Nuevo hallazgo desmonta décadas de creencias sobre el origen del agua en nuestro planeta

Un nuevo estudio revela que la Tierra ya tenía todo el hidrógeno necesario para formar agua desde su origen, sin necesidad de asteroides.
Un meteorito hallado en la Antártida podría reescribir la historia del origen del agua en la Tierra
Un meteorito hallado en la Antártida podría reescribir la historia del origen del agua en la Tierra. Ilustración artístico. Foto: ChatGPT-4o/Christian Pérez

Durante décadas, los científicos han buscado una respuesta a una de las preguntas más esenciales sobre la vida en nuestro planeta: ¿de dónde vino el agua que cubre más del 70 % de la superficie terrestre? La teoría dominante señalaba hacia el espacio: se creía que asteroides cargados de agua habían impactado la Tierra en su "infancia", sembrando los océanos que hoy conocemos. Pero una nueva investigación liderada por un equipo de la Universidad de Oxford podría cambiar por completo esa historia.

Utilizando una rara clase de meteorito, los investigadores han encontrado indicios de que la Tierra primitiva ya contenía todo el hidrógeno necesario para formar agua desde el principio, sin necesidad de un reparto celestial tardío. El hallazgo, publicado en la revista Icarus, no solo desafía teorías establecidas sobre el origen del agua en la Tierra, sino que también plantea nuevas preguntas sobre la formación de mundos habitables en el universo.

Un meteorito, una pista antigua

La clave de esta investigación ha sido un meteorito poco común: el LAR 12252, hallado en la Antártida en 2012 y clasificado como una condrita enstatita. Este tipo de roca espacial es especialmente valioso porque comparte una composición muy similar a la del material que formó la Tierra hace 4.550 millones de años.

A través de técnicas de espectroscopía avanzadas —concretamente la XANES (X-ray Absorption Near Edge Structure), aplicada en la instalación Diamond Light Source de Oxfordshire—, el equipo británico analizó con precisión microscópica la composición química del meteorito. Su objetivo era determinar si el hidrógeno presente en él era realmente original, o si podía haberse infiltrado tras su llegada a la Tierra, contaminando los resultados.

El resultado fue sorprendente: no solo se confirmó la presencia de hidrógeno en el meteorito, sino que este se encontraba en forma de sulfuro de hidrógeno (H₂S), fuertemente ligado a compuestos de azufre dentro de su estructura mineral. Más revelador aún fue que las zonas más ricas en hidrógeno estaban ubicadas en el material de matriz fina del meteorito, justo fuera de los chondrules (esferas minerales milimétricas), y no en las partes fracturadas o contaminadas por el ambiente terrestre.

El meteorito analizado en este estudio, conocido como LAR12252, fue hallado en la Antártida en el año 2012
El meteorito analizado en este estudio, conocido como LAR12252, fue hallado en la Antártida en el año 2012. Foto: ANSMET (ANtarctic Search for METeorites)

Un hallazgo inesperado

Aunque estudios anteriores ya habían detectado pequeñas cantidades de hidrógeno en meteoritos similares, esta investigación fue un paso más allá. La cantidad de H₂S presente en la matriz fina del meteorito era hasta diez veces mayor que la encontrada en los chondrules, algo que no se había documentado con tal claridad hasta ahora. De hecho, este tipo de matriz, compuesta por granos submicrométricos, representaría aproximadamente un 4,8 % de la masa del meteorito, pero aportaría hasta cinco veces más hidrógeno que otras fases más abundantes como la mesostasis.

Lo más significativo es que la relación entre la presencia de este tipo de hidrógeno y los minerales de sulfuro de hierro, especialmente la pirrotita, sugiere que esta interacción se produjo en condiciones de alta temperatura en el disco protoplanetario. Durante la formación de estos materiales, el sulfuro de hierro habría catalizado reacciones con el hidrógeno gaseoso del entorno, formando H₂S que quedó atrapado dentro de los materiales silicatados en rápido enfriamiento.

Esta reacción, lejos de ser un proceso aislado, podría haber sido común en los materiales que formaron la Tierra, lo que lleva a una conclusión asombrosa: el agua del planeta no habría llegado del espacio exterior como un regalo aleatorio, sino que habría surgido como consecuencia directa de su propia formación.

Fotografía en luz polarizada plana de una lámina delgada de la muestra LAR 12252, ampliada cinco veces
Fotografía en luz polarizada plana de una lámina delgada de la muestra LAR 12252, ampliada cinco veces. Foto: ANSMET (ANtarctic Search for METeorites)

Más que una gota en el océano

Este hallazgo tiene implicaciones profundas. Si la Tierra se formó con una reserva interna de hidrógeno lo suficientemente abundante como para generar toda su agua, eso significa que las condiciones para que un planeta sea habitable podrían estar ligadas más al tipo de material del que se forma que a eventos fortuitos como impactos de asteroides.

Hasta ahora, la hipótesis de que el agua llegó a la Tierra gracias a cometas o asteroides ricos en hielo servía para explicar cómo un planeta que se formó en las zonas interiores y calientes del sistema solar —donde los compuestos volátiles deberían haber sido escasos— terminó tan lleno de agua. Sin embargo, la riqueza en hidrógeno de los enstatita chondrites como el LAR 12252 ofrece una explicación alternativa: que el propio material rocoso que compuso la Tierra ya era portador de los ingredientes necesarios.

Más aún, las proporciones isotópicas del hidrógeno y otros elementos en estos meteoritos coinciden notablemente con las de la Tierra, lo que refuerza la idea de que estos cuerpos son auténticos "fósiles" de los ladrillos con los que se construyó nuestro planeta.

Imagen tomada en el laboratorio de la muestra LAR 12252
Imagen tomada en el laboratorio de la muestra LAR 12252. Foto: ANSMET (ANtarctic Search for METeorites)

¿Qué significa esto para la vida en otros mundos?

Si la presencia de agua en la Tierra fue una consecuencia natural de su composición, y no una excepción cósmica, podríamos tener que replantearnos nuestras ideas sobre la aparición de agua —y por ende, de vida— en otros planetas.

Este hallazgo podría ser una excelente noticia para la búsqueda de vida extraterrestre: si planetas formados con materiales similares a los de la Tierra son también ricos en hidrógeno desde su origen, la existencia de agua líquida podría ser mucho más común en el universo de lo que imaginamos. Planetas rocosos en otras estrellas, que antes habríamos descartado por estar demasiado cerca de su sol para retener hielo, podrían tener reservas internas de agua desde el inicio, ocultas en sus minerales y liberadas en procesos geológicos posteriores.

Aunque este estudio no resuelve definitivamente el debate sobre el origen del agua en la Tierra, ofrece una evidencia sólida a favor de una hipótesis que gana peso: que la Tierra fue siempre húmeda. El equipo de Oxford ha abierto una puerta importante, pero quedan muchas preguntas. ¿Cómo y cuándo se liberó ese hidrógeno para formar agua líquida en la superficie? ¿Qué rol jugaron otros cuerpos, como los cometas, en aportar ingredientes adicionales, aunque en menor medida?

Sea cual sea la respuesta, una cosa está clara: nuestra visión del pasado acuático de la Tierra acaba de cambiar, y con ella, quizás también la del futuro de nuestra búsqueda de vida en el cosmos.

Referencias

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