Por qué ChatGPT se equivoca diciendo que la física es la más importante de las ciencias

El eterno debate de qué ciencia es más importante, si la física, la geología, la química... ha llegado a otro nivel: ahora preguntamos a la Inteligencia Artificial que haga su propia elección. ¿Acertó?
Por qué ChatGPT se equivoca diciendo que la física es la más importante de las ciencias

Parece que está de moda hacer preguntas a la inteligencia artificial que se encuentra detrás ChatGPT, un modelo de lenguaje desarrollado por la empresa OpenAI. En este caso, y como bien sabemos, esta IA ha sido entrenada a partir de una enorme cantidad de textos sacados de la red para “generar respuestas coherentes y contextuales a preguntas y tareas de procesamiento de lenguaje natural”, explica el propio chatGPT -por cierto, según aclara él mismo hay que tratarlo como masculino porque “se trata de un modelo de lenguaje basado en una arquitectura llamada 'Transformer', y 'Transformer' es un sustantivo masculino en el contexto de tecnología e inteligencia artificial”-.

Una de ellas, hecha desde Muy Interesante, es que dijera cuál es la ciencia más importante.

Y lo hizo: escogió la física.

Pero se equivoca.

ChatGPT dice que la física es la más importante de las ciencias. Foto: Istock

La IA no opina ni tiene criterio

Aunque hay que entenderlo; chatGPT elabora sus respuestas “en función del texto proporcionado por los usuarios y el conocimiento en el que fue entrenado”. Esto es crucial y por eso cuando se le pregunta por los diez pueblos más bonitos del mundo, aparte de decir que la belleza de un pueblo es subjetiva, el sesgo eurocéntrico salta a la vista: de los diez, ocho están en Europa, uno en Marruecos y otro en Japón. Algo que empeora cuando le preguntas por los veinte más bonitos: 17 en Europa y los otros tres repartidos entre Marruecos, Japón y Perú (algo que empeora si se lo vuelves a preguntar: fuera de europa solo señala dos).

Podríamos pensar que esta IA tiene una marcada querencia por el Viejo Continente, pero no; ChatGPT  no tiene criterio (él afirma no tener “opiniones, creencias ni sesgos”) sino que refleja en un lenguaje natural lo que los textos con los que se ha entrenado le enseñan. Es por eso por lo que se equivoca al considerar la física como la rama de la ciencia más importante.

Dejando a un lado lo que queremos decir con la palabra importante, bien es cierto que desde siempre se ha considerado a la física como la reina de las ciencias. Ya lo dijo el neozelandés Ernest Rutherford: “Toda la ciencia es física o coleccionismo de sellos”. La razón a semejante afirmación la podemos encontrar en otra cita atribuida a este físico que propuso el primer modelo atómico realista: “Todo aquello que no es medible, no es ciencia”. Para Rutherford, si no eres capaz de tener resultados cuantitativos no te estás dedicando a la ciencia.

Clasismo científico

Como sucede en toda empresa humana, dentro de la ciencia existen sus clases sociales, su aristocracia y sus plebeyos. Y es la diferencia entre catedrático y becario, sino del diferente valor otorgado a las distintas disciplinas científicas. Suele decirse que el fundamento del conocimiento científico reside en el clásico ensayo-prueba-error pero, curiosamente, entre quienes gozan de todos nuestros parabienes encontramos un gran número de figuras del puro pensamiento. De hecho, entre las listas de los mejores científicos de la historia nos encontramos con una proporción muy elevada de físicos, sobretodo teóricos.

Hasta el propio ChatGPT presenta este sesgo. Si le preguntas por los diez mejores científicos de la historia aparecen, por este orden: Newton, Einstein, Darwin, Marie Curie, Galileo, Aristóteles, Bohr, Leonardo da Vinci, Maxwell y Copérnico. Solo un biólogo (la presencia de Darwin es inevitable) entre una pléyade de astrónomos y físicos. Para chatGPT -y para muchos otros humanos- los geólogos o los químicos no merecen ese honor (quizá se podría colar Louis Pasteur) pero, por supuesto, ni en sueños mencionará a un antropólogo, psicólogo o cualquier otro científico proveniente de las ciencias sociales.

