¿Qué es la moral? Por qué confundimos moral y ética (y por qué importa más de lo que crees)

La ética es universal, la moral no: entender la diferencia puede ayudarte a vivir (y convivir) mejor.
La moral regula nuestras acciones según normas compartidas, pero no siempre esas normas son iguales para todos
La moral regula nuestras acciones según normas compartidas, pero no siempre esas normas son iguales para todos. Foto: Istock/Christian Pérez

Moral y ética son palabras que el común de los mortales usa como quien a un filete lo llama bistec y viceversa. Así son las cosas y no creo que por mucho que los filósofos de la ética nos empeñemos en explicarlo con peras y manzanas consigamos que cada uno llame a cada cosa por el nombre que le corresponde. ¡Pero si aún hay gente que cree que el hombre no llegó a la Luna y que la tierra es plana! ¿De qué nos quejamos? ¿Verdad?

Y es que la etimología tampoco ayuda demasiado. Si, como vimos anteriormente, el origen griego de ética aludía, entre otros términos, a costumbre. Resulta que “moral”, que provine en este caso del latín “moris”, también significa costumbre… ¿No ayuda para nada? Hay autores que afirman que la palabra moral se la sacó de la manga Cicerón para traducir el concepto griego “ethe” que sí, es costumbre y carácter y es la raíz de ética, como ya sabes. Pero, la diferencia más significativa, es que moral ya lo usaron los romanos para hablar sobre la diferencia entre qué es bueno y qué es malo antes de que Cicerón apareciera en escena.

La primera diferencia notable sería entonces darnos cuenta de que mientras la ética es el arte de vivir bien o del buen vivir, la moral es la que estudia y establece qué está bien y que está mal.

¿Recuerdas que una forma de definir la ética era decir que es una rama de la filosofía que estudia las morales y sus reglas? Pues si la ética es el modo de relación de los animales humanos entre sí, la moral, o las morales (pronto entenderás la diferencia), son el conjunto de reglas que norman esta relación.

Vamos a ver.

La ética es nuestro modo de relación, bien, eso ya está claro. Pero quizá si te digo que esta es una relación horizontal, que nos engloba a todos por el simple hecho de estar juntos en el mismo espacio y tiempo, a lo mejor te es más facil de entender. Y, por contra, el ejercicio moral es vertical, impositivo y en algunos casos excluyente, pues las morales siempre suelen tener sus excepciones con algunos de los miembros a los que regula el cómo han de relacionarse entre ellos y segrega a aquellos que no reconoce como propios. La ética sería una relación horizontal e inclusiva, mientras que la moral podríamos definirla como vertical y excluyente. ¿Se entiende así mejor?

Otra forma de acercarnos a esta cuestión de qué es la moral es ver que, mientras tiene todo el sentido del mundo decir que alguien es un inmoral o amoral o que es de moral dudosa, decir de alguien que es “in-ético” o “a-ético” carece de todo sentido. Por lo tanto, cuando nos enfrentamos a expresiones del tipo “Fulanito no tiene ética” o “tiene muy mala o poca moral”, en el fondo a lo que nos referimos es que ese tal Fulanito es un inmoral, un amoral o que no acata todas las normas morales que la mayoría aceptamos para vivir mejor, o eso creemos.

¿Son la ética y la moral universales?

Pues son dos preguntas en una con contestaciones diferentes. La ética es universal y siempre que existan dos seres humanos que se relacionen entre sí de alguna manera en un mismo espacio y tiempo, incluso si han decidido ignorarse, estarán bajo el paraguas de una relación a la que llamamos ética. ¿Y la moral? Mientras que ética tal cual solo hay una, aunque a todas las escuelas morales las hemos mal llamado “ética de no se qué”, como la ética de la virtud, la ética del deber, la ética del cuidado y muchas más; morales habrá tantas como diferentes culturas diferentes han pisado y pisarán la Tierra. Y si un día llegamos a colonizar las estrellas, no dudes que seguiremos reinventando morales. Aunque te aseguro que, si alguna acaba llamándose Ética de X o de Musk, me voy a cabrear muchísimo. Por lo tanto, una moral concreta no puede ser universal por constitución, pero el concepto de moral sí es universal en tanto que, toda relación ética necesita de un sistema moral que la regule.

