Descubren en Australia el estómago fosilizado de un titán prehistórico: digería plantas sin masticar gracias a un sistema de fermentación 'ardiente'

Un hallazgo en Australia ofrece la primera prueba directa de la dieta de los dinosaurios más grandes que pisaron la Tierra.
Hallan el contenido intestinal mejor conservado de un dinosaurio saurópodo en Australia
Hallan el contenido intestinal mejor conservado de un dinosaurio saurópodo en Australia. Representación fantasiosa. Foto: ChatGPT-4o/Christian Pérez

Durante más de un siglo, los paleontólogos han intentado descifrar cómo se alimentaban los saurópodos, esos gigantes colosales del Mesozoico que dominaron los ecosistemas terrestres durante más de 130 millones de años. Se sabía que eran herbívoros, pero esa afirmación descansaba sobre pruebas indirectas: dientes desgastados, huellas fósiles o reconstrucciones anatómicas. Ahora, por primera vez, un equipo científico ha logrado lo que hasta hace poco parecía improbable: encontrar el contenido estomacal fosilizado de uno de estos titanes prehistóricos. El protagonista de este descubrimiento histórico es Diamantinasaurus matildae, un saurópodo australiano del Cretácico medio cuya dieta acaba de ser revelada con asombroso detalle.

Este hallazgo, presentado en la revista Current Biology, no solo confirma que los saurópodos eran comedores de plantas voraces, sino que también revela que su modo de alimentarse era mucho más sofisticado de lo que se pensaba. Los restos fósiles encontrados no son solo plantas masticadas: constituyen un auténtico retrato congelado de lo que este dinosaurio comía, cómo lo procesaba y qué implicaciones tenía para su biología y para los ecosistemas en los que vivía.

Una cápsula del tiempo en el vientre de un titán

El fósil fue encontrado en 2017 durante una excavación en Belmont Station, al noreste de Queensland, Australia. A simple vista, parecía un simple bloque de roca endurecida adherido al esqueleto parcial de un Diamantinasaurus subadulto, un dinosaurio de unos 11 metros de longitud que vivió hace entre 94 y 101 millones de años. Pero al analizarlo en profundidad, los investigadores descubrieron que estaban ante un cololito: un conjunto de contenidos intestinales fosilizados, perfectamente conservado, situado justo donde habría estado el abdomen del animal.

Lo que apareció en su interior fue extraordinario: restos de coníferas, hojas de angiospermas y cuerpos fructíferos de helechos con semilla. Todos los fragmentos conservaban detalles tan finos que algunos podían ser identificados hasta el nivel de especie. Algunos estaban parcialmente digeridos, otros apenas triturados. Esta variedad y su estado de conservación abren una ventana sin precedentes a la vida alimentaria de un animal extinto hace casi 100 millones de años.

La responsable de colección del Australian Age of Dinosaurs, Mackenzie Enchelmaier, sostiene entre sus manos el fósil que contiene los restos intestinales de un saurópodo, un hallazgo único que arroja nueva luz sobre la dieta de estos gigantes prehistóricos. Foto: Stephen Poropat

No masticaban, fermentaban

Una de las revelaciones más fascinantes del estudio es la ausencia de evidencia de una masticación efectiva. Las plantas ingeridas no estaban trituradas, sino que habían sido simplemente arrancadas y tragadas enteras o casi enteras. Esto sugiere que Diamantinasaurus —y probablemente otros saurópodos— no procesaban mecánicamente su comida en la boca, sino que dependían de un sistema digestivo inmenso y altamente especializado.

Al igual que los grandes herbívoros modernos como los elefantes o los rinocerontes, estos dinosaurios aprovechaban un proceso llamado fermentación en el intestino para descomponer la celulosa vegetal. Su sistema digestivo actuaba como una especie de "horno gástrico", un entorno cálido y húmedo donde las bacterias y microorganismos ayudaban a extraer nutrientes de la materia vegetal. Esta fermentación generaba calor, lo cual plantea una interesante hipótesis: ¿y si el largo cuello y cola de los saurópodos ayudaban a disipar ese exceso térmico, funcionando como radiadores naturales?