Todo esto tiene su razón de ser. Desde principios de la década de 1950 la ciencia vive en bajo el imperialismo de la física debido, en gran medida, a uno de los inventos más aterradores de la historia de la humanidad: la bomba atómica. Ciertamente no hay duda que la física ayudó en mucho a la derrota del Eje: no solo la bomba sino el radar son dos buenos ejemplos de ello. Y eso fue lo que impulsó la física al Olimpo y a la sociedad a considerarlos como héroes.

Tal era así que en la tarde del 1 de junio de 1947 aquellos neoyorquinos que acababan de salir del trabajo pudieron ver una larga columna de motoristas de la policía con las sirenas encendidas escoltando un autobús hacia la Isla Shelter. En su interior viajaban 24 físicos, la mayoría de ellos artífices del Proyecto Manhattan. Un rumor se propagó como la pólvora: estaban allí para crear un nuevo tipo de bomba. En realidad, se habían juntado para debatir los problemas que en aquellos días tenía la teoría cuántica.

¿Se equivoca chatGPT eligiendo a la física? Foto: Istock

Imperialismo de la física

La cosa se pone peor cuando alguien comenta esa división artificial de 'ciencias duras' y 'ciencias blandas'. Con eso se está reflejando otro tipo de imperialismo, que nació en 1945 entre las páginas de “Science, The Endless Frontier”, el informe que escribió para el presidente norteamericano el ingeniero Vannevar Bush, coordinador del esfuerzo científico de su país durante la II Guerra Mundial e impulsor de la creación de la National Science Foundation, la agencia gubernamental que fomenta la investigación en todos los campos no médicos. En opinión de Vannevar Bush, el gobierno no debía financiar a las ciencias sociales pues no eran “los reinos más puros de la ciencia”.

De este modo, durante la segunda mitad del siglo pasado la física se fue convirtiendo en el espejo en el que debían mirarse todas las ciencias. Y solo eso, se han ganado ese puesto de fundamental gracias a una intensa labor de marketing de los físicos, sobretodo los teóricos, vendiendo lo que nadie en otra disciplina pretende: “aspiran a explicar casi todo... en el mundo natural”, comenta la filósofa de la ciencia Nancy Cartwright. De hecho, es la única disciplina que tiene la petulancia de afirmar que busca una 'Teoría de Todo'.

Ahora bien, es curioso que cuando se habla de física inmediatamente se piensa en la física teórica como el culmen de la ciencia. ¿Pero quién ha decidido que esté por encima de la botánica? Para encontrar una explicación debemos retrotraernos a la Grecia clásica: desde Pitágoras hemos asumido que encontrar regularidades matemáticas en la naturaleza es muy superior a descubrir la rotación de cultivos; por eso la física es “más científica” que otras disciplinas. El filósofo Richard Creath lo llama “el imperialismo de la física”, que fijó su reinado en la postguerra cuando los que participaron en la construcción de la bomba se convirtieron en portavoces de la ciencia norteamericana, extendiendo los valores de su campo al resto de las ciencias y encerrando bajo el displicente adjetivo de “blandas” a las ciencias sociales y del comportamiento.

En esencia, lo que opera bajo el orgulloso canto de física über alles al que se une ahora la Inteligencia Artificial es la herencia cultural griega, el desprecio que los pensadores-aristócratas griegos tenían hacia el trabajo manual, empírico, propio de esclavos. Platón nos ha hecho creer que se puede comprender el mundo desde las nubes del pensamiento, sin mancharse las manos, y por ello siempre se ha valorado mucho más la ciencia teórica que la experimental. El epítome de esta visión es Albert Einstein, desarrollando sus ideas acerca del universo desde su mesa en la oficina de patentes de Berna; una imagen que ha quedado en el imaginario colectivo como ejemplo de lo que es la ciencia. Pero no lo es.

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