¿Qué diferencia hay entre sunitas y chiítas?

El Islam, la religión de los musulmanes fundada por Mahoma en el siglo VII, tiene dos ramas principales: los sunitas u ortodoxos –sunna, tradición–, seguidores de los primeros califas sucesores de Mahoma, y los chiítas, seguidores del yerno de Mahoma
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El Islam, una de las principales religiones del mundo, está dividido en dos grandes ramas: los sunitas y los chiítas. Esta división, que se remonta a los primeros días después de la muerte de Mahoma, ha dado forma a la historia y la política del mundo musulmán durante más de mil años. Los sunitas, que representan aproximadamente el 90% de los musulmanes, siguen la tradición o sunna de los primeros califas sucesores de Mahoma. Por otro lado, los chiítas, que constituyen alrededor del 10% de la población musulmana, consideran que Ali ibn Abi Tálib, yerno de Mahoma, es el legítimo sucesor del profeta. Las diferencias entre estas dos ramas no son solo históricas, sino también doctrinales y políticas, influyendo en la geopolítica contemporánea de regiones como Medio Oriente.

Tanto sunitas como chiítas son musulmanes. Fuente: iStock/Rawpixel - iStock/Rawpixel

Origen de la división entre sunitas y chiítas

El conflicto de sucesión tras la muerte de Mahoma

La muerte de Mahoma en el año 632 desencadenó un debate crucial sobre quién debía liderar la comunidad musulmana. Este fue el punto de partida de la división entre sunitas y chiítas. Los sunitas sostienen que el liderazgo debía ser elegido por consenso entre los compañeros más cercanos de Mahoma, lo que llevó a la elección de Abu Bakr como el primer califa. Esta elección fue vista como un acto de continuidad con la tradición de la comunidad islámica, que valoraba la sabiduría y la experiencia de los líderes más cercanos al profeta.

Por otro lado, los chiítas argumentaron que el liderazgo debía permanecer dentro de la familia de Mahoma, específicamente en Ali ibn Abi Tálib, primo y yerno del profeta. Para los chiítas, Ali no solo era un pariente cercano, sino también un seguidor devoto que había sido designado por Mahoma en varias ocasiones como su sucesor. Esta diferencia de opinión sobre la sucesión creó una fractura que se profundizó con el tiempo, dando lugar a la formación de dos ramas distintas del Islam.

El conflicto de sucesión no solo fue una cuestión de liderazgo, sino también de interpretación religiosa y autoridad espiritual. Los chiítas creen que Ali y sus descendientes, conocidos como los imanes, poseen una autoridad divina y un conocimiento especial de la religión que los hace los únicos legítimos líderes de la comunidad musulmana. Esta creencia contrasta con la visión sunita, que considera que el liderazgo debe basarse en el consenso y la elección comunitaria, sin necesidad de un linaje específico.

Ali ibn Abi Tálib vs los compañeros de Mahoma

Ali ibn Abi Tálib es una figura central en la historia del Islam chiíta. Como primo y yerno de Mahoma, Ali fue uno de los primeros conversos al Islam y un defensor leal del profeta durante su vida. Sin embargo, tras la muerte de Mahoma, Ali fue pasado por alto en la elección del primer califa, lo que generó tensiones entre sus seguidores y los de Abu Bakr. Para los chiítas, este acto de exclusión fue una injusticia que debía ser rectificada, y consideran a Ali como el primer imán legítimo.

Los compañeros de Mahoma, por su parte, jugaron un papel crucial en la consolidación del Islam sunita. Abu Bakr, Úmar y Uthmán, los tres primeros califas, fueron elegidos por su cercanía al profeta y su capacidad para liderar la comunidad musulmana en tiempos de incertidumbre. Los sunitas valoran su liderazgo pragmático y su habilidad para expandir el Islam más allá de la península arábiga, estableciendo un modelo de gobierno que se mantendría durante siglos.

La rivalidad entre Ali y los compañeros de Mahoma culminó en una serie de conflictos armados, siendo el más notable la batalla de Siffín en el año 657. Esta batalla, que enfrentó a las fuerzas de Ali contra las de Muawiya, gobernador de Siria, marcó un punto de inflexión en la historia islámica. Aunque Ali fue finalmente asesinado en el año 661, su legado perduró en la comunidad chiíta, que continuó defendiendo su derecho al liderazgo islámico.

