Hace más de 600 años, mucho antes de que existieran registros sísmicos o sistemas de alerta temprana, un terremoto de gran magnitud sacudió el fondo del mar Caribe. El movimiento fue tan potente que generó un megatsunami que golpeó la isla de Anegada, en las Islas Vírgenes Británicas, dejando tras de sí un paisaje transformado y silenciosas víctimas: enormes colonias de coral arrastradas tierra adentro. Sus esqueletos, blanqueados por el tiempo pero conservados como si hubieran muerto ayer, han permanecido ahí, inmóviles, esperando a ser escuchados.
Esa voz del pasado ha comenzado a ser descifrada por un equipo internacional de científicos, liderado por la investigadora Hali Kilbourne. Su estudio, publicado en Geophysical Research Letters, ha logrado fechar con una precisión inédita la llegada de ese tsunami, situándola entre los años 1381 y 1391. Para ello, los investigadores aplicaron técnicas avanzadas de datación por series de uranio a esqueletos de coral desplazados cientos de metros tierra adentro. Los resultados no solo reconstruyen un evento del pasado, sino que ofrecen pistas fundamentales para entender los riesgos sísmicos y tsunamis del presente.
Corales varados por un tsunami medieval
En el extremo norte del archipiélago caribeño, Anegada presenta una topografía singular: una isla baja, sin montañas, rodeada de aguas profundas que descienden abruptamente hacia la Fosa de Puerto Rico. Esa configuración geológica la convierte en un punto especialmente vulnerable ante tsunamis generados por grandes terremotos submarinos.
Lo que distingue a este evento medieval es su origen. El tsunami no fue causado por un volcán o un deslizamiento de tierra, sino por una falla tectónica en el límite entre la Placa del Caribe y la Placa de Norteamérica. Esta fractura generó un sismo cuya magnitud se ha estimado en al menos 8,0, suficiente para provocar olas que barrieron los arrecifes y lanzaron bloques de coral —algunos de más de una tonelada— cientos de metros hacia el interior de la isla.
Las evidencias físicas son claras: grandes bloques de coral coralino, como el Pseudodiploria strigosa y Orbicella, encontrados en posiciones que solo una ola masiva pudo haber provocado. Estos no son restos recientes ni producto de tormentas modernas. Se trata de testigos directos de un evento extremo ocurrido hace más de seis siglos, conservados con una precisión asombrosa gracias a su estructura interna.

Datación precisa con corales: el reloj natural del océano
El método utilizado por los investigadores se basa en el análisis de isótopos de uranio y torio que se incorporan naturalmente al esqueleto del coral mientras este crece. Cuando el coral muere, ese reloj radioactivo empieza a contar. Analizando la proporción entre estos isótopos, los científicos pueden estimar el momento exacto en que ocurrió la muerte.
Pero este equipo fue más allá. Además de las dataciones isotópicas, contaron los bandas de crecimiento anuales del coral, muy similares a los anillos de los árboles. Como indican en el estudio, "las bandas de densidad anual en algunos corales proporcionan una resolución temporal subanual". Este doble enfoque permitió ajustar la fecha con gran precisión: entre 1381 y 1391.
En el caso del coral más representativo —una colonia hemisférica de Pseudodiploria strigosa ubicada cerca de Bones Bight— se tomaron varias muestras a diferentes profundidades, confirmando fechas congruentes que situaban la muerte del coral justo en ese intervalo temporal. Según los autores, "estas fechas implican la muerte del coral entre 1381–1390 o 1386–1391", lo que se traduce en una estimación final de 1381–1391.

Más que historia: una advertencia geológica con valor actual
Este hallazgo tiene una importancia que va mucho más allá de lo histórico. Es la primera evidencia física directa de que la Fosa de Puerto Rico ha producido un terremoto de magnitud tan elevada en tiempos relativamente recientes. Hasta ahora, no existían registros escritos ni pruebas claras de tsunamis de origen tectónico en esta región en los últimos cinco siglos.
Esto implica que el peligro sigue latente. Como explican los autores del estudio, "el tsunami fechado en este artículo es el único hasta ahora que se ha demostrado que fue generado por una falla en la Fosa de Puerto Rico". Saber que este tipo de eventos han ocurrido en el pasado cambia por completo el enfoque con el que deben diseñarse los planes de evacuación y las infraestructuras costeras en las Antillas y otras zonas vulnerables.
El equipo sugiere que estos resultados pueden utilizarse para diseñar simulaciones de impacto más realistas en ejercicios de preparación como el Caribe Wave, que cada año involucra a cientos de miles de personas en el Caribe en prácticas de evacuación por tsunami.

Ciencia colaborativa que cruza océanos
El trabajo es fruto de una intensa colaboración internacional, con investigadores de universidades y centros de investigación en Estados Unidos, Francia, Taiwán y el Caribe. La parte analítica se realizó en laboratorios especializados en espectrometría de masas en Taiwán y Francia, donde las muestras de coral fueron tratadas con extrema precisión.
El estudio también destaca por su enfoque riguroso en la selección de las muestras. Solo se consideraron confiables aquellas que no mostraban signos de alteración química o erosión, un criterio crucial para evitar errores en la datación. "Todos menos uno de nuestros fechados pasaron las evaluaciones estándar de fiabilidad", indican los autores, haciendo referencia al cumplimiento de condiciones como la integridad del uranio y torio, y la ausencia de calcita secundaria.
Además, los investigadores consideran que los datos recogidos en Anegada pueden ser utilizados en otros contextos: para estudiar el clima medieval caribeño, la evolución del nivel del mar o incluso para buscar registros escritos de tsunamis en archivos lejanos como los de las Islas Británicas.
¿Qué más esconden los corales?
Más allá de ser marcadores de catástrofes, los corales ofrecen información valiosa sobre el ambiente marino del pasado. Su estructura mineral, compuesta por aragonito, conserva registros de temperatura, salinidad y otros parámetros oceanográficos del momento en que crecieron. Esto abre una ventana única para estudiar cambios climáticos históricos con una precisión que pocos materiales naturales permiten.
Uno de los objetivos del equipo es ampliar esta línea de investigación y comparar los datos actuales con las condiciones del océano hace más de seis siglos. Según se indica en el estudio, "los registros de temperatura superficial del mar en el Caribe se han obtenido no solo para décadas recientes, sino también para épocas medievales".
Con ello, los científicos no solo pretenden reconstruir el evento puntual del tsunami, sino también comprender mejor el entorno climático que lo acompañó, lo que podría revelar patrones ocultos en la interacción entre sismos y condiciones oceánicas extremas.
Una llamada de atención desde el fondo del tiempo
El megatsunami que azotó Anegada en el siglo XIV no dejó testigos humanos, pero sí una secuencia de huellas geológicas que han esperado siglos para ser comprendidas. Hoy, esos restos de coral nos advierten con claridad: los grandes desastres naturales del pasado pueden repetirse.
Gracias a una combinación de ciencia precisa, trabajo de campo minucioso y tecnología de vanguardia, es posible traducir los mensajes escondidos en las piedras. El Caribe, aunque hoy disfrute de aguas tranquilas, no está exento de un nuevo episodio como aquel de 1381. La historia, tallada en el esqueleto de los corales, ofrece una lección que no debe ignorarse.
Referencias
- Kilbourne, K. H., Weil‐Accardo, J., Feuillet, N., Deschamps, P., Xu, Y., Shen, C.‐C., et al. (2025). Dating a Medieval Tsunami With Uranium‐Series Techniques on Caribbean Corals. Geophysical Research Letters, 52, e2024GL114448. https://doi.org/10.1029/2024GL114448.