Al mismo tiempo que la Marina, el Ejército de Tierra estaba desarrollando en paralelo un programa de desarrollo de cohetes en la Agencia de Misiles Balísticos del Ejército con la participación de Von Braun: el Explorer 1, diseñado y construido por el Jet Propulsion Laboratory (JPL) junto con el lanzador Juno 1, un cohete Jupiter-C modificado para acomodar una carga útil de satélite. Se lanzó con éxito el 1 de febrero de 1958 y como premio científico, descubrió los cinturones de radiación de Van Allen que rodean la Tierra. Ese mismo año, el presidente disolvía el Comité Asesor Nacional para la Aeronáutica (National Advisory Committee for Aeronautics, NACA) y con sus restos creaba la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA).

Al mismo tiempo, el presidente Eisenhower creaba otros dos programas espaciales orientados a la seguridad nacional. El primero, liderado por la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, se dedicó a explorar el potencial militar del espacio. El segundo, encabezado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA), la Fuerza Aérea y una nueva organización llamada Oficina Nacional de Reconocimiento (una de las cinco grandes agencias de inteligencia de EE.UU. y cuya existencia fue desclasificada en 1992) recibió el nombre clave de Corona: usaría satélites para reunir información sobre la Unión Soviética y sus aliados.
Comienza la carrera
El 25 de mayo de 1961 el presidente John F. Kennedy hizo una afirmación audaz: los EE.UU. enviarían a un hombre a la Luna antes del final de la década. Lo que había detrás de tan descabellada afirmación (pues desde el principio su país iba por detrás de los rusos) no era una pasión por la exploración espacial, sino su obsesión de ganar a los rusos en todo. En una de las entrevistas que mantuvo con el administrador de la NASA en 1962, James Webb, cuando éste le habló de la importancia de llegar a la Luna de cara a comprender el espacio, el presidente contestó: "si llegamos segundos a la Luna estará bien, pero seremos los segundos para siempre". Ante la insistencia de Webb sobre las posibilidades científicas de una misión a nuestro satélite, Kennedy replicó: "yo no estoy interesado en el espacio, sólo en la batalla contra los rusos".

En febrero de 1962, John Glenn se convirtió en el primer estadounidense en orbitar la Tierra, y para fines de ese año ya se habían puesto los cimientos del programa lunar de la NASA, denominado Proyecto Apolo. Es ahora cuando se produce una importante asimetría de recursos disponibles entre las dos potencias: mientras que los Estados Unidos se gastaban 25 000 millones de dólares solo en el programa Apolo, la URSS gastaba, como mucho, la mitad. De hecho, y aunque negó oficialmente tener un programa lunar, los documentos desclasificados han demostrado todo lo contrario. El gobierno soviético emitió el primer decreto gubernamental sobre un programa lunar (Decreto 655-268) en agosto de 1964: los responsables eran Vladímir Cheloméi -un brillante ingeniero aeroespacial, creador de varios misiles intercontinentales y contrincante intelectual de Koriolov-, al que se le encargó desarrollar el primer vuelo a la Luna, proyectado para finales de 1966, y Koriolov, ingeniero jefe del programa espacial soviético que debía organizar el aterrizaje en la Luna para finales de 1967.
Cuestión de dinero
De 1961 a 1964 el presupuesto de la NASA aumentó casi un 500%, y el programa involucró a unos 34.000 empleados de la agencia y otros 375.000 de contratistas industriales y universidades. El primer revés llegó en enero de 1967, cuando tres astronautas murieron después de que se declarara un incendio en la cabina del Apolo 1 durante una prueba en la plataforma de lanzamiento. Mientras tanto, el programa de lunar de la Unión Soviética avanzaba dando bandazos, en parte debido al debate interno sobre la necesidad de realizar algo así y en parte por la muerte en enero de 1966 de Koroliov. Y mientras EE.UU. construía con éxito su Saturno V, los soviéticos acumulaban fracaso tras fracaso con su cohete lunar N1-L3. Los rusos empezaron tarde -con cuatro años de retraso respecto a los americanos- y mal -con un presupuesto escaso-. Cada uno de los cuatro intentos de lanzar el cohete lunar falló. En particular, en el segundo (3 de julio de 1969) el cohete se estrelló contra su plataforma de lanzamiento poco después del despegue y explotó, dando como resultado una de las mayores explosiones no nucleares de la historia de la humanidad.

Los norteamericanos iban lanzados. En diciembre de 1968 llegó a la Luna la primera misión espacial tripulada, en marzo el Apolo 9 puso a prueba todo el conjunto en órbita a la Tierra y en mayo el Apolo 10 hizo lo propio en órbita lunar: realizaron todas las maniobras que tendría que hacer el siguiente vuelo... salvo alunizar. Se cuenta que, para que no tuvieran la tentación de bajar hasta la superficie, los técnicos habían sustituido el combustible de módulo lunar por peso muerto. Y el 16 de julio de 1969, los astronautas estadounidenses Neil Armstrong, Edwin "Buzz" Aldrin y Michael Collins despegaron en el Apolo 11 con un gran objetivo: aterrizar en la Luna. Todo el esfuerzo, todo el tiempo invertido por centenares de miles de personas, los miles de millones de dólares gastados... para pasar poco más de 21 horas sobre la superficie polvorienta de nuestro satélite. Curiosamente, mientras Armstrong y Aldrin terminaban su paseo por la superficie, la sonda soviética Luna 15 se estrellaba al norte de donde habían aterrizado, en el Mare Crisium. Era el segundo intento (fallido) de los rusos de traer a la Tierra muestras de la superficie lunar.
EE.UU. había ganado la carrera espacial.
"We are the champions"
Gracias a un nuevo medio de comunicación, la televisión, la llegada a la Luna significó para los norteamericanos la demostración de su superioridad moral y tecnológica. Los astronautas se convirtieron en grandes héroes nacionales y los soviéticos aparecieron como los villanos de una película de Hollywood, que con determinación implacable se esfuerzan por superar a los EE.UU… para ser humillados ante los ojos del mundo. Fue el triunfo del capitalismo sobre el comunismo.
Con la derrota soviética el interés del gobierno estadounidense en las misiones lunares se desvaneció. Abandonado todo intento, la Unión Soviética cambió de tercio y lanzó la primera estación espacial, Salyut 1, el 19 de abril de 1971: si los EE.UU se hicieron expertos en viajes tripulados, los soviéticos hicieron lo propio en estancias largas en el espacio.