La muerte de Mahoma en el año 632 desencadenó un debate crucial sobre quién debía liderar la comunidad musulmana. Imagen de Andrea Albanese en Pixabay

Principales diferencias doctrinales y políticas

Interpretación del Islam: sunna y tradición

La interpretación del Islam es uno de los aspectos más distintivos entre sunitas y chiítas. Los sunitas se adhieren a la sunna, que es la tradición basada en las enseñanzas y prácticas del profeta Mahoma. Esta tradición, junto con el Corán, constituye la base de la jurisprudencia y la vida religiosa sunita. Los sunitas creen que la comunidad musulmana debe seguir el ejemplo de Mahoma tal como fue transmitido por sus compañeros más cercanos, quienes son considerados como fuentes confiables de la enseñanza islámica.

En contraste, los chiítas tienen una interpretación más centrada en la figura de Ali y sus descendientes. Para los chiítas, los imanes son considerados infalibles y poseen un conocimiento divino que les otorga la autoridad para interpretar el Corán y la sunna. Esta diferencia en la autoridad religiosa se traduce en variaciones significativas en la práctica y la doctrina religiosa entre ambas ramas. Los chiítas también celebran festividades y rituales que no son reconocidos por los sunitas, como la Ashura, que conmemora el martirio de Husein, hijo de Ali.

Además, el chiísmo ha desarrollado una rica tradición teológica y filosófica que se distingue por su enfoque en la justicia social y la lucha contra la opresión. Esta perspectiva ha influido en movimientos políticos y sociales a lo largo de la historia, especialmente en regiones donde los chiítas han enfrentado discriminación y persecución. La interpretación chiíta del Islam enfatiza la importancia de la justicia y la resistencia frente a la tiranía, lo que ha resonado en contextos de conflicto y cambio social.

El rol del ayatolá en el chiísmo

El ayatolá es una figura central en el chiísmo, con un papel que va más allá del liderazgo espiritual. En el contexto chiíta, el ayatolá es un erudito religioso con autoridad para emitir decisiones legales y guiar a la comunidad en asuntos de fe y política. Esta autoridad deriva de su profundo conocimiento de la jurisprudencia islámica y su capacidad para interpretar las enseñanzas de los imanes. Los ayatolás son vistos como los guardianes de la fe chiíta y desempeñan un papel crucial en la vida religiosa y social de sus seguidores.

En Irán, la figura del ayatolá adquirió una dimensión política significativa tras la revolución de 1979. El ayatolá Jomeini lideró este movimiento que transformó a Irán en una república islámica, donde el liderazgo religioso se entrelaza con el poder estatal. Esta estructura de gobierno, conocida como velayat-e faqih, otorga al ayatolá supremo un poder ejecutivo considerable, lo que no tiene equivalente en el islam sunita. Esta diferencia política es una de las razones por las que las relaciones entre Irán y las naciones sunitas, como Arabia Saudí, son a menudo tensas.

A pesar de su prominencia, el papel del ayatolá no es uniforme en todas las comunidades chiítas. Existen variaciones en la autoridad y el reconocimiento de los ayatolás en diferentes países, reflejando la diversidad interna del chiísmo. Sin embargo, su influencia en la vida política y religiosa de los chiítas es innegable, y su capacidad para movilizar a las masas ha sido un factor determinante en eventos históricos significativos.

El gran ayatolá Naser Makarem Shirazi es un marja' chiita iraní y líder religioso. Image: Wikimedia

Distribución geográfica y demografía

Predominio sunita en países como Pakistán y Turquía

El islam sunita es la rama dominante en varios países del mundo, incluyendo naciones con grandes poblaciones musulmanas como Pakistán, Turquía, Afganistán, Arabia Saudí y Marruecos. En estos países, la cultura y las prácticas religiosas están profundamente influenciadas por la tradición sunita, que es vista como la forma ortodoxa del Islam. Esta preponderancia ha moldeado no solo la vida religiosa, sino también las estructuras sociales y políticas de estas naciones.

Pakistán, por ejemplo, es uno de los países con mayor población sunita, donde el islam desempeña un papel central en la política y la sociedad. La influencia del sunismo se refleja en la legislación y las instituciones del país, que a menudo promueven prácticas y valores alineados con la interpretación sunita del Islam. Turquía, aunque históricamente ha sido un estado secular, también tiene una mayoría sunita, y su legado otomano ha dejado una huella significativa en la identidad religiosa y cultural del país.

En Arabia Saudí, el sunismo se manifiesta a través de su variante wahabí, que es una interpretación estricta y conservadora del Islam. Este enfoque ha sido una fuerza motriz en la política interna y externa del reino, influyendo en su papel como líder del mundo musulmán sunita. La influencia saudí se extiende a través de la financiación de instituciones religiosas y la promoción de su visión del Islam en otras naciones.

