De los lagartos terribles a las aves: un viaje por la evolución de los dinosaurios

Durante el Triásico, que comenzó hace 252 millones de años y duró 51 millones de años, la Tierra dio a luz una brutal diversidad de seres vivos, desde lagartos voladores hasta los primeros mamíferos, pequeños y tímidos. Pero para muchos científicos y la mayoría de la gente, este periodo será siempre especial por otra razón: el inicio del reinado de los dinosaurios.
De los lagartos terribles a las aves: un viaje por la evolución de los dinosaurios
De los lagartos terribles a las aves: un viaje por la evolución de los dinosaurios. Imagen: Gemini. - Dinosaurios en un lago.

En el momento que el médico inglés Gideon Mantell descubrió en su país los primeros restos del iguanodonte hacia 1820, los dinosaurios conquistaron la imaginación popular. Aunque al principio nadie los llamaba así. Otro británico, el brillante anatomista Richard Owen, fue quien acuñó en 1842 el término dinosauria‘lagartos terribles’, en griego– para clasificar a unos animales cuyos fósiles se habían descubierto en Inglaterra años atrás.

Owen identificó rasgos comunes en esos ejemplares que reconoció como reptilianos, pese a que sus características recordaban a los mamíferos. A partir de ahí, la historia evolutiva de los dinosaurios se ha ido desplegando poco a poco, un proceso que hoy continúa con los nuevos hallazgos.

Pioneros de la paleontología: Las grandes preguntas que desvelaron los secretos de los dinosaurios

En el último tercio del siglo XIX, el paleontólogo estadounidense Othniel C. Marsh clasificó a los dinosaurios a partir de la estructura de su cadera. Inicialmente eran cuatro grupos, que se redujeron luego a dos órdenes: saurisquios y ornitisquios. A su vez, los primeros se dividieron en dos subórdenes bien diferenciados: saurópodos, los célebres cuellilargos; y terópodos, que engloba a todos los dinosaurios carnívoros.

En los mismos años en los que Marsh y su compatriota y colega Edward D. Cope competían con fiereza por descubrir especies (así se conocieron algunos de los géneros más famosos, como Stegosaurus, Triceratops y Tyrannosaurus), el biólogo británico Thomas H. Huxley planteó la hipótesis de que las aves modernas descendían de los dinosaurios terópodos. Su idea, basada en la descripción del Archaeopteryx, ha tardado un siglo en ser aceptada y ha contribuido a cambiar nuestra visión de estos fascinantes seres extintos.

De Los Lagartos Terribles A Las Aves, Un Viaje Por La Evolución De Los Dinosaurios.
De los lagartos terribles a las aves, un viaje por la evolución de los dinosaurios. Imagen: Muy Interesante.

El árbol genealógico que presentamos se basa en las ideas generalmente admitidas, pero no es definitivo. Cualquier futuro descubrimiento –o una revisión crítica de las pruebas existentes– puede darnos grandes sorpresas. Algunos autores, por ejemplo, quieren replantear la clasificación de los saurópodos, lo que variaría de forma sustancial el panorama. Son hipótesis minoritarias, pero si algo nos ha demostrado el estudio del pasado es que la paleontología, lejos de estar tan fosilizada como los sujetos de su estudio, es una ciencia en constante ebullición.

¿Agua? ¡A la cola!

El sol azota inclemente las tierras de lo que dentro de 250 millones de años será Norteamérica. Los arizonasaurios sacian su sed, mientras un grupo de dicinodontes aguardan su turno. Las últimas charcas estivales atraen a todo tipo de animales, y si se secan antes de las lluvias, se convertirán en un cementerio.

Pese a su aspecto, el Arizonasaurus babbitti no está relacionado con los célebres dimetrodones. Estos últimos eran pelicosaurios, lejanamente emparentados con los mamíferos, mientras que el Arizonasaurus es un rauisuquio, un grupo de reptiles arcosaurios más parecidos a los cocodrilos.

