En lo referente a la cultura popular, hace falta un cierto periodo de tiempo para que las ideas pioneras del mundo de la investigación de la física cuántica se difundan y desplacen en el imaginario colectivo a las ideas propias de la física clásica que llevaban largo tiempo asentadas en él. En lo que se refiere al arte del cómic, las primeras referencias a la mecánica cuántica no aparecen hasta el ecuador del siglo xx.
Como obra pionera destaca el cómic Adventures Inside the Atom (1948), publicado por la compañía General Electric norteamericana. Esta historieta de escasas 16 páginas repasa la historia del átomo y sus principales hitos, para dar a conocer entre los lectores los misterios de la energía nuclear. No en vano posee centrales nucleares destinadas a la producción de energía eléctrica a partir de la energía nuclear.

En su repaso sobre la historia del átomo comienza por la Grecia Clásica, citando a Demócrito y su intuición sobre la partícula minúscula e indivisible que subyace en toda materia. Después salta hasta 1808, citando los postulados de la teoría atómica de John Dalton; y de ahí, se centra en el periodo 1850-1900, introduciendo tres conceptos nuevos: que el átomo está constituido por partículas más pequeñas, que existe espacio entre ellas y que dichas partículas se mantienen unidas a causa de la atracción eléctrica. A continuación, muestra la propuesta de Niels Bohr, en la que se representa la estructura interior de un átomo de forma similar al de un sistema planetario. La historieta acierta en su siguiente página, realizando un ejercicio de didáctica al explicar que nunca se ha observado un átomo debido a su exiguo tamaño, y que todas sus representaciones que damos por veraces son simples modelos gráficos. Uno de los personajes del tebeo aprovecha para mostrar sus dudas respecto a dichas representaciones, haciendo notar a su interlocutor que en el primer modelo propuesto en las páginas del cómic, el núcleo se asemeja a una estrella con los electrones orbitando a su alrededor a modo de planetas; mientras que en el segundo, el citado núcleo parece un racimo de uvas.
Este comentario sirve para que la historieta se centre en la física nuclear, explicando de forma somera los conceptos de protón, neutrón y el de número atómico. A partir de este momento, el resto de la historieta se dedica a describir de forma más o menos acertada el concepto de la radioactividad y el de fisión nuclear, explicando cómo los núcleos de determinados materiales radioactivos pueden romperse y liberar energía. O dicho en otras palabras, explicando de forma somera el proceso de producción de energía eléctrica en una central atómica, objetivo último de este tebeo creado con claros fines propagandísticos.
'Cuantix', un acercamiento a las dos grandes ramas de la física moderna
Mucho más interesantes resultan dos capítulos de Cuántix, la física cuántica y la teoría de la relatividad en cómic (2020), de Laurent Schafer; que en cierto modo explican los mismos temas que la obra anterior.

En el epígrafe titulado «Un mundo compuesto de vacío» se incide en el concepto de que todo está compuesto por átomos y que la mayor parte de dichos átomos son puro vacío. Además, se recrean algunos de los principales hallazgos sobre el átomo de comienzos del siglo xx. Así, se enumeran hitos como la demostración de Ernest Rutherford que postula que la masa del núcleo de un átomo es en realidad muy pequeña, el modelo con salto cuántico de electrones de Niels Bohr o las aportaciones de Louis de Broglie que subrayaban el aspecto ondulatorio de estos mismos átomos.

Por su parte, el ep ígrafe «¿Es absurda la naturaleza?» pone el acento en las múltiples paradojas de la mecánica cuántica que se derivan del estudio del átomo y sus propiedades. Se nombra el llamado efecto Compton, se explican los sorpren- dentes resultados obtenidos a partir de los experimentos denominados «de doble rendija» y se habla del principio de incertidumbre de Heinsenberg. Por supuesto, también se menciona el famoso experimento teórico de Schrödinger (el del gato en el cajón), que fue ideado en 1935 por el físico con la pretensión de burlarse de la interpretación cuántica y que, paradójicamente, se ha convertido en la cultura popular en el símbolo por excelencia de la mecánica cuántica.
En otras palabras, este capítulo pone el acento en resaltar las diferencias de la física en el mundo microscópico y el macroscópico, entre lo infinitamente pequeño y el mundo que llamamos «normal».
El cómic se cierra con un interesante epílogo que glosa los principales hallazgos físicos que aparecen en sus hojas. Se cita la página en la que se evoca cada hallazgo científico, acompañándolo de una sencilla pero rigurosa explicación teórica de dicho descubrimiento.
Todo ello convierte a Cuántix en una aplicación educativa más que evidente, y en este sentido es una obra redonda y totalmente recomendable para iniciarse en la física moderna, o como herramienta educativa de los profesores en el aula. Si hubiera que buscarle un «pero» resaltaría que los recursos propios del lenguaje del cómic, que podrían ayudar mucho a evocar y explicar de forma sencilla y atractiva lo complejo de la mecánica cuántica, están infrautilizados. Aunque, en defensa de su autor, hay que decir que Laurent Schafer es un periodista apasionado por la ciencia y que Cuántix es su primer cómic, por lo que posee las virtudes y las torpezas de cualquier ópera prima de un autor en ciernes.
Por suerte, en Francia ya se ha publicado Infinitix, del infinito cósmico al infinito cuántico (2021), segunda entrega de este mismo autor, dedicada igua mente a la física cuántica, y que ya ha tenido su edición en castellano en 2023 de la mano de Alianza. Ojeando sus páginas, se aprecia una evolución narrativa y una madurez, y convierte a Schafer en uno de los autores imprescindibles a la hora de acercarse al tema de la física moderna.

