Es considerado unánimemente como el fundador de la filosofía moderna, independientemente de sus grandes aportaciones a las matemáticas y a la física. René Descartes afirmaba que el sujeto pensante puede dudar de todo menos de que está pensando. Al situar la verdad en la propia mente del individuo, el filósofo abrió las puertas al subjetivismo. También señaló que la naturaleza carece de propiedades y sentido propio. Su destino es el de ser utilizada en provecho del hombre. De ahí su defensa de la filosofía práctica, cuyo fin es convertirnos en dueños y señores de la naturaleza, como proclama su gran obra, Discurso del método.
La vida y obra de René Descartes
El pensamiento de René Descartes estuvo condicionado por su época y la privilegiada educación a la que pudo acceder desde sus primeros años. Sus estudios en la Universidad de Poitiers, permitieron a Descartes adentrarse endiferentes disciplinas, desde las Matemáticas al Derecho.
Infancia y educación
Nació en 1596, en La Haye en Touraine, actual Descartes (Francia), en el seno de una familia de políticos. Aprendió física, escolástica y filosofía. En París se rodeó de un grupo de amigos que alababan su capacidad intelectual.
Tras completar su educación en La Flèche, Descartes se trasladó a la Universidad de Poitiers, donde obtuvo su Licenciatura en Derecho en 1616. Sin embargo, su insatisfacción con la enseñanza formal lo llevó a adoptar un enfoque autodidacta, viajando por diferentes países para ampliar sus horizontes intelectuales. Durante este periodo, Descartes comenzó a esbozar las ideas que más tarde formarían la base de su filosofía, influenciado por sus experiencias y observaciones en el extranjero.
El contacto de René Descartes con el mundo académico y sus viajes le permitieron establecer conexiones con destacados pensadores de la época, como el matemático Isaac Beeckman. Esta amistad fue particularmente influyente, ya que Beeckman introdujo a Descartes en el mundo de las matemáticas aplicadas, lo que despertó en él un interés duradero por la ciencia y el método matemático como herramientas para comprender la realidad.

Participación en la Guerra de los Treinta Años
En 1618, Descartes se unió al ejército del Príncipe Mauricio de Nassau, participando en la Guerra de los Treinta Años, un conflicto que asoló Europa durante varias décadas. Aunque su participación en la guerra fue breve, este periodo tuvo un impacto significativo en su pensamiento filosófico y científico. Durante su servicio militar, Descartes tuvo la oportunidad de observar de cerca las complejidades de la estrategia y la táctica, lo que estimuló su interés por el orden y el método, conceptos que más tarde se convertirían en pilares de su filosofía.
Fue también durante su estancia en el ejército cuando Descartes experimentó una serie de sueños que describió en su diario "Olympica". Estos sueños, que él interpretó como revelaciones divinas, le inspiraron a desarrollar un método científico riguroso basado en la razón y la evidencia. Este enfoque metódico y racional se convertiría en una de las características distintivas de su pensamiento y en la base de su obra filosófica posterior.
A pesar de su breve incursión en la vida militar, Descartes decidió abandonar el ejército para dedicarse por completo a la filosofía y la ciencia. Esta decisión marcó el comienzo de un periodo de intensa actividad intelectual en el que Descartes formuló muchas de sus ideas más influyentes, sentando las bases para su posterior reconocimiento como uno de los filósofos más importantes de la historia.
Contribuciones a las matemáticas y la física
El objetivo de su pensamiento era tratar de desterrar el silogismo aristotélico empleado durante toda la Edad Media. Descartes sabía que eso podía acarrearle problemas similares a los que tuvo Galileo con la Iglesia cuando apoyó la teoría heliocéntrica de Copérnico, que establecía que la Tierra y los demás planetas giraban alrededor del Sol. En un intento para evitar ser anatemizado, el filósofo camufló parcialmente la novedad de sus ideas, que a la postre supondrían una verdadera revolución para la teología y la filosofía.
La influencia de Descartes en las matemáticas y la física no solo se limita a sus descubrimientos específicos, sino que también se refleja en su enfoque metódico y racional para abordar problemas científicos. Su insistencia en el uso de la razón y la evidencia como herramientas para descubrir la verdad ha dejado una marca duradera en la manera en que se practica la ciencia hoy en día, consolidando su legado como uno de los grandes pensadores de la historia.

