Imaginamos las arrugas como pliegues que aparecen porque la piel se comprime —el típico pellizco, la presión de la almohada, una mueca repetida… todo parecía apuntar hacia una misma dirección. Sin embargo, una investigación reciente publicada en Journal of the Mechanical Behavior of Biomedical Materials cambia por completo esta mirada. Según el estudio, las arrugas aparecen no por comprimir la piel, sino por estirarla.
Al envejecer, la piel pierde colágeno y elasticidad, eso ya lo sabíamos. Lo que no se había comprobado con datos experimentales hasta ahora es que, cuando esa piel envejecida se somete a tensión —como sucede cada vez que gesticulamos, dormimos o movemos el cuerpo— tiende a encogerse de forma lateral. Este fenómeno, conocido como efecto de Poisson, puede ser el verdadero detonante detrás de las arrugas más profundas.
El hallazgo no es solo curioso: tiene implicaciones para la dermatología y la cosmética. Si queremos prevenir o tratar las arrugas con mayor eficacia, deberíamos mirar más allá de la hidratación y el colágeno. Quizás la clave esté en cómo la piel distribuye las fuerzas que actúan sobre ella en el día a día.

Tensión en lugar de compresión: un cambio de paradigma
El estudio rompe con una creencia profundamente arraigada. Hasta ahora, se pensaba que las arrugas se formaban cuando la piel se comprimía, como al apretarla con los dedos o fruncir el ceño. Sin embargo, los investigadores de la Universidad de Binghamton demostraron que la piel se arruga con mayor facilidad cuando se estira, no cuando se comprime.
Para probarlo, analizaron muestras reales de piel humana, de personas entre 16 y 91 años. A diferencia de estudios anteriores, no usaron pellizcos ni presión, sino tensiones controladas, aplicadas tanto en la dirección del colágeno como en sentido perpendicular.
Esto permitió observar cómo la piel reaccionaba de manera más parecida a lo que ocurre realmente en el cuerpo humano.
Los resultados mostraron que la piel más vieja se contraía más de lado cuando se la estiraba. Esa contracción lateral es justo lo que da lugar a los pliegues. Como una banda elástica que se adelgaza al estirarse, la piel envejecida se estrecha y se dobla, dando origen a arrugas más profundas, rectas y marcadas.
Una piel que se comporta como una esponja envejecida
Uno de los hallazgos más sorprendentes fue cómo cambia el volumen de la piel. Cuando la proporción de Poisson supera el 0,5 —el límite teórico para materiales incompresibles— significa que la piel no solo se deforma, sino que pierde volumen al ser estirada. Y eso fue exactamente lo que comprobaron.
Las muestras más viejas perdieron significativamente más líquido durante el estiramiento. Esta pérdida indica que la piel se comporta más como una esponja porosa que como un tejido elástico convencional.
La sustancia que rodea las fibras de colágeno y elastina se exprime hacia afuera, dejando una estructura más laxa y propensa a colapsar.
Ese “aplanamiento interno” aumenta la vulnerabilidad del tejido al plegado. Con menos soporte desde dentro, y mayor contracción transversal, las fibras de la piel ya no resisten como antes. El resultado: arrugas más profundas que siguen patrones predecibles y que aparecen más fácilmente en zonas de alto movimiento, como ojos y boca.

La orientación del colágeno también dirige el camino de las arrugas
Las arrugas no aparecen en cualquier dirección: siguen líneas precisas en la piel. Estas líneas, conocidas como líneas de Langer, coinciden con la orientación dominante de las fibras de colágeno en la dermis.
El estudio confirmó que las arrugas tienden a formarse en dirección perpendicular a la tensión, justo donde se produce la contracción lateral.
Cuando la piel se estira en la misma dirección que el colágeno, las arrugas siguen ese patrón. En cambio, si la tensión va en sentido contrario, la formación de pliegues es menos pronunciada o toma formas distintas. Este dato ayuda a explicar por qué ciertas zonas del rostro o del cuerpo envejecen con patrones específicos.
La comparación entre piel joven y vieja reveló otro dato interesante: la forma de las arrugas. En los más jóvenes, los pliegues eran más irregulares, retorcidos y suaves. En cambio, en las muestras más envejecidas, las arrugas eran rectas, profundas y más uniformes. Esto sugiere que con la edad, la piel no solo cambia su contenido, sino también su forma de doblarse.
Más allá del colágeno: nuevos caminos para tratar el envejecimiento
Tradicionalmente, los tratamientos antienvejecimiento han puesto el foco en el colágeno. Cremas, suplementos, terapias láser… casi todos los enfoques buscan aumentar esta proteína para mejorar la elasticidad de la piel. Pero si las arrugas también son consecuencia de cómo la piel distribuye la tensión, este enfoque podría ser incompleto.
El estudio sugiere que deberíamos mirar también el comportamiento mecánico del tejido. La combinación de una capa externa más rígida con una dermis más blanda crea una estructura inestable, parecida a una hoja de papel pegada a una esponja. Bajo tensión, esa combinación se arruga con facilidad.
Esto abre la puerta a nuevas estrategias dermatológicas. Desde materiales que mejoren la capacidad de la piel para resistir la tensión, hasta técnicas que reduzcan la contracción transversal, el futuro del cuidado antiedad podría girar en torno al modo en que la piel gestiona el estrés físico del movimiento.

Lo que una arruga dice sobre tu edad… y tu biomecánica
Este estudio va más allá de la cosmética: también habla de cómo envejece el cuerpo. La piel es un reflejo visible de los cambios internos, y entender cómo se forman las arrugas es una forma de comprender también cómo envejecen otros tejidos.
Los autores creen que sus métodos podrían aplicarse a órganos como el corazón o el cerebro. Estos también son tejidos anisotrópicos —es decir, con propiedades que varían según la dirección— y heterogéneos. Investigar cómo se deforman con la edad podría ayudar a detectar o prevenir enfermedades degenerativas.
Así, lo que comenzó como una pregunta estética se convierte en una vía biomédica. Comprender las arrugas no solo nos ayuda a lucir mejor, sino también a conocer mejor nuestro cuerpo. Quizás la próxima vez que te mires al espejo y notes una línea nueva, no pienses en años perdidos… sino en lo mucho que tu piel ha resistido y contado.
Referencias
- Ittycheri, A., Wiltshire, A., & German, G. K. (2025). Elucidating the Mechanistic Process of Age Induced Human Skin Wrinkling. Journal of the Mechanical Behavior of Biomedical Materials. doi: 10.1016/j.jmbbm.2025.107080