Sueño y maravillas cuánticas
Caso muy distinto es el de Los misterios del mundo cuántico (2016), de Mathieu Burniat y Thibault Damour. La doble autoría beneficia mucho a la obra. El primero es uno de los mejores autores del cómic francófono que comienzan a trabajar en la última década. Suyos son trabajos tan interesantes como Shrimp (2012), La passion de Bodin-Bouffant (2014) o Les illustres de la table (2016). El segundo es uno de los físicos franceses más eminentes, profesor permanente del IHES (Institut des Hautes Etudes Scientifiques) y miembro de la Academia de Francesa de las Ciencias.
Damour entiende que el noveno arte es una vía idónea para acercar la esencia de la mecánica cuántica al común de los mortales. En diversas entrevistas declara que con Los misterios del mundo cuántico ha querido acercar a la gente la respuesta a esta pregunta: «¿Sigue siendo el mundo cuántico un misterio? Y la respuesta a esta pregunta es doble: ¡No! Han pasado casi cien años desde que el mundo cuántico se entendió por completo desde la perspectiva de las ecuaciones, de las matemáticas. Pero desde el punto de vista del sentido físico, los debates siguen vivos. Los científicos aún no se ponen de acuerdo sobre el significado que se le debe dar a esta realidad cuántica...».
Thibault Damour se fascina con los recursos del cómic como herramienta de representación y como persona inteligente que es, deja hacer al extraordinario profesional de la viñeta que le acompaña en esta aventura, creando una historieta extraordinaria en lo referente a lo gráfico y lo narrativo.
Los protagonistas de la historia de Los misterios del mundo cuántico son Bob y Rick (una suerte de Tintín y Milú) y a lo largo de sus 160 páginas se persigue la respuesta a un enigma que se narra en sus primeras 20 páginas. Rick, el perro de peluche de Bob, cobra vida repentinamente tras ser aplastado con su traje de oxígeno por un meteorito durante una expedición espacial a la Luna. Así surge la pregunta: ¿Cómo comprender el misterio de tal metamorfosis —de un perro muerto en un perro vivo— sin que sea ni irracional, ni inexplicable, ni recaiga en el ámbito de la magia o la fantasía?
Buscando la respuesta a esta particular versión canina del famoso gato de Schrödinger, los dos héroes retrocederán en el tiempo y parten al encuentro de los físicos que han protagonizado los grandes descubrimientos en el campo de la mecánica cuántica. Visitan y charlan con figuras del nivel de Planck, Einstein, De Broglie, Heisenberg, Schrödinger, Bohr, Born, Everett, etc.
Este cómic tiene dos hallazgos magistrales. El primero es entender que la potencia gráfica del surrealismo es un camino certero para poder expresar de forma atractiva los principios cuánticos (ver ilustración «h» en páginas an- teriores); y el segundo radica en que, tras situar la historia en las coordenadas propias de esta ficción onírica, los recursos inherentes al noveno arte se convierten en la herramienta perfecta para representar los fenómenos físicos descritos por la mecánica cuántica y que son inaccesibles a nuestros sentidos.
En este cómic, la mecánica cuántica es como el sueño; una suerte de frontera en la que lo que no es visible impregna nuestra realidad cotidiana. Soñamos una especie de realidad alterada, y al leer Los misterios del mundo cuántico, uno se pregunta si los grandes físicos de estas disciplinas soñaron en ocasiones con imágenes como las que dibuja Burniat. Son tan expresivas y acertadas a nivel conceptual que no sería difícil imaginar que el subconsciente de Planck, Heisenberg o Everett crease una imagen análoga a estas para intentar ofrecer a sus respectivos «yoes» conscientes, una intuición sobre los apasionantes campos en los que trabajaban. El cerebro aprende a través de imágenes, y las de Los misterios del mundo cuántico son reveladoras.
Si se toma un principio básico de la mecánica cuántica, como por ejemplo que cualquier objeto cuántico puede estar en diferentes estados simultáneamente, se tiene un problema entre manos a la hora de hacerlo comprensible para el lector. Para ello, en parte, se recurre a la trama de la historia, ya que en sus páginas, Everett explica a Bob que este fenómeno de «superposición de estado» también existe en el mundo macroscópico, si bien no lo apreciamos en nuestro día a día porque aunque existan una multitud de configuraciones reales de la materia, todas estas realidades no son conscientes las unas de las otras.
Sin duda, es una idea de gran complejidad, que se entiende mucho mejor gracias al magistral uso del color de Mathieu Burniat. El historietista dibuja una viñeta en tonos rojos en la que Bob y Rick pasean sonrientes entre los cráteres de nuestro satélite; pero en el centro de esta misma imagen repite a ambos personajes en tonos azules, representando a un Bob arrodillado que llora desconsoladamente ante el cuerpo inerte de Rick.
Los superhéroes. ¿Se entiende la mecánica cuántica?
Los superhéroes juegan en la sociedad contemporánea un papel similar al de los dioses y héroes en la antigua Grecia y Roma. Son arquetipos que reflejan y simbolizan todos los aspectos relevantes de la sociedad que los produce; y en este sentido, que existan superhéroes inspirados en la mecánica cuántica resulta revelador. Por un lado, muestra la fe de la sociedad contemporánea en la ciencia, y así mismo revela que somos capaces de percibir la importancia de un hecho capital, nuestra capacidad para empezar a entender de verdad los secretos intrínsecos de la materia. Pero por otro lado, es evidente que el reflejo de todo lo cuántico en este universo súper heróico es desigual. Conviven alegorías certeras y erróneas respecto al mundo cuántico, lo que pone de manifiesto que dicho conocimiento es aún muy superficial entre el público no especializado; razón por la cual, son tan necesarios cómics divulgativos y rigurosos como los que he citado anteriormente y libros de ensayo sobre la huella de esta ciencia en los cómics como el capítulo dedicado a la mecánica cuántica en The physics of Superheroes (2005) y The amazing story of Quantum mechanics (2010), ambos de James Kakalios.
El universo microscópico siempre ha tenido un importante papel en los cómics de Superhéroes. Baste recordar a Los micronautas, Atom o Ant Man, para evidenciar que, como en la física cuántica, lo más pequeño esconde en los tebeos una realidad increíble. Pero existe una coincidencia aún más curiosa. Como explica Álvaro Pons: «El concepto de "espuma cuántica" es una teoría de cómo es la estructura del espacio-tiempo a escala atómica. Describe un espacio-tiempo turbulento, cuya representación recuerda poderosamente a la representación gráfica de “La dimensión oscura” dibujada por Steve Ditko en los viejos tebeos del Doctor Extraño».
Pero dejemos el concepto del espacio infinitesimal, para centrarnos en los arquetipos de los superhéroes. Quizá el superhombre cuántico más logrado sea el Doctor Manhattan. No es vano, esta creación de Alan Moore y David Gibbons, incluida en su cómic Watchmen, luce a modo de emblema el diseño del átomo de Bohr, y en esencia es un hombre capaz de realizar las mismas cosas en el mundo real que aquellas que hacen los átomos en el mundo microscópico.