La característica vela dorsal de estos animales y muchos otros, como el Ctenosauriscus, el Spinosaurus y el Ouranosaurus, se forma por el alargamiento de las espinas neurales, y no está clara cuál podría ser su función. Esta peculiar estructura ha aparecido separadamente en anfibios, pelicosaurios, rauisuquios, dinosaurios terópodos y dinosaurios ornitisquios. Parece claro que no se trata de un rasgo anecdótico, sino de un elemento con una función relevante, pero resulta difícil esclarecerla. 

La vela se ha asociado tradicionalmente a ambientes áridos y se ha descrito como un posible elemento termorregulador o como un órgano de reserva, esto es, un depósito de grasa. También pudo ser un órgano de exhibición destinado a que sus dueños parecieran de mayor tamaño y disuadieran así a competidores e incluso a los depredadores.

Encuentro imprevisto

Una manada de Coelophysis se detiene bajo el dosel del bosque al ver aparecer un grupo de plateosaurios, prosaurópodos liliputienses si los comparamos con los que vendrán después, pero que intimidan a los pequeños terópodos, nada habituados a toparse con seres tan grandes en la espesura.

El Coelophysis es uno de los carnívoros mejor conocidos del Triásico superior. Parece que fue una especie de costumbres gregarias, ya que se han encontrado enormes yacimientos con miles de ejemplares de edades muy diversas. Estos frágiles terópodos muestran algunas peculiaridades muy interesantes, como una cola semirrígida que podría haber funcionado como un balancín, de modo similar a las colas de los dromeosaurios.

El Plateosaurus, como el Coelophysis, es una especie bien representada en el registro fósil, gracias a los numerosos hallazgos hechos en Alemania y Escandinavia, pero su interpretación ha sido problemática casi desde su descubrimiento, en 1837. Ni siquiera está clara cuál sería su postura de locomoción, ya que si bien podría haber apoyado ocasionalmente los dedos de las manos en el suelo, sería incapaz de hacer lo mismo con la palma; de esto se deduce que este antecesor de los mayores cuadrúpedos de todos los tiempos sería un bípedo durante la mayor parte de su existencia.

De los lagartos terribles a las aves: un viaje por la evolución de los dinosaurios
De los lagartos terribles a las aves: un viaje por la evolución de los dinosaurios. Imagen: Muy Interesante.

Con la muerte en los talones

Un joven Cymbospondylus trata de hincar el diente a un Xenacanthus. Cuando llegue a la edad adulta, aquel no volverá a cruzarse con estos tiburones de agua dulce, pues solo los ejemplares inmaduros se adentraban a veces en los estuarios donde los grandes predadores no solían patrullar.

La historia evolutiva de los ictiosaurios se remonta al Triásico inferior, cuando los ictiopterigios empezaron a proliferar en las costas septentrionales del supercontinente Pangea. Estos lagartos nadadores, de cuerpo sinuoso, fueron desplazados poco a poco a lo largo del Triásico medio por sus descendientes, los primeros ictiosaurios verdaderos, como los Cymbospondylus, cuya forma primitiva mantenía la cola anguiliforme de sus antepasados y carecía de aleta dorsal. A su vez, estos ictiosaurios serían reemplazados por las especies jurásicas, con su característico perfil de delfín, mejor adaptadas para nadar en mar abierto.

¡Por los pelos!

En los bosques de coníferas cualquier recodo puede ser una trampa: estos herrerasaurios han estado a punto de acabar en unas fauces mayores que las suyas. En esta ocasión, sus reflejos y velocidad de reacción se han impuesto a la paciencia y la fuerza bruta del Prestosuchus.

El descubrimiento del Herrerasaurus en Argentina trajo algunas sorpresas y desató muchas preguntas en 1963. Se trata de uno de los dinosaurios más antiguos, aunque ya presenta la forma básica de los terópodos, con algunas características muy primitivas, como un cuello inusualmente corto, mezcladas con detalles más complejos, como la estructura de sus vértebras, que delata una mayor evolución.