Fundamentos del pensamiento cartesiano
La máxima "Solo tenemos acceso a nuestra mente" sintetiza las ideas de Descartes. Su método inductivo sentaría las bases para la conformación del empirismo como forma de acceso al conocimiento y análisis de la realidad. René Descartes sostuvo que solo podemos tener conocimiento de aquello que se puede probar.
"Pienso, luego existo": el cogito
La frase "pienso, luego existo" es quizás la más famosa de René Descartes y encapsula la esencia de su filosofía. Esta afirmación, conocida como el cogito, se encuentra en su obra "Meditaciones metafísicas" y representa un punto de partida fundamental para su pensamiento filosófico. Con el cogito, Descartes establece la certeza de la propia existencia como el primer principio indudable del conocimiento, un fundamento sobre el cual se puede construir todo el edificio del saber.
El cogito surge de la duda metódica, un proceso que Descartes emplea para cuestionar todas las creencias que no son absolutamente ciertas. Al dudar de todo, incluso de la existencia del mundo exterior y de su propio cuerpo, Descartes llega a la conclusión de que la única cosa que no puede ser puesta en duda es el acto de pensar. Si está pensando, entonces debe existir como una "cosa pensante", una res cogitans. Este descubrimiento marca un giro radical en la filosofía, al centrar la verdad y el conocimiento en la subjetividad del individuo.
La formulación del cogito no solo tiene implicaciones filosóficas, sino que también influye en la manera en que se concibe el conocimiento y la ciencia. Al colocar la certeza en el pensamiento consciente, Descartes abre la puerta a un enfoque más racional y crítico del saber, que privilegia la razón y la reflexión individual sobre la autoridad y la tradición. Este enfoque ha sido fundamental para el desarrollo de la filosofía moderna y continúa siendo una fuente de inspiración para los filósofos contemporáneos.
El dualismo mente-cuerpo
Mente y cuerpo, divididos. Lo esencial de su pensamiento es que centra la base del conocimiento en la “cosa pensante” o “res cogitans”, una idea que se plasma en su famosa frase “pienso, luego existo”. Postuló que mente y cuerpo son las dos sustancias de las que se compone el mundo. Por lo que se refiere a la idea de Dios, el filósofo afirmó que el simple hecho de pensar en su existencia es la prueba de que existe. Descartes redujo la verdad sobre la ciencia y el hombre a dos conceptos básicos: razón y cálculo. Pero fue incapaz de desarrollar un método capaz de comprender al hombre como una totalidad.
A pesar de las críticas que ha recibido a lo largo de los siglos, el dualismo mente-cuerpo de Descartes ha tenido un impacto duradero en la filosofía y la ciencia. Su insistencia en la distinción entre lo mental y lo físico ha influido en el desarrollo de la psicología, la neurociencia y la inteligencia artificial, disciplinas que continúan explorando la compleja relación entre la mente y el cuerpo humano.
El método cartesiano: los cuatro preceptos
René Descartes es conocido por haber desarrollado un método filosófico y científico que se basa en la razón y la evidencia, conocido como el método cartesiano. Este método se articula en torno a cuatro preceptos fundamentales que guían el pensamiento y la investigación: la evidencia, el análisis, la síntesis y el control. Cada uno de estos preceptos desempeña un papel crucial en la búsqueda del conocimiento y refleja el enfoque metódico y sistemático de Descartes.
El primer precepto, el de la evidencia, consiste en no aceptar nada como verdadero a menos que sea claramente evidente y no pueda ser puesto en duda. Este principio refleja la importancia que Descartes otorga a la certeza y la claridad en el conocimiento, y es la base de su enfoque racionalista. El segundo precepto, el análisis, implica dividir los problemas complejos en partes más pequeñas y manejables, un enfoque que permite abordar cuestiones difíciles de manera más ordenada y sistemática.

El tercer precepto, la síntesis, consiste en reconstruir el conocimiento a partir de las partes más simples hacia las más complejas, asegurando que cada paso del razonamiento sea claro y evidente. Finalmente, el cuarto precepto, el control, implica revisar y verificar el proceso de pensamiento para asegurarse de que no se ha omitido nada y que todas las conclusiones son sólidas. Estos preceptos han influido profundamente en el desarrollo del método científico y continúan siendo relevantes en la investigación y el razonamiento lógico en la actualidad.