Resulta especialmente relevante los números dedicados a este personaje en la miniserie Antes de Watchmen (2012), en la que el guionista J. Michael Straczynski muestra a este to dopoderoso superhéroe en un tono filosófico, meditabundo, analizando a través de profundas reflexiones cuánticas las decisiones que tomó a lo largo de su vida y que le llevaron a convertirse en el Dr. Manhattan. El acierto del guion radica en que para el Dr. Manhattan, todas estas decisiones son como el experimento teórico del gato de Schrödinger, y es capaz de percibir todas las realidades en las que su vida es distinta por haber realizado elecciones diferentes. El título de su primer número, ¿Qué hay en la caja?, ilustra perfectamente la esencia de este estupendo tebeo desde el punto de vista cuántico.
Sin embargo, otros héroes relacionados con el mundo cuántico demuestran en sus aventuras desconocer o interpretar de forma deficiente los principios básicos de esta mecánica. Así por ejemplo, Quántico es un personaje creado por Steve Englehart y Al Milgrom en 1969 para Marvel Comics, con la capacidad para crear copias de sí mismo al teletransportarse entre distintas ubicaciones a velocidades súper rápidas (una versión algo confusa del proceso de teleportación de información cuántica).
En este sentido, resulta mucho más acertado el personaje de La reina cuántica, una superheroína creada en 1967 por Jim Shooter y Curt Swan para D.C., cuyos poderes se basan en su control sobre la energía cuántica. Sin duda, el personaje rinde homenaje al gran pionero de esta disciplina, el físico Max Planck, que descubre la constante fundamental que lleva su nombre y que además, al abordar el problema de la emisión y la absorción de la energía electromagnética. La reina cuántica ha ampliado sus poderes con el paso del tiempo. Así, tiene el control sobre un rango infinito de radiación y de temperatura a lo largo del espectro electromagnético. Puede manipular la energía para atravesar cualquier objeto, dado que la materia de un átomo es esencialmente vacío; puede volverse invisible, simplemente transformándose en energía con una longitud de onda situada más allá del espectro visible; e incluso puede crear una especie de copias fantasma de ella misma (compuestas de energía ultravioleta y situadas en lugares espacialmente lejanos), a las que transmite su conciencia. Si no se es excesivamente riguroso, y se entiende el término «conciencia» como «información», el personaje refleja estupendamente el concepto de teleportación cuántica.
Este artículo se publicó en el número de coleccionista de Muy Interesante nº. 25, Mundo cuántico.