La filosofía surgió en el mundo islámico por el concurso de diversos factores. El primero fue la propia naturaleza del islam, al que no solo hay que considerar como una religión, sino también como un modo de vida comunitario que generó una política y una civilización.
Como religión, fomentó el conocimiento y la ciencia, al invocarse en numerosos pasajes coránicos la necesidad de conocer cuanto existe en el universo: el saber debía incluir todas las áreas de la actividad humana, porque eran entendidas como camino hacia la Verdad.
El segundo factor fue su capacidad para aprovechar elementos de otras culturas, aunándolas a través de la lengua árabe, instrumento de cohesión y de comunicación.

Entre las culturas con las que entró en contacto estuvo la procedente de la Grecia clásica, mantenida en comunidades cristianas de Oriente. Pronto se inició un proceso de asimilación a través de la versión al árabe de textos filosóficos y científicos griegos, que dieron a conocer a los filósofos griegos. Alfarabi señaló claramente esta raíz de la filosofía en el mundo islámico: «La filosofía que existe hoy entre los árabes les fue transferida desde los griegos».
Surgió así el movimiento de la Falsafa, transliteración árabe del término griego «Filosofía», que pretendió explicar la realidad por medio de la razón natural: investigó desde la constitución del universo hasta la realidad humana individual y política e integró la necesidad de la religión, mostrando que el pensar racional puede explicar e interpretar la Ley revelada.
Alfarabi, el «maestro segundo»
El filósofo, matemático y músico Abu Nasr Muhammad Al-Farabi (872-950) fue conocido por el sobrenombre de «Maestro Segundo», tras Aristóteles, que era el «Maestro Primero». Originario de la Transoxiana, actual Kazajistán, Alfarabi se estableció en Bagdad y estudió lógica con cristianos nestorianos. Uno de sus biógrafos afirma que leyó el De anima de Aristóteles doscientas veces y que le oyeron decir que había leído la Física aristotélica cuarenta veces, pero que necesitaba leerla más.
En el 942 se trasladó a Siria, a la corte del soberano de Alepo Sayf al-Dawla, donde se daban cita sabios y poetas, y en cuyos salones se respiraba un ambiente cultural, refinado y elegante. El señor y fundador del más importante principado hamdánida del norte de Siria, le colmó de favores, aunque Alfarabi siempre llevó una vida austera, según recogen varios biógrafos, quienes también informan de que dominaba varias lenguas y tenía grandes conocimientos musicales. Además, se sabe que tuvo varios discípulos cristianos.

Alfarabi esbozó y desarrolló las principales cuestiones que caracterizaron a la filosofía árabe. Planteó las relaciones entre filosofía y religión, afirmando que la primera es el camino de la ciencia, porque procede de la razón, mientras que la segunda conduce a un conocimiento simbólico de la verdad, realizado por la facultad de la imaginación, por lo que la filosofía es superior a la religión, aunque esta es necesaria porque se dirige a todos los hombres, en tanto que la filosofía está reservada a los expertos.
Ambas proceden de una iluminación de Dios a través del Intelecto Agente: si actualiza el intelecto humano, el hombre adquiere el conocimiento de las verdades inteligibles y llega a ser filósofo; si ilumina la imaginación, quien recibe esta acción es el profeta, único ser humano capaz de recibirla en toda su perfección y de reproducir las verdades que comunica a los hombres a través de un lenguaje retórico y de imágenes.

La filosofía entonces es universal, porque depende del pensamiento, cuya estructura es idéntica en todos los hombres, mientras que las religiones son particulares de cada pueblo, porque los símbolos con que se expresan son peculiares y singulares de cada uno de ellos.
Por otro lado, Alfarabi clasificó las ciencias en lógica, matemática, física, metafísica, ciencia del lenguaje y política (donde incluye la teología y el derecho islámico). La lógica describe las normas y cánones con que se rige la razón humana, por lo que es universal, mientras que la gramática expresa las reglas que gobiernan el lenguaje de cada pueblo, siendo entonces particular.
Además, el filósofo medieval explicó la realidad partiendo de las doctrinas de Aristóteles y de los neoplatónicos: el universo, eterno y necesario, surge por un proceso de emanación a partir del Ser Primero. Alfarabi estudió el ser, concepto fundamental de la metafísica aristotélica, e inició una interpretación que llegaría al mundo latino por mediación de Avicena.