Y es que al ser humano jamás le ha gustado no tener ciertas certezas sobre lo que lo rodea, y más cuando tiene que compartir el espacio, sí o sí, con otros. El otro, cuando no es un nosotros, nos atemoriza. Porque no sabemos de qué puede ser capaz. Porque quién me asegura que una noche no me sacará de mi cama, no se comerá mi comida o seguirá robándome la señal del WIFI por muchas contraseñas enrevesadas que me invente.

Así que, una vez aceptada la necesidad de la convivencia social por supervivencia, y viendo que, a pesar de encerrarnos mucho sobre nuestra tribu o clan, no dejan de aparecer nuevos seres humanos, bien porque los autoproducimos o porque llegan de fuera. Reglar fuertemente nuestra relación fue la solución perfecta para eliminar, en la medida de lo posible, esas incertidumbres.[1]

Mientras la ética se basa en la relación entre iguales, la moral suele imponer jerarquías y fronteras invisibles
Mientras la ética se basa en la relación entre iguales, la moral suele imponer jerarquías y fronteras invisibles. Foto: Istock

Sobre las distintas construcciones de los modelos morales y las diferencias entre ellos lo veremos con más detenimiento en posteriores entregas, pero es interesante ver que en las primeras leyes escritas que podemos estudiar, siempre hay un intento de restituir el statu quo, bien a base de castigos físicos, de destierro o de sanciones económicas.

“Si un hombre, en el transcurso de una refriega, destroza el miembro de otro hombre con un garrote, deberá pagar una mina de plata.” Código de Ur – Nammu (2112- 2095 a.C.)

Las leyes, que son la materialización de la moral imperante, siempre pretenden eliminar la incertidumbre, proteger a quien es lastimado por la acción de alguien que no acata la moral y por tanto la ley y, en definitiva, volvernos a todos más confiables. ¿Qué son las leyes si no la posibilidad de poder saber que el otro hará lo que se espera que haga, so pena de tener que someterse a un castigo si no lo hace en tiempo y forma?

Recuerdas cuando, citando a Fukuyama, te decía que “justamente es la confianza el principal ‘recurso moral’ de una sociedad”. El historiador romano Tácito decía que “cuanto más corrupto es un pueblo más leyes necesita”. Los pueblos que han basado su moral en la confianza mutua, en el respeto a las instituciones y en la asunción de sus responsabilidades sociales necesitan muchas menos leyes que mitiguen el miedo a qué nos pueda hacer el otro, porque en estas sociedades, la palabra para autodefinirse suele ser “nosotros” [2], a pesar de poder pensar y sentir diferente, le pese a quien le pueda pesar esto en este preciso momento.

Es curioso que tengamos tan clara la teoría, y que la práctica se nos complique tanto ¿no te parece?

El otro nos da miedo, es cierto. Tanto que no faltaron filósofos como Hobbes que vio en el hombre a un lobo para el hombre, y otros como Nietzsche, que vieron en las morales la posibilidad de que los débiles sometieran a los fuertes. Quizá ambos tengan visiones tan equivocadas como acertadas, no lo sé. Pero lo que es seguro es que solos, como el oso polar, el puma, el dragón de Komodo, el alce y tanto otros animales solitarios, jamás habríamos llegado más allá de la sabana africana donde, aparecimos como homínidos, hace un par de millones de años. Continuará…

[1] Existen una infinidad de películas con las que podemos estudiar claramente el choque de dos morales diferentes y a veces contrapuestas. Un ejemplo podría ser “El último samurái” (2003) que, aunque palomitera y plagada de errores y romantizaciones ayuda a entender grosso modo esto de lo que estamos hablando.

[2] La etimología de la palabra “nosotros” es maravillosa. Es la unión del plural mayestático de “nos”, un yo superlativo propio de reyes, emperadores y papas y “ los otros”, los que son tan importantes como yo, mis iguales, mis “yos”.

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