poseen. A través de una mezcla cuidadosa de terminología científica y técnicas retóricas, logran crear una fachada de legitimidad que puede engañar a quienes no están familiarizados con el método científico o los detalles específicos de cada disciplina en cuestión. Imaginen un mundo donde entidades diminutas coexisten simultáneamente en múltiples ubicaciones, en el cual los gatos oscilan entre la vida y la muerte dentro de una caja hasta ser observados y objetos distantes se entrelazan de formas que desafían nuestra comprensión cotidiana. En este dominio de incertidumbres, las nociones habituales retroceden para dar paso a un escenario cuyas normas parecen ser el capricho de un universo juguetón en un arrebato de creatividad. Bienvenidos al mundo cuántico.

Y este es el lugar perfecto para el fenómeno de las «tonterías cuánticas», término con el que describimos el uso erróneo y la interpretación indebida de los principios cuánticos, que potencialmente puede alcanzar su más peligrosa expresión en el mundo de la salud y el bienestar espiritual. Veamos algún ejemplo.

Samuel Hahnemann, inventor de la
homeopatía la cual se basa en su doctrina
de «lo similar cura lo similar».
Samuel Hahnemann, inventor de la homeopatía la cual se basa en su doctrina de «lo similar cura lo similar». Fuente: Wikimedia Commons.

Homeopatía

Fundada a finales del siglo xviii por el médico alemán Samuel Hahnemann, la homeopatía se basa en el concepto de que «lo similar cura lo similar » (similia similibus curentur). Según este principio, sustancias que causan síntomas en individuos sanos pueden, cuando se administran en dosis muy diluidas, tratar síntomas similares en personas enfermas. Este enfoque contrasta marcadamente con los principios de la medicina convencional, donde se usan sustancias para contrarrestar los síntomas de la enfermedad.

La práctica homeopática comienza con la dilución sucesiva de una sustancia madre (que puede ser de origen vegetal, animal o mineral) en agua o alcohol. Estas diluciones se realizan a menudo a tal extremo que, estadísticamente, es improbable que quede incluso una molécula de la sustancia original en la solución final. Después de cada dilución, la solución se somete a un proceso conocido como «dinamización» o «sucusión», que implica agitar vigorosamente la solución. Los homeópatas creen que este proceso transfiere la «esencia» o «energía» de la sustancia original al solvente, y que esto es lo que confiere la capacidad curativa al remedio.

La escala de dilución más comúnmente utilizada en la homeopatía es la «escala C», donde cada dilución implica una proporción de 1:100. Por ejemplo, una dilución de 30C significa que la sustancia original se ha diluido 30 veces, a razón de 1 parte de sustancia por 99 partes de solvente cada vez. Esto resulta en una dilución tan extrema que, con la física y la química más básica en la mano, nos lleva a la conclusión de no queda nada de la sustancia original. Ante este argumento aplastante, dado que muchas diluciones homeopáticas superan el orden del número de Avogadro y es improbable que contengan siquiera una sola molécula de la sustancia original, la pregunta consecuente es sobre cómo es posible que puedan tener un efecto terapéutico y causar un efecto demostrable.

Para contrarrestar las críticas hacia sus cuestionables e irracionales prácticas, algunos homeópatas han recurrido a la física cuántica, y más específicamente, a la controvertida teoría de la «memoria del agua». Este concepto fue propuesto por el investigador francés Jacques Benveniste en los años 80, basado en experimentos que, según él, evidenciaban la capacidad del agua de conservar una impresión de las sustancias con las que había entrado en contacto, aun después de ser diluidas repetidamente. Benveniste sugirió que esta memoria del agua podía explicar cómo funcionaban los remedios homeopáticos diluidos. Sin embargo, su investigación fue ampliamente criticada por la comunidad científica debido a graves errores metodológicos y los resultados nunca se pudieron replicar de manera confiable.

Desde la perspectiva de la física y la química convencionales, la hipótesis de la memoria del agua contradice el entendimiento actual de cómo funcionan las moléculas en solución. Además, la mecánica cuántica, que gobierna el comportamiento de las partículas a nivel subatómico, no ofrece una base científica sólida para la homeopatía. Los principios de la mecánica cuántica, como la superposición y el entrelazamiento, ocurren a escalas muy pequeñas y no se aplican de manera que expliquen una supuesta «memoria del agua» o la eficacia de las diluciones homeopáticas. Los estudios rigurosos y las revisiones sistemáticas han demostrado de forma consistente que los tratamientos homeopáticos no funcionan mejor que un placebo para ninguna condición de salud.

El concepto de la teoría de la «memoria del agua» se basa en la capacidad de esta de conservar una
impresión de las sustancias con las que entra en contacto, aun después de ser diluidas repetidamente.
El concepto de la teoría de la «memoria del agua» se basa en la capacidad de esta de conservar una impresión de las sustancias con las que entra en contacto, aun después de ser diluidas repetidamente. Fuente: Pixabay.

