Influenciados, quizás, por la belleza de ejemplares como el tapiz de Bayeux o la serie conocida como La dama y el unicornio, solemos vincular el uso de tapices a la Edad Media y Moderna de las culturas mediterráneas y europeas. Pero ¿y si el tapiz hubiese sido un arte cultivado ya en la tierra entre dos ríos? La arqueología, la filología y la historia del arte demuestran hoy que en la antigua Mesopotamia ya se tejían y empleaban tapices en los contextos palaciales y de élite. Estudios como el que firma la arqueóloga Joanna S. Smith han permitido reconstruir con precisión los orígenes de este arte textil entre los pueblos del Próximo Oriente —en particular los de Siria y el norte de Mesopotamia— que dominaron las técnicas del tejido complejo a partir de los inicios del II milenio a.C.
Los tapices: una técnica de prestigio en el mundo antiguo
La técnica de la tapicería, basada en el tejido discontinuo de hilos de trama para crear campos de color compactos, tiene un origen que se remonta a la antigüedad. Ya en la Edad del Bronce y el inicio de la Edad del Hierro, estos tejidos eran objetos de lujo multifuncionales que podían usarse como prendas, cortinas, cubiertas de mobiliario o elementos decorativos portátiles, capaces de convertir cualquier espacio en un ámbito de prestigio.
En Mesopotamia, los tapices se vinculaban al entorno palaciego y a la realeza. Su capacidad para combinar múltiples colores y motivos figurativos los convertía en símbolos visibles de autoridad. Así, poseer un tapiz era poseer una manifestación material del poder. No obstante, la producción de estas piezas de lujo no siempre se restringía a los talleres artesanos reales: también se elaboraban en ámbitos domésticos o semiartesanales por familias de tejedores especializados.

La evidencia lingüística: el enigmático término mardatum
Aunque la fragilidad de los materiales no ha permitido recuperar ejemplares de tapices mesopotámicos, los investigadores han conseguido localizar huellas de su existencia. El primer indicio documental de los tapices mesopotámicos proviene del término acadio mardatum. Este vocablo se documenta por primera vez en el siglo XIX a.C. en los archivos de Kanish (Anatolia) y, posteriormente, en ciudades como Mari, Alalakh, Nuzi o Ugarit. El mardatum designaba un tejido multicolor elaborado con una técnica especial concreta: con probabilidad, aludiría a un tapiz o tejido de trama discontinua.
El análisis etimológico del término sugiere, además, un significado simbólico a mayores. La raíz semítica mrd, de la que deriva mardatum, se relaciona con los conceptos de firmeza y protección, lo que asocia estos tejidos a la noción de poder y defensa real. En Mari, por ejemplo, el tejido mardatum se empleaba para cubrir tronos y paredes. Incluso aparecen en inventarios reales como objetos de prestigio destinados a las ceremonias o como regalos diplomáticos. En otros casos, se los menciona junto a tejidos denominados massilâtum y hayyû, que también eran multicolores, usados en contextos sacros y cortesanos.

Los talleres y los tejedores especializados
Los textos cuneiformes de los siglos XVIII y XVII a.C. ofrecen más información sobre quiénes tejían estos tapices. En Alalakh y Nuzi, por ejemplo, aparecen mencionados los mardatuhuli, literalmente “fabricantes de mardatum”, lo que apunta a la existencia de un oficio especializado.
En algunos registros incluso se enumeran familias enteras dedicadas a esta labor. Por ello, se ha hipotetizado que existía una organización productiva basada en la institución familiar, transmitida de generación en generación y con un alto grado de especialización técnica.
Durante el período de hegemonía mitania (siglos XV–XIV a.C.), el uso de los tapices alcanzó una amplia difusión. Los hallazgos arqueológicos en Egipto, donde se han identificado tejidos de tapicería en tumbas de la dinastía XVIII, apuntan a que las técnicas de origen sirio y mesopotámico fueron transmitidas al valle del Nilo por cautivos o artesanos procedentes del norte. Aunque las piezas conservadas en Egipto están tejidas con lino y no con lana (el material textil estrella en Mesopotamia), su ejecución parece ligarse a los modelos mesopotámicos.

Los instrumentos del tejedor: las huellas materiales del tapiz
Si bien no se han recuperado fragmentos de tapices mesopotámicos, la arqueología sí ha logrado identificar algunos de los instrumentos utilizados en su confección. En Siria, Egipto, Levante y Chipre, se han hallado batidores, herramientas de hueso con la punta desgastada que se utilizaron para batir las tramas del tejido. Algunos ejemplares incluso presentan perforaciones que sugieren que el artesano las llevaba colgadas al cuello, tal como se documenta en el mundo griego posterior.
Los ejemplares de batidores más antiguos provienen de niveles del siglo XVIII a.C. en Alalakh. Esta datación los vincula directamente con los testimonios textuales sobre el mardatum. La presencia de estas piezas en contextos tanto domésticos como funerarios parece confirmar que la tapicería también era una práctica difundida en distintos niveles sociales que, probablemente, trabajaban bajo encargo de las élites.
En cuanto a los telares, el telar vertical —usado por hombres en Egipto y, quizás, importado desde el Levante— y el telar de pesas—común en Anatolia, Chipre y el Egeo— son los más adecuados para producir tapices. Las evidencias de pesos de telar y batidores en los mismos contextos arqueológicos, por tanto, refuerzan la hipótesis de que estos telares pudieron emplearse en la producción de tapices.

Función y significado de los tapices en la sociedad mesopotámica
Los textos asirios y hurritas demuestran que los tapices formaban parte de los ajuares reales, cubrían tronos, paredes y carros de guerra, y servían, además, como obsequios diplomáticos entre reyes y altos dignatarios. En algunos casos, las descripciones mencionan que los tejidos presentaban elementos figurativos, con animales, fortalezas y representaciones del propio monarca, lo que los convierte en verdaderas narraciones tejidas del poder.
Un inventario hallado en Kār-Tikulti-Ninurta (siglo XIII a.C.), por ejemplo, describe un mardatum de “cinco secciones” que, adornado con bordes multicolores, presentaba motivos de ciudades fortificadas y figuras reales. Esta descripción sugiere que los tapices podían componerse de paneles cosidos entre sí. Los tapices, además, se habrían enmarcado en estructuras de madera, como las que se han hallado en Mari, donde un panel con incrustaciones y restos de pasta roja pudo haberse utilizado para sostener tejidos decorativos.

El legado mesopotámico y su proyección mediterránea
Aunque las piezas mesopotámicas no se hayan conservado debido a la fragilidad de los materiales, la combinación de evidencias textuales, terminológicas y arqueológicas demuestra tanto la existencia como la sofisticación de estas creaciones textiles. Como sostiene la arqueología, el arte del tapiz viajó desde Siria y Mesopotamia hacia Egipto, Chipre y el Egeo, donde continuó desarrollándose hasta convertirse en una tradición bien asentada.
La reconstrucción de Joanna S. Smith permite afirmar con fundamento que en la antigua Mesopotamia ya existían tapices tejidos con técnicas complejas, asociados al poder real y al prestigio social, varios siglos antes de las célebres manufacturas helénicas y europeas. El estudio conjunto de los textos —en especial las menciones al mardatum—, de los talleres de tejedores y de los instrumentos hallados en el terreno ofrece una imagen detallada de cómo estos tejidos funcionaban como vehículos de identidad política y simbólica.
Referencias
- Smith, Joanna S. 2015. "Tapestries in the Bronze and Early Iron Ages of the Ancient Near East”, en Textile Production and Consumption in the Ancient Near East. Oxbow Books.