Imagínate que estás en tu jardín con tu familia en pleno confinamiento… y descubres este tesoro Tudor con monedas de oro de las esposas de Enrique VIII, enterrado desde hace 500 años

Una familia británica encontró por casualidad un tesoro de monedas de oro del siglo XVI mientras arreglaba su jardín durante el confinamiento.
Este valioso conjunto de monedas, oculto durante la agitada época de la Reforma en Inglaterra, podría superar las 230.000 libras en la subasta
Este valioso conjunto de monedas, oculto durante la agitada época de la Reforma en Inglaterra, podría superar las 230.000 libras en la subasta. Foto: David Guest Numismatics

En plena primavera de 2020, mientras el mundo entero se paralizaba por la pandemia y millones de personas redescubrían su hogar, una familia del sur de Inglaterra se topó, sin buscarlo, con un auténtico tesoro de época Tudor. Lo que empezó como una simple tarea de jardinería terminó revelando un hallazgo arqueológico de valor incalculable: 64 monedas de oro y plata del siglo XV y XVI, ocultas bajo la tierra desde los años más turbulentos de la historia británica.

La escena parece sacada de una novela de aventuras. Mientras intentaban ajustar una valla cerca de un parterre en la localidad costera de Milford on Sea, en el condado de Hampshire, el dueño de la vivienda encontró un extraño bulto de arcilla. Al deshacer el amasijo con la ayuda de su hijo adolescente y algo de agua corriente, las primeras piezas doradas comenzaron a brillar bajo el sol de la tarde. Era oro. Y no cualquier oro: monedas acuñadas en tiempos de Enrique VIII, algunas incluso marcadas con las iniciales de sus esposas.

Pero este no es solo un descubrimiento monetario. Es un fragmento congelado del tiempo, una cápsula histórica que nos devuelve directamente a los años más convulsos de la Reforma inglesa. La calidad del hallazgo, su estado de conservación y su contexto han despertado un enorme interés entre expertos y coleccionistas, al punto de que la colección será subastada en Suiza con una valoración mínima de 230.000 libras, aunque se espera que supere ampliamente esa cifra.

Un mapa de la Inglaterra del siglo XVI en forma de monedas

El conjunto abarca más de un siglo de historia, con piezas que van desde el reinado de Enrique VI en los años 1420 hasta las últimas décadas del siglo XVI. Pero el grueso del tesoro pertenece a la época de Enrique VIII, el monarca que rompió con la Iglesia de Roma y transformó para siempre el rostro político y religioso del reino. Algunas de las monedas llevan grabadas las iniciales de Catalina de Aragón, su primera esposa, y de Jane Seymour, la tercera, lo que las convierte en testigos materiales de un periodo crucial.

En total, se han recuperado 70 monedas: 63 de oro y una de plata en el hallazgo inicial, más otras seis descubiertas posteriormente por arqueólogos en el mismo jardín. Este conjunto constituye, según varios especialistas, uno de los lotes de monedas Tudor mejor conservados jamás recuperados en suelo británico.

El tesoro, hallado en la localidad costera de Milford on Sea, ha sido minuciosamente examinado y verificado por expertos antes de su subasta
El tesoro, hallado en la localidad costera de Milford on Sea, ha sido minuciosamente examinado y verificado por expertos antes de su subasta. Foto: Numismatica Ars Classica

A través de ellas, es posible trazar una narrativa sobre la evolución del poder, los cambios económicos y las tensiones religiosas que marcaron ese siglo. No es casual que muchas de estas piezas datan de los años 1530, el momento exacto en que Enrique VIII proclamó su supremacía religiosa sobre Inglaterra, disolvió los monasterios y confiscó sus riquezas. El contexto histórico sugiere que el tesoro pudo haber sido ocultado por un eclesiástico o un comerciante adinerado que temía por sus bienes.

Una fortuna enterrada en tiempos oscuros

En términos económicos, las monedas equivalían en su época a más de 26 libras esterlinas, una suma descomunal para el periodo. Para ponerlo en perspectiva, el precio promedio de una casa rural en la Inglaterra del siglo XVI rondaba las 25 libras. Enterrar un tesoro de ese calibre no era un gesto casual, sino una medida desesperada ante un clima político incierto.

El monarca estaba en plena cruzada contra el poder papal. La disolución de los monasterios y el traspaso masivo de tierras eclesiásticas a manos nobles generaron una redistribución abrupta de poder y riquezas. Muchos religiosos y propietarios vinculados al viejo orden temían represalias, expropiaciones o saqueos. Es en este contexto que alguien decidió enterrar su capital, esperando un regreso a la estabilidad que nunca llegó.

La historia se vuelve aún más fascinante si tenemos en cuenta que, tras siglos de olvido, ese mismo capital ha salido a la luz en uno de los momentos más inesperados de la historia moderna: un encierro global donde millones volvieron a conectar con lo cotidiano, lo doméstico y lo subterráneo. Como si la tierra hubiera esperado el momento adecuado para devolvernos ese fragmento de historia.

Entre las piezas del tesoro se encontraron monedas que llevaban las iniciales de tres de las esposas de Enrique VIII: Catalina de Aragón, Ana Bolena y Jane Seymour
Entre las piezas del tesoro se encontraron monedas que llevaban las iniciales de tres de las esposas de Enrique VIII: Catalina de Aragón, Ana Bolena y Jane Seymour. Foto: David Guest Numismatics

Entre la arqueología doméstica y el azar histórico

El hallazgo no solo ha capturado la atención de coleccionistas y expertos, sino que también ha puesto de relieve el papel de los ciudadanos comunes en la protección del patrimonio histórico. La familia que encontró las monedas actuó con responsabilidad, contactando con el Museo Británico y registrando el hallazgo en el Portable Antiquities Scheme, el organismo oficial encargado de documentar los descubrimientos arqueológicos casuales en Inglaterra y Gales.

Después de ser estudiadas y valoradas por especialistas, las monedas fueron devueltas a sus descubridores, ya que ningún museo británico pudo permitirse adquirir el lote completo. Ahora, la colección se dirige al mercado internacional, y aunque el Reino Unido perderá físicamente este testimonio de su pasado, los registros y estudios derivados del hallazgo ya han contribuido enormemente al conocimiento sobre la economía y la cultura material del periodo Tudor.

Más allá de su valor económico, esta historia encierra un mensaje sobre la fragilidad y persistencia del pasado. El tesoro de Hampshire no fue descubierto por arqueólogos, ni por buscadores de tesoros con sofisticados detectores de metales. Fue una casualidad, un cruce fortuito entre el presente y los restos dormidos de una época de transformaciones radicales.

Que aparezcan monedas con las iniciales de las esposas de Enrique VIII no es solo una curiosidad numismática. Es una evidencia de cómo el poder, la propaganda y la legitimación política se acuñaban literalmente en oro. Es una prueba material de cómo el monarca utilizaba incluso el dinero para consolidar sus matrimonios, su linaje y su nueva iglesia.

Este hallazgo demuestra que la historia no solo está en los museos o los libros, sino también bajo nuestros pies. En cada jardín, en cada parcela, puede esconderse un capítulo olvidado de la humanidad. Y en este caso, uno que brilla tanto por su contenido como por las preguntas que plantea.

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