Ruptura con el pensamiento escolástico
Las ideas de Descartes entraron rápidamente en liza con la tradición escolástica previa. El cambio de lo deductivo a lo inductivo dio la vuelta a los planteamientos filosóficos previos, sentando las bases para nuevas escuelas de pensamiento como el materialismo.
Rechazo del silogismo aristotélico
René Descartes es conocido por su ruptura con el pensamiento escolástico, una tradición filosófica que había dominado el mundo académico durante siglos y que se basaba en gran medida en el silogismo aristotélico. Este método de razonamiento, que implica deducir conclusiones a partir de premisas generales, era considerado por Descartes como inadecuado para alcanzar el conocimiento verdadero, ya que dependía demasiado de la autoridad y la tradición en lugar de la evidencia y la razón.
Descartes criticó el silogismo aristotélico por su falta de claridad y su dependencia de premisas que a menudo no eran evidentes. En su obra "Discurso del método", abogó por un enfoque más racional y metódico que se centrara en la duda y la evidencia como herramientas para descubrir la verdad. Este rechazo del silogismo aristotélico marcó una ruptura significativa con la filosofía escolástica y abrió el camino para el desarrollo de un nuevo enfoque filosófico basado en la razón y la crítica.
La crítica de Descartes al silogismo aristotélico también tuvo implicaciones teológicas y políticas, ya que desafió la autoridad de la Iglesia y las universidades, que habían adoptado el escolasticismo como su marco filosófico dominante. Al proponer un enfoque alternativo basado en la razón individual, Descartes contribuyó al surgimiento de un pensamiento más libre y crítico que sentó las bases para la Ilustración y la modernidad.

Ruptura con Santo Tomás
Sin duda, fue el profeta del desarrollo tecnológico y el que anunció de alguna forma el advenimiento de la Revolución Industrial y la consiguiente explotación de la naturaleza, que tuvo su máxima expresión en el colonialismo europeo. En el Discurso del método, el filósofo arremetió también contra la escolástica que se enseñaba en las universidades, lo que equivalía a romper con el pensamiento de Santo Tomás de Aquino, hasta entonces una personalidad intocable en el mundo académico.
La verdad en la mente del individuo
Una de las ideas más revolucionarias de René Descartes es su afirmación de que la verdad reside en la mente del individuo, un enfoque que se aparta radicalmente de las concepciones escolásticas que situaban la verdad en la autoridad externa y la tradición. Al centrar la verdad en el sujeto pensante, Descartes introduce un enfoque subjetivista que privilegia la razón y la reflexión personal como fuentes de conocimiento.
Este enfoque subjetivista se refleja en su famosa frase "pienso, luego existo", que establece la certeza de la propia existencia como el primer principio indudable del conocimiento. Para Descartes, el acto de pensar es la única evidencia irrefutable de la existencia, y sobre esta base se puede construir un conocimiento más amplio y seguro. Esta idea ha tenido un impacto duradero en la filosofía moderna, influyendo en pensadores como Kant y Husserl, que también exploraron el papel de la subjetividad en el conocimiento.
Al situar la verdad en la mente del individuo, Descartes también abre la puerta a un enfoque más crítico y racional del saber, que cuestiona las creencias y las suposiciones tradicionales. Este enfoque ha sido fundamental para el desarrollo de la filosofía moderna y continúa siendo una fuente de inspiración para los filósofos contemporáneos que buscan comprender la naturaleza del conocimiento y la verdad.
Impacto y legado de Descartes
El método cartesiano y la propuesta de Descartes para acceder al conocimiento objetivo han seguido sumando adeptos a lo largo de la historia, gestando algunas de las líneas de pensamientos fundamentales para la filosofía moderna.
Influencia en la filosofía moderna
René Descartes es ampliamente reconocido como una de las figuras más influyentes en la historia de la filosofía, y su impacto en la filosofía moderna es incuestionable. Como fundador del racionalismo, Descartes introdujo un enfoque basado en la razón y la evidencia que desafió las concepciones escolásticas y sentó las bases para el desarrollo de la filosofía moderna. Su insistencia en la duda metódica y la certeza del cogito han tenido un impacto duradero en el pensamiento filosófico, influyendo en generaciones de filósofos que han seguido explorando las implicaciones de sus ideas.
El legado de Descartes se extiende más allá del racionalismo, ya que su enfoque subjetivista y su énfasis en la mente del individuo también han influido en el desarrollo de la fenomenología y el existencialismo. Filósofos como Husserl y Sartre han continuado explorando las ideas cartesianas sobre la subjetividad y la conciencia, ampliando su alcance y relevancia en el contexto de la filosofía contemporánea.