Mayoría chiíta en Irán e Irak

Irán e Irak son los dos países donde el chiísmo es la corriente mayoritaria del Islam. En Irán, los chiítas representan aproximadamente el 85 % de la población, lo que ha convertido a la nación en el centro del chiísmo global. La revolución iraní de 1979 consolidó este estatus, transformando al país en una república islámica donde la ley y la política están profundamente entrelazadas con la doctrina chiíta. Esta transformación ha tenido un impacto significativo en la geopolítica de la región, posicionando a Irán como un actor clave en los asuntos del Medio Oriente.

Irak, por su parte, alberga una población chiíta que constituye alrededor del 6 5% del total del país. A lo largo de la historia, los chiítas iraquíes han enfrentado períodos de represión, especialmente durante el régimen de Saddam Hussein, que favorecía a la minoría sunita. Sin embargo, desde la caída de Hussein en 2003, los chiítas han ganado influencia política, desempeñando un papel crucial en el gobierno y la reconstrucción del país. Esta dinámica ha contribuido a las tensiones sectarias y los conflictos internos que han afectado a Irak en las últimas décadas.

La presencia chiíta en estos países ha llevado a la formación de alianzas estratégicas y lazos religiosos que trascienden las fronteras nacionales. Irán, en particular, ha utilizado su influencia para apoyar a grupos chiítas en otras partes del mundo, lo que ha generado fricciones con las naciones sunitas y ha influido en los equilibrios de poder regionales.

La gran mezquita de Isfahán es la más importante de Irán. Imagen de Peggychoucair en Pixabay

Impacto en la política y conflictos actuales

Influencia en las relaciones internacionales en Medio Oriente

La división entre sunitas y chiítas ha tenido un profundo impacto en la política internacional, especialmente en el Medio Oriente. La rivalidad entre Arabia Saudí e Irán, como representantes de las corrientes sunita y chiíta respectivamente, ha sido un factor determinante en la configuración de alianzas y conflictos en la región. Esta rivalidad se manifiesta en conflictos por poder e influencia, donde ambos países buscan expandir su hegemonía ideológica y política.

Arabia Saudí, como líder del mundo sunita, ha promovido su visión del Islam a través de alianzas con otros países sunitas y el apoyo a movimientos que comparten su ideología. Por otro lado, Irán ha utilizado su posición como bastión del chiísmo para forjar vínculos con grupos chiítas en países como Líbano, Siria y Yemen. Esta competencia ha exacerbado las tensiones sectarias y ha contribuido a la inestabilidad regional, afectando las relaciones internacionales y la seguridad global.

Las diferencias religiosas también han influido en las políticas de potencias extranjeras en la región. Estados Unidos, Rusia y otras naciones han intervenido en conflictos donde las divisiones sectarias juegan un papel central, a menudo alineándose con una de las dos ramas del Islam para asegurar sus intereses estratégicos. Esta dinámica ha complicado los esfuerzos por alcanzar la paz y la estabilidad, perpetuando ciclos de violencia y desconfianza entre los actores regionales.

Conflictos recientes en Irak y Siria

Los conflictos en Irak y Siria son ejemplos claros de cómo las divisiones entre sunitas y chiítas pueden alimentar la violencia y la inestabilidad. En Irak, la caída de Saddam Hussein y el colapso de su régimen sunita llevaron a un vacío de poder que fue rápidamente llenado por milicias chiítas y grupos extremistas sunitas. Las tensiones sectarias se intensificaron, resultando en enfrentamientos violentos que han devastado al país y dificultado su reconstrucción.

En Siria, la guerra civil que comenzó en 2011 ha sido en parte un conflicto sectario, donde el régimen de Bashar al-Assad, respaldado por Irán y grupos chiítas como Hezbolá, ha luchado contra insurgentes en su mayoría sunitas. La intervención de potencias extranjeras ha complicado aún más la situación, convirtiendo a Siria en un campo de batalla para rivalidades regionales e internacionales. La guerra ha provocado una crisis humanitaria de enormes proporciones y ha desplazado a millones de personas.

Estos conflictos no solo han tenido un impacto devastador a nivel local, sino que también han influido en la política global. La propagación del extremismo y el terrorismo, el aumento de la migración forzada y la desestabilización de gobiernos han sido consecuencias directas de las divisiones sectarias en Irak y Siria. La comunidad internacional continúa buscando soluciones para estos problemas, pero las raíces profundas de las tensiones sectarias presentan desafíos significativos para lograr una paz duradera.

Referencias

  • Ramonet, I. (2004). Geopolítica de las religiones. Signos de los Tiempos.
  • Bazoobandi, M., Dadashnezhad, D., & Zolfaghari, M. (2019). La posición de Hadith-e-Efteragh en Chiítas y Sunitas. Dilemas contemporáneos: Educación, Política y Valores.
  • Louër, L. (2018). Sunitas chiitas y comunidades sunitas en Bahréin. Archives de sciences sociales des religions, 181(1), 161-178.

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