¿Hitler creía en Dios? Entre el misticismo y la política

Aunque era oficialmente católico, Adolf Hitler no volvió a pisar una iglesia desde que dejó la casa de sus padres. Sin embargo, pagaba el impuesto eclesiástico y mencionaba a Dios en sus discursos, probablemente como parte de una maniobra política.
La imagen de una multitud saludando a Hitler

Aunque era oficialmente católico, Adolf Hitler no volvió a pisar una iglesia desde que dejó la casa de sus padres. Sin embargo, pagaba el impuesto eclesiástico y mencionaba a Dios en sus discursos, probablemente como parte de una maniobra política para captar a la mayoría católica alemana.

Según sus más allegados, el Führer tenía una opinión muy negativa sobre el cristianismo, pero tampoco se sentía inclinado hacia el ateísmo. En la Alemania de aquella época, la ausencia de creencias religiosas estaba muy mal vista, ya que se asociaba con la ideología comunista. Quizá la mejor forma de describir a este dictador es como un místico. Creía en algo, pero ¿en qué? Eso todavía no está claro.

La imagen de una multitud saludando a Hitler, capturando el momento de complicidad colectiva con el régimen. Foto: Wikipedia

Hitler, ¿un místico?

A lo largo de la historia, Adolf Hitler ha sido objeto de numerosos estudios y debates en torno a sus creencias religiosas y su relación con el cristianismo. Aunque oficialmente se le consideraba católico, su comportamiento y declaraciones a lo largo de su vida sugieren una relación ambigua y, a menudo, contradictoria con la religión.

Desde joven, Hitler mostró poco interés en la práctica religiosa. Tras dejar la casa de sus padres, no volvió a asistir a la iglesia regularmente. Sin embargo, continuó pagando el impuesto eclesiástico, una obligación fiscal en Alemania que financia a las iglesias reconocidas por el Estado. Este acto podría interpretarse como una estrategia política para mantener una apariencia de conformidad religiosa y evitar el rechazo de la mayoría católica alemana.

En sus discursos públicos, mencionaba a Dios y utilizaba retórica religiosa, lo que podría haber sido una táctica para ganarse el apoyo de los creyentes. Sin embargo, sus comentarios privados y las opiniones de sus allegados revelan una visión mucho más crítica del cristianismo. 

Según varios testimonios, Hitler consideraba el cristianismo como una religión débil y decadente, incompatible con su visión de una sociedad fuerte y militarizada.

En el ideario nazi se encontraba la consecución de una raza aria pura. En la imagen, Hitler saluda a una niña en la campaña electoral de 1932. Foto: Getty.

Tampoco se identificaba con el ateísmo

A pesar de su rechazo al cristianismo, tampoco se identificaba con el ateísmo. En la Alemania de la época, la falta de creencias religiosas se asociaba con el comunismo, una ideología que Hitler despreciaba profundamente. Por lo tanto, adoptar una postura abiertamente atea habría sido políticamente desventajoso y podría haber alienado a muchos de sus seguidores.

La relación de Hitler con la religión es aún más compleja si consideramos sus inclinaciones místicas. Algunos historiadores sugieren que Hitler tenía un interés en el ocultismo y en creencias esotéricas. Este aspecto de su personalidad podría explicar su rechazo tanto al cristianismo como al ateísmo, y su búsqueda de una tercera vía espiritual que no encajaba en las categorías religiosas tradicionales.

El misticismo de Hitler se refleja en su creencia en el destino y en una misión casi divina para el pueblo alemán. En sus discursos, a menudo hablaba de una "Providencia" que guiaba sus acciones y las del Tercer Reich. Esta creencia en un destino predeterminado y en una misión superior podría haberle proporcionado una justificación moral para sus acciones, por más atroces que fueran.

Además, el régimen nazi promovió una especie de religión civil, centrada en el culto al Führer y en la ideología nazi. Las ceremonias y rituales del partido nazi, con su simbología y retórica, tenían un carácter casi religioso, diseñados para inspirar devoción y lealtad entre los seguidores. Este culto al Führer podría haber servido como un sustituto de la religión tradicional para muchos alemanes, proporcionando un sentido de propósito y comunidad.

Adolf Hitler en 1939. A su derecha, su lugarteniente entre 1933 y 1941, Rudolf Hess. Foto: Shutterstock.

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