Sanación cuántica

En una etapa más elaborada de charlatanería terminológica sobre los conceptos de la física cuántica y unidas a otras disciplinas como la psicología o la neurociencia, que tampoco escapan a su malinterpretación, aparece lo que se conoce como «sanación cuántica». Un concepto popularizado por el hindú Deepak Chopra en su libro homónimo de 1989. Sus delirios, mezclando la física cuántica con la pseudomedicina ayurvédica, le han llevado a realizar afirmaciones tales como que el virus del SIDA emite un sonido que lleva al ADN a su destrucción y que puede ser tratado, según él, contrarrestándolo con una «vibración sonora cuántica ayurvédica». Sus libros, que rozan el centenar, están repletos de sinsentidos y frases envueltas en retórica y exotismo. Basta este otro ejemplo como una muestra de lo ridículo de sus afirmaciones: «Cada uno de nosotros somos un campo localizado de energía e información con bucles de retroalimentación cibernética interactuando dentro de un campo no local». Sin comentarios.

Misticismo cuántico

Este movimiento aborda la hipótesis de que las leyes que rigen la física cuántica poseen paralelismos con principios espirituales o trascendentales, como la creencia en una divinidad, la esencia del alma, o estados superiores de consciencia. Dentro de este contexto, Fritjof Capra, un físico teórico y autor del libro El Tao de la Física, argumenta que existe una armonía entre los fenómenos cuánticos y las filosofías espirituales de tradiciones orientales, sugiriendo que ambos campos exploran realidades interconectadas desde perspectivas diferentes. Por otro lado, Amit Goswami, un físico y escritor conocido por su libro El universo autoconsciente, sostiene que la física cuántica puede validar la primacía de la conciencia sobre la materia, proponiendo un marco en el cual la consciencia es la fuerza fundamental del universo.

Ambos pensadores se han enfrentado con duras críticas por parte de la comunidad científica y filosófica. Las críticas se centran en que sus interpretaciones pueden desviarse significativamente de los principios científicos establecidos, aplicando los conceptos de la física cuántica a contextos espirituales o metafísicos sin una base empírica sólida. Sus enfoques pueden confundir la distinción entre exploraciones científicas objetivas y especulaciones filosóficas o espirituales, potencialmente llevando a malentendidos sobre la naturaleza y el alcance de la ciencia cuántica. Y aunque suelen ser relativamente prudentes con sus afirmaciones, juegan con la ambigüedad y dejan la puerta abierta a especulaciones sin evidencia.

Sanación cuántica y otros engaños: lo que la ciencia dice frente a las falsas promesas
Sanación cuántica y otros engaños: lo que la ciencia dice frente a las falsas promesas. Fuente: Pixabay.

Miscelánea de tonterías cuánticas

Internet y los mercadillos populares están repletos de productos como colgantes, brazaletes o minerales que se venden bajo el rótulo de «cuánticos», «con el poder de la cuántica», «vibraciones cuánticas» y otras lindezas de ese estilo, promocionados como si fueran remedios milagrosos para la salud o para mejorar nuestra vida. Pero la realidad es que son un fraude. Tampoco ayuda la forma en que la mecánica cuántica se presenta en películas, cómics y libros. A menudo, los creadores de contenido recurren a la física cuántica como una herramienta narrativa para justificar fenómenos inexplicables o para añadir un velo de misterio y sofisticación a sus historias.

La jerga cuántica pseudocientífica no solo adolece de falta de rigor científico y es engañosa, sino que también constituye un riesgo tangible y potencialmente dañino. Posee la capacidad de minar el respeto y comprensión del público hacia la ciencia verdadera y sus procesos, promoviendo un enfoque hacia creencias sin base racional y supersticiones. Además, su utilización puede explotar el desconocimiento y la susceptibilidad de personas en busca de soluciones simples a problemas complejos, poniéndolas en riesgo de fraudes, engaños o perjuicios, que pueden ser trágicos cuando se trata de la salud. Resulta esencial ejercer un análisis crítico sobre la pseudociencia cuántica y enfrentarla con una educación científica robusta y un escepticismo constructivo, haciendo una distinción clara respecto a la ciencia auténtica.

Como conclusión podríamos decir rotundamente que no hay atajos para la física cuántica. Se necesitan muchos años de estudio y matemáticas avanzadas para acercarse a una comprensión seria de esta disciplina. Si es que alguien la entiende… Ya lo dijo Murray Gell-Mann, premio Nobel de Física en 1969, que describió a la mecánica cuántica como «esa disciplina misteriosa y confusa que nadie de nosotros entiende de verdad pero que sabemos cómo usar». Y recuerden, como dijo otro premio Nobel de Física, el gran Richard Feynman: «Hay que tener la mente abierta. Pero no tanto como para que se te caiga el cerebro».

Recomendamos en