El Herrerasaurus no era tan formidable como el rauisuquio Prestosuchus, uno de los carnívoros más poderosos del Triásico. Tal vez, lo que inclinó la balanza fue que, si bien ambos grupos de arcosaurios presentan las extremidades verticales, los dinosaurios tenían una estructura cadera/fémur más eficaz, que les permitía mayor velocidad y una notable agilidad de movimientos frente a un rival menos versátil.

Pequeños pioneros aéreos

La bóveda del bosque resuena de una forma que hoy nos resultaría muy familiar. Bajo las copas de los helechos arboriformes, animales de vivos colores revolotean en pos de su almuerzo. Sus colas de cometa los delatan: no son aves, sino pterosaurios, reptiles voladores cubiertos de pelo.

El Peteinosaurus, encontrado a finales de los 70 en el norte de Italia, no era mucho mayor que una urraca. Al igual que otros ranforrincoideos, poseía una larga cola que le permitía maniobrar en vuelo, gracias a un pequeño timón situado en su punta. Sus dientes son muy primitivos, así que es probable que este animal sea uno de los pterosaurios más antiguos que conocemos.  

Mientras no aparezcan nuevos hallazgos, su familia, la de los dimorfodóntidos, seguirá siendo la más antigua del orden Pterosauria, y remonta el origen del vuelo batido a finales del Triásico, hace más de 200 millones de años.

De los lagartos terribles a las aves: un viaje por la evolución de los dinosaurios
De los lagartos terribles a las aves: un viaje por la evolución de los dinosaurios. Imagen: Gemini.

A dentelladas con la vida

El ataque, brutal e inesperado, ha cogido a los Desmatosuchus por sorpresa y al descubierto. Pese a la armadura dérmica que los protege, la única opción que les queda frente a los tremendos mordiscos de la pareja de Postosuchus es la huida. Sin embargo, ya es tarde para el miembro más joven del grupo.

Tras la crisis que dio paso al Triásico, gran número de especies florecieron a medida que el supercontinente Pangea se recuperaba de las grandes extinciones. Los rauisuquios desarrollaron adaptaciones anatómicas muy interesantes, como una posición erguida basada en la postura vertical del fémur, y cráneos muy resistentes sobre un cuello fornido, para facilitar una mordida de gran potencia.

De hecho, el cráneo del Postosuchus recuerda mucho al de los grandes dinosaurios carnívoros, si bien con una estructura diferente de fenestras o fosas temporales, o sea, las aberturas del cráneo situadas detrás de las órbitas de los ojos presentes en muchos vertebrados.

Los Desmatosuchus y otros miembros del orden Aetosauria tenían una pose erguida similar a la de los rauisuquios, y a su vez desarrollaron estructuras defensivas compuestas por placas óseas (osteodermos) y, a veces, por grandes espinas sobre los hombros y el cuello. Postosuchus y Desmatosuchus desaparecieron a finales del Triásico.

¡Fuera de aquí, intruso!

La sangre no va a llegar al río. La hembra de Redondasaurus solo pretende alejar al insolente dicinodonte. Los sitios aptos para la puesta no abundan, y la fitosauria no quiere testigos mientras prepara su nido. Después de todo, unos huevos son un bocado tentador para cualquiera, herbívoros incluidos.

Pese a su gran similitud exterior con el cocodrilo, el imponente Redondasaurus no era tal, sino un fitosaurio, familia de grandes reptiles con hábitos anfibios que desarrolló una asombrosa evolución convergente con la de los cocodrilos modernos, quizá como respuesta a un modo de vida muy parecido.

Curiosamente, los paleontólogos pensaron en un principio que los fitosaurios eran herbívoros, y de ahí su nombre científico, que significa ‘lagarto planta’. Pero hallazgos posteriores permitieron ver que sus mandíbulas estaban adaptadas a la captura de peces en una forma similar a la de los cocodrilos actuales.

Algunas especies, como las del género Protome, presentaban el hocico largo y estrecho del gavial del Ganges, mientras que otras poseían cráneos más anchos y redondeados. El Redondasaurus contaba con unas fauces intermedias, alargadas y con escalonamientos laterales, para facilitar el agarre de las presas escurridizas.

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