El chovinismo (o chauvinismo, si se respeta su forma original en francés) es aquel sentimiento que busca exaltar, de forma desmesurada, lo nacional frente a lo extranjero. Se puede aplicar a casi cualquier causa en la que lo nacional (lo propio) sea defendido hasta limitar con lo irracional frente a lo extranjero (lo ajeno), que siempre será peor. En resumidas cuentas, el chovinismo es la forma más extrema de ultranacionalismo.
Origen y evolución del término "chovinismo"
El nacimiento del término en Francia
El término es, como ya se ha dicho, de origen francés y surgió a principios del siglo XIX coincidiendo con el auge de los nacionalismos en Europa. Un chovinista sería, por lo tanto, aquella persona que cree que su patria es mejor que las demás en todo y defiende lo que hace y simboliza de forma irracional, aun cuando esto pueda ser negativo para el país o para su gente. Suele estar relacionado con otras actitudes radicales que se defienden sin importar los argumentos como la xenofobia y se ha popularizado tanto que se puede utilizar para referirse a aquellas personas que defienden una causa de forma exaltada y ciega, tenga esta que ver con valores nacionalistas o no.
La figura de Nicolás Chauvin
Como todos sabemos, las palabras y los conceptos no están en la naturaleza esperando a ser incorporados al vocabulario de las personas sino que se desarrollan y definen a través del tiempo y de su uso. Con el chovinismo pasa lo mismo, y es que este término tiene su origen en un soldado francés del siglo XIX llamado Nicolás Chauvin.
Chauvin era un hombre que vivió el Terror que siguió a la Revolución Francesa y los años de Napoleón en el poder. Se dice que Chauvin amaba Francia con locura y que, por encima de todo, amaba y admiraba a Napoleón Bonaparte. Esta fascinación que sentía por el corso lo llevó a alistarse en el ejército y combatir en todas las batallas que le fue posible. Chauvin resultó herido en muchas ocasiones (con mutilaciones y secuelas graves incluidas) pero él seguía ofreciéndose voluntario para ir al campo de batalla y dar la vida por su emperador, al que defendía de manera eufórica y cuasi ridícula ante cualquiera que le pusiera en duda.
Tanta palabrería y tanto empeño en seguir luchando a pesar de sus heridas hicieron que la historia de Chauvin llegara a oídos del mismísimo Napoleón, que quiso conocer a su admirador y recompensarlo por sus servicios. Chauvin siguió defendiendo al corso y creyendo que volvería a Francia y traería de vuelta la grandeza de Francia aun cuando Napoleón había sido derrotado y desterrado.
Viendo este relato no resulta difícil encontrar todas las características de un chovinista en el buen soldado Chauvin, por lo que resulta comprensible ver cómo surgió el término. Pero lo curioso es que no se sabe a ciencia cierta si Nicolás Chauvin existió realmente o si solo se trataba de un personaje alegórico que a partir de la exageración pretendía representar el patriotismo más rancio de algunos sectores de la sociedad francesa.
El auge del nacionalismo en el siglo XIX
El chovinismo surgió en un contexto de creciente nacionalismo en el siglo XIX, cuando las naciones europeas estaban redefiniendo sus identidades y buscando afirmarse en el escenario internacional. Este período estuvo marcado por una serie de conflictos y guerras que fomentaron el sentimiento nacionalista. El chovinismo sirvió como herramienta para unir a la población en torno a una causa común. El nacionalismo extremo se convirtió en un fenómeno generalizado, alimentado por la idea de que la nación propia era superior y debía ser defendida a toda costa.
En este contexto, el chovinismo no solo se limitó a Francia. Otros países también promovieron la idea de que sus culturas e identidades eran únicas y debían ser protegidas de influencias extranjeras. Este tipo de pensamiento llevó a una serie de conflictos y tensiones internacionales, ya que cada nación buscaba afirmar su supremacía.

Características del chovinismo
Exaltación de lo nacional frente a lo extranjero
Una de las características más distintivas del chovinismo es la exaltación de lo nacional frente a lo extranjero. Esta actitud se manifiesta en la creencia de que la cultura, las tradiciones y los valores propios son superiores a los de cualquier otra nación. El chovinista no solo defiende su patria con fervor, sino que también menosprecia y desconfía de lo ajeno, al considerarlo una amenaza para su identidad nacional. Tal visión polarizada del mundo refuerza la idea de que lo extranjero es inherentemente inferior y debe ser rechazado. Además, el chovinismo se nutre de un sentimiento de orgullo nacional que, llevado al extremo, puede resultar en actitudes hostiles hacia lo extranjero.
La figura del chovinista y su creencia en la superioridad nacional
El chovinista es una persona que cree firmemente en la superioridad de su nación sobre las demás. Esta creencia se basa en una visión idealizada de la patria, que se considera única y excepcional en todos los aspectos. El chovinista defiende esta visión con pasión y, a menudo, con poco respeto por los argumentos racionales o las evidencias que puedan contradecir su postura. Esta actitud puede llevar a un comportamiento irracional y a la defensa de políticas que, aunque perjudiciales, se perciben como necesarias para proteger la identidad nacional.
Chovinismo y sus relaciones con actitudes radicales
El vínculo con la xenofobia y el nacionalismo extremo
El chovinismo está estrechamente relacionado con actitudes radicales como la xenofobia y el nacionalismo extremo. Ambas comparten la idea de que lo propio es superior y debe ser protegido de influencias externas. La xenofobia, en particular, se manifiesta como un miedo o rechazo hacia lo extranjero que alimenta sentimientos de desconfianza y hostilidad. Esta conexión refuerza el chovinismo, ya que ambos conceptos se basan en la defensa de una identidad nacional percibida como amenazada por lo ajeno.
El nacionalismo extremo, por su parte, lleva al chovinismo a un nivel más profundo, donde la identidad nacional se convierte en el único criterio de valor y legitimidad. Esta forma de pensar puede resultar en políticas exclusivistas y discriminatorias, que buscan preservar la pureza de la nación a expensas de la diversidad y la inclusión. En este sentido, el chovinismo se convierte en una herramienta para justificar la intolerancia y el rechazo hacia aquellos que son diferentes.
Paralelismos con el jingoísmo y otras formas de nacionalismo
El chovinismo comparte similitudes con el jingoísmo, una forma de nacionalismo beligerante que se caracteriza por la agresividad y el deseo de expansión territorial. Ambos conceptos se basan en la exaltación de lo nacional y la creencia en la superioridad de la propia cultura. Sin embargo, el jingoísmo se centra más en la