Además de su influencia en la filosofía, Descartes ha dejado una marca duradera en la ciencia y la matemática. Su desarrollo de la geometría analítica y su enfoque metódico han sido fundamentales para el avance de la ciencia moderna, y su legado continúa siendo relevante en la investigación científica y el pensamiento crítico en la actualidad.

Teorías sobre su muerte y traslado de sus restos
La muerte de René Descartes ha sido objeto de especulación y teorías a lo largo de los siglos. Descartes falleció el 11 de febrero de 1650 en Estocolmo, Suecia, mientras se encontraba en la corte de la reina Cristina. Se cree que su muerte fue causada por una neumonía, agravada por el gélido clima de Estocolmo y su frágil salud. Sin embargo, en 1980, el historiador alemán Eike Pies sugirió que Descartes podría haber sido envenenado con arsénico, una teoría que ha generado interés y debate, aunque no ha sido confirmada.
Tras su muerte, los restos de Descartes fueron trasladados varias veces antes de encontrar un lugar de descanso final. En 1676, sus restos fueron exhumados del cementerio de Estocolmo y llevados a París, donde fueron enterrados en una iglesia. Durante la Revolución Francesa, sus huesos fueron trasladados al Panteón de París, pero en 1819 fueron movidos nuevamente a la iglesia de Saint-Germain-des-Prés, donde finalmente encontraron reposo. Estos traslados reflejan la importancia de Descartes en la historia de Francia y su reconocimiento como uno de los grandes pensadores de la humanidad.
A pesar de las teorías sobre su posible envenenamiento, el misterio de la muerte de Descartes sigue sin resolverse. Sin embargo, su legado filosófico y científico continúa vivo, y su influencia sigue siendo objeto de estudio y admiración en todo el mundo.
El agitado final del filósofo
A este enigmático final de su vida le precedió su estancia en Suecia. La fama de sus ideas había llegado hasta la Casa Real del país nórdico, que le acogió entre la corte como gesto de reconocimiento de su figura. Sin embargo, aquella visita acabaría por deteriorar la salud del filósofo francés.
Estancia en Suecia y fallecimiento
En 1649, René Descartes aceptó la invitación de la reina Cristina de Suecia para visitar su corte en Estocolmo. La reina, una apasionada de la filosofía y el conocimiento, deseaba contar con la presencia de Descartes para discutir ideas y aprender de su sabiduría. Sin embargo, la estancia de Descartes en Suecia resultó ser desafortunada, ya que el riguroso clima invernal y las exigencias de la corte afectaron gravemente su salud.
Acostumbrado a un estilo de vida más relajado, Descartes se vio obligado a adaptarse a un horario exigente que incluía lecciones filosóficas a primeras horas de la mañana en el frío del palacio. Estas condiciones, sumadas a su delicada salud, contribuyeron al deterioro físico del filósofo. En enero de 1650, Descartes contrajo una neumonía que, debido a la falta de tratamiento adecuado, se agravó rápidamente, llevándolo a la muerte el 11 de febrero de ese mismo año.
La muerte de Descartes en Suecia marcó el final de una vida dedicada al pensamiento científico. Aunque su estancia en la corte sueca fue breve y desafortunada, su legado perdura, y su influencia sigue siendo reconocida en todo el mundo. La invitación de la reina Cristina, aunque trágica en sus consecuencias, refleja el reconocimiento y la admiración que Descartes había ganado como uno de los grandes filósofos de su tiempo.
Teorías sobre su posible envenenamiento
La hipótesis del envenenamiento ha suscitado interés tanto entre historiadores como entre aficionados a la filosofía, aunque no ha sido confirmada. La falta de evidencia concluyente y la imposibilidad de realizar pruebas modernas sobre los restos de Descartes han dejado esta teoría en el ámbito de la especulación. Sin embargo, el interés por las circunstancias de su muerte refleja la fascinación continua por la figura de Descartes y su legado.
A pesar de las teorías sobre su posible envenenamiento, lo que permanece indiscutible es el impacto duradero de René Descartes en la filosofía y la ciencia. Su pensamiento racionalista y su enfoque metódico han dejado una huella indeleble en la historia del pensamiento occidental, y su legado continúa siendo objeto de estudio y admiración en la actualidad.