Propuso una neta distinción entre dos tipos de ser radicalmente diferentes: el ser necesario, aquel que no puede no existir, y el ser posible, aquel cuya existencia puede darse o no, pues depende de otro ser para existir. Este otro ser, en el que se da identificación entre esencia y existencia, hace que el ser posible pase del no ser al ser, en el que la esencia y la existencia se distinguen. Es el Ser Primero, Causa primera de todo, Uno perfecto que no tiene contrario y no puede ser definido.
Es el Intelecto de la Metafísica de Aristóteles, el Uno de Plotino y el Dios de la religión. Por ser Intelecto, se piensa a sí mismo y da lugar a algo distinto de sí, el primer Intelecto emanado que ya contiene la pluralidad y desde el que se genera el universo en un proceso de conocimiento: desde las nueve esferas celestes con sus motores, hasta la tierra o mundo sublunar. Es una explicación racional del universo constituido por esferas concéntricas en torno a la tierra, según el sistema astronómico de Ptolomeo.
Elemento central en este universo es el hombre, que está compuesto de cuerpo y alma. Señaló la importancia y naturaleza del alma, su relación con el cuerpo y el problema del intelecto. A la concepción aristotélica del hombre añadió sustanciales aspectos de la tradición neoplatónica. El hombre solo puede subsistir y desarrollarse en asociación con otros hombres.
Elaboró entonces una detallada teoría sobre el carácter social y político del ser humano, exponiendo las diferentes sociedades, según el modelo platónico, en las que el hombre puede vivir: solo en la sociedad excelente, regida por la ciencia política establecida por el filósofo-rey platónico, el hombre puede alcanzar su perfección última y su verdadera felicidad.
Avicena, el «príncipe de los médicos»
Ibn Sina (980-1037) o Avicena (término latinizado) es el nombre por el que se conoce en la tradición occidental a Abū ‘Alī al-Husayn ibn ‘Abd Allāh ibn Sĩnã, uno de los pensadores más destacados de la denominada filosofía islámica, quien recibió a su vez los sobrenombres de «el Príncipe de los médicos» y «el Maestro por excelencia».
Existe una autobiografía que fue recogida y completada por un discípulo suyo y gracias a ella sabemos que de este poeta, músico, filósofo, médico, matemático y gramático, se podría esperar todo: desde sufrir persecución y encarcelamiento hasta ser aficionado al vino, por ser un poderoso reconstituyente de las fuerzas corpóreas e intelectuales.
Nació en la Transoxiana, región histórica del Turquestán, en Asia Central (hoy Uzbekistán), y fue de una precocidad sorprendente, pues se dice que memorizó el Corán cuando tenía apenas diez años y que a los dieciocho años ya dominaba todas las ciencias. Entró al servicio del sultán de Bujará como médico, dio comienzo a su amplísima carrera literaria y con veintidós años inició su agitada vida política, que le llevó por diversas cortes en Irán, en las que desempeñó relevantes cargos y donde mantenía sesiones científicas y filosóficas. En Hamadán se conserva su tumba.

Supo recoger las aportaciones de sus antecesores, especialmente de Alfarabi, y organizarlas en un sistema basado en la Lógica, Física, Matemáticas y Metafísica, que son los cuatro saberes que estructuran muchas de sus obras. Ejerció una gran influencia en la filosofía latina medieval y en la medicina europea hasta el siglo XVII.
Dio importancia a la religión, habiendo compuesto algunos comentarios coránicos. Afirmó que la existencia del profeta es compatible con la razón y propuso una explicación racional del hecho profético como algo connatural al hombre. Sin embargo, presentó una exposición de la realidad basada en la razón, por lo que fue atacado posteriormente porque algunas de sus doctrinas fueron vistas como incompatibles con la religión islámica.
Entendió la filosofía como un saber teórico y práctico. En tanto que saber teórico, se ocupa de conocer las realidades que no dependen del sujeto humano, analizando las realidades vinculadas a la materia corpórea y al movimiento, como en la Física, conociéndolas sin estar vinculadas a la materia, como en la Matemática, o estudiando las ideas generales comunes a todos los seres, sus fundamentos y principios, la Verdad y sus atributos, las sustancias inmateriales y la revelación y el retorno o vida futura, como en la Metafísica.

Como saber práctico, busca averiguar las cosas que dependen de la voluntad humana para la acción, teniendo que ver con la conducta humana en relación al hombre mismo, como en la Ética, o en relación del hombre con sus semejantes, como en la Política, ciencia que explica los regímenes políticos, las sociedades, la existencia de la profecía y la necesidad de la ley divina revelada.
Avicena se sirvió de la explicación del universo de Alfarabi, perfeccionando algunos de sus conceptos fundamentales. Desarrolló la idea del ser como concepto primario que se percibe por intuición directa, amplió el estudio de los seres necesario y posible, división enraizada en la conexión causal entre las cosas. El ser posible, indiferente para la existencia o para la no existencia, depende de una causa para existir; si existe, es porque una causa lo ha hecho existir; si no hay causa, no existe.
Parece escapar de este determinismo apelando a la naturaleza libre de esa causa: la libre voluntad del Ser Primero o Dios. Este Ser Primero o Ser necesario no depende de ninguna causa para existir y es la causa de la existencia de los seres posibles, en un proceso causal conocido por creación, que acompaña siempre y necesariamente a la esencia divina, al modo de un flujo intelectual permanente y constante. Los seres celestes, posibles por sí mismos y necesarios por otro, son creados, pero son intemporales: solo hay prioridad ontológica, no temporal, en la relación de causa y efecto. El universo es eterno.
Conocedor del hombre como filósofo y como médico, Avicena lo estudia con importantes novedades en el plano filosófico y en el médico. Por esto su psicología tuvo una gran repercusión en el mundo latino, carente de un conjunto doctrinal científico acerca del hombre. Su medicina le llevó al empleo de nociones anatómicas y fisiológicas sobre la localización en el cerebro de las funciones del alma y soporte orgánico de sus actividades vitales.

El alma es el principio de organización del cuerpo y de sus funciones y es independiente de este. Prueba su existencia por vía aristotélica, a través de la experiencia, y por vía platónica, por la conciencia que cada uno tiene de sí mismo, sin mediar experiencia alguna, por lo que sostuvo que el conocimiento intelectual no se apoya en la experiencia sensible. El hombre, al intuir directamente su alma, su propio yo, percibe en sí mismo las nociones de ser y de necesario.
Su filosofía política descansa en la profecía y la revelación. El hombre es un ser social y necesita de una comunidad regida por leyes que regulen las relaciones entre sus integrantes. Estas leyes son establecidas por un legislador, el profeta, único que puede modelar la sociedad humana según las prescripciones divinas reveladas.
A través de ellas, el hombre alcanzará la última felicidad, el bien supremo. Autor de un Canon de medicina, describe las generalidades sobre el cuerpo, la salud y la enfermedad, la materia médica, las patologías especiales, analiza síntomas y diagnósticos, describe la cirugía y diferentes tratamientos a través de medicinas conocidas.
Un sistema ecléctico
La lectura de los principales textos filosóficos griegos llevó a Alfarabi y Avicena a elaborar un sistema ecléctico, en el que el aristotelismo neoplatonizado hizo posible la síntesis que le dio su estructura, pero en el que elementos de la religión islámica contribuyeron a la obtención de doctrinas que respondían a cuestiones como las relaciones entre filosofía y revelación, la explicación del universo a partir de una Unidad, la afirmación de la realidad individual y social del hombre y la justificación racional de la profecía.
La filosofía árabe desde sus inicios supo proponer a la comunidad de la que formaba parte unas doctrinas con fundamento en la razón humana, integrando en ellas la Ley revelada.
* Este artículo fue publicado originalmente en la edición impresa de Muy Historia.