La historia comienza con un diente. No un simple diente cualquiera, sino un enorme y desgastado colmillo inferior de casi seis centímetros, perteneciente a un animal ya extinto, desconocido hasta ahora. Fue encontrado en la Formación Tremembé, una unidad geológica en el corazón de la Cuenca de Taubaté, en el estado brasileño de São Paulo. Aunque aislado, el diente ha resultado ser un testimonio invaluable del pasado: la pieza clave para reconstruir la existencia de una criatura carnívora de gran tamaño que reinó como depredador tope en un entorno pantanoso que ya no existe.
El estudio, publicado en la Revista Brasileira de Paleontologia y liderado por el paleontólogo Caio César Rangel y su equipo, ofrece una descripción minuciosa del ejemplar y lo sitúa dentro de un grupo enigmático de metaterios sudamericanos llamados Sparassodonta, concretamente dentro de la familia Proborhyaenidae, extinta hace millones de años. Estos animales, parientes lejanos de los actuales marsupiales, desarrollaron formas corporales y adaptaciones tan extremas que a menudo son comparados con carnívoros placentarios como los felinos o los perros, aunque evolucionaron por caminos completamente distintos.
Un colmillo que habla de violencia y especialización
El fósil, catalogado como MHNT.VT.2075 y conservado en el Museo de Historia Natural de Taubaté, consiste en un colmillo inferior derecho con una curvatura marcada y signos evidentes de desgaste. Esa inclinación hacia adelante, conocida como “procumbencia”, no es un detalle menor: indica que el diente se proyectaba hacia el frente de la mandíbula, lo que sugiere un uso activo y repetido, probablemente en la captura o procesamiento de presas.
Además, el colmillo presenta sulcos profundos, tanto en la cara lingual como labial, una característica común entre los proborhyaénidos. Estas marcas podrían haber reforzado la estructura del diente, permitiéndole resistir las tensiones extremas del acto de morder. Esos surcos, junto con la morfología general del canino y su raíz abierta (indicativa de crecimiento continuo), han permitido a los investigadores diferenciarlo de otros grupos similares y confirmar su pertenencia a un depredador especializado.
Aunque el diente no puede asignarse aún a una especie conocida ni nombrarse formalmente como nueva, su tamaño y características lo vinculan con algunos de los mayores representantes del linaje, colocándolo en el escalón más alto de la cadena trófica del Oligoceno brasileño.

Un depredador en tierra de gigantes
La Formación Tremembé, donde fue hallado el fósil, corresponde a un ecosistema lacustre de hace entre 29 y 21 millones de años, una etapa marcada por cambios globales drásticos. El planeta atravesaba un periodo de enfriamiento tras la época más cálida del Eoceno, lo que produjo una gran reconfiguración de los ecosistemas. En Sudamérica, estas transformaciones provocaron una renovación importante en la fauna terrestre.
En ese escenario emergieron los sparassodontes como los principales depredadores. Con ausencia de carnívoros placentarios, estos metaterios ocuparon un nicho que en otros continentes dominarían tigres y lobos. Destacaban por sus cráneos masivos y dientes enormes, lo que sugiere un estilo de vida similar al de los actuales felinos grandes, aunque con adaptaciones propias de un linaje completamente distinto.
La fauna que compartía el hábitat con este “monstruo del pantano” también era sorprendente: grandes herbívoros como los notoungulados, los extraños pyrotherios, los elegantes litopternos e incluso astrapoterios de aspecto parecido a tapires. Esta riqueza biológica convierte a la Cuenca de Taubaté en un auténtico santuario paleontológico del Paleógeno sudamericano.
El hallazgo también ayuda a iluminar la evolución y declive de estos depredadores únicos. Aunque prosperaron durante buena parte del Paleógeno, los sparassodontes fueron perdiendo protagonismo con el tiempo. A medida que el clima cambiaba y nuevas especies surgían, muchos de estos linajes fueron desapareciendo. Los proborhyaénidos, en particular, parecen haber desaparecido hacia finales del Oligoceno, justo antes de que surgieran otros grupos como los tilacosmíleos, sus aparentes descendientes o parientes cercanos, famosos por sus colmillos en forma de sable.
A pesar de compartir algunas características, como el tamaño o la especialización carnívora, la raíz abierta del colmillo y sus sulcos distintivos lo acercan más al modelo clásico de Proborhyaena, lo que sugiere que en este rincón del Brasil oligocénico todavía vivían formas más “primitivas” del grupo, incluso mientras otros linajes comenzaban a adoptar estrategias más extremas.

Una pieza más del rompecabezas paleontológico sudamericano
Lo más fascinante de este descubrimiento no es solo el diente en sí, sino lo que representa. En paleontología, cada hallazgo es una pieza más de un rompecabezas enorme, y a menudo incompleto. Un solo colmillo puede contar historias de comportamiento, ecología, biogeografía y evolución. En este caso, el fósil permite extender la distribución geográfica conocida y añadir una voz más al coro de animales que habitaban lo que hoy es una región densamente urbanizada del Brasil sudoriental.
El artículo publicado en la Revista Brasileira de Paleontologia es, por tanto, mucho más que una descripción técnica. Es un testimonio de cómo los ecosistemas tropicales de Sudamérica albergaron durante millones de años a una fauna tan fascinante como desconocida. Y es también un recordatorio de cuántas historias quedan aún por descubrir, ocultas bajo capas de sedimento y tiempo.