Un comedor generalista en un entorno cambiante

El tipo de plantas encontrado en el cololito indica que Diamantinasaurus era un consumidor generalista. No se limitaba a un solo tipo de vegetación ni a una única altura. Su dieta incluía tanto vegetación baja como hojas de árboles altos, lo que sugiere que se alimentaba a múltiples niveles, aprovechando su largo cuello para alcanzar ramas elevadas sin moverse demasiado. En su intestino se encontraron coníferas como Austrosequoia, fragmentos de araucarias y hojas finas propias de angiospermas primitivas, lo cual sugiere un ecosistema mixto, en plena transición entre floras dominadas por gimnospermas y otras donde las angiospermas comenzaban a imponerse.

Este dato resulta especialmente relevante, ya que la formación geológica donde fue hallado el fósil corresponde a un periodo en que las plantas con flores empezaban a expandirse por el hemisferio sur. Diamantinasaurus, por tanto, no solo vivió en un entorno cambiante, sino que su comportamiento alimentario podría haber contribuido activamente a la transformación del paisaje.

Este descubrimiento no solo nos habla de qué comía Diamantinasaurus, sino también de cómo influía en su entorno. Los saurópodos eran verdaderos "ingenieros del ecosistema", animales capaces de remodelar el paisaje a su paso. Su alimentación en masa podía devastar zonas enteras de vegetación, lo que obligaba a las plantas a desarrollar defensas o estrategias de regeneración rápida. Algunas especies podrían haber evolucionado para atraer a estos gigantes como dispersores de semillas, encapsulando sus semillas en frutos resistentes que sobrevivieran al viaje intestinal.

Además, la investigación sugiere que incluso los ejemplares jóvenes ejercían una presión ecológica considerable. Los más pequeños devoraban vegetación baja, mientras que los adolescentes, con mayor movilidad y alcance, accedían a una gama más amplia de plantas. Esta presión constante desde el nacimiento hasta la adultez habría obligado a las comunidades vegetales del Cretácico a adaptarse o desaparecer.

Contenido intestinal fosilizado y restos de piel mineralizada del Diamantinasaurus matildae
Contenido intestinal fosilizado y restos de piel mineralizada de Diamantinasaurus matildae. Fuente: Poropat, Stephen F. et al. Current Biology (2025)

¿Una comida cualquiera… o un último banquete?

Una cuestión fascinante que plantea este hallazgo es si el contenido del cololito representa una dieta habitual o, por el contrario, una última comida en circunstancias anómalas. ¿Era este el menú típico de un Diamantinasaurus joven? ¿O fue una comida desesperada, un banquete improvisado antes de la muerte? Aunque es imposible saberlo con certeza, la diversidad de especies y la buena conservación de los restos sugieren que estamos ante una comida corriente. Y, precisamente por eso, su valor es tan alto: ofrece una imagen cotidiana de la vida de un dinosaurio, una instantánea real de lo que implicaba existir en el Cretácico australiano.

Hasta ahora, todo lo que se sabía sobre la dieta de los saurópodos se basaba en deducciones indirectas. Este hallazgo cambia radicalmente ese paradigma. Por primera vez, los paleontólogos tienen en sus manos una prueba directa, empírica, tangible. Y lo más sorprendente es que ha aparecido en un lugar que aún guarda muchos secretos: el interior del continente australiano, una región que está emergiendo como uno de los grandes laboratorios naturales del pasado de la Tierra.

Este descubrimiento marca un antes y un después en la paleontología de vertebrados. No se trata solo de saber qué comía un dinosaurio concreto, sino de comprender cómo su fisiología, su comportamiento y su interacción con el entorno contribuyeron a modelar los paisajes prehistóricos. Con cada nuevo fósil, con cada nueva capa de tierra removida, los gigantes del pasado nos siguen hablando. Y esta vez, lo hacen desde lo más profundo de su estómago.

El estudio ha sido publicado en Current Biology.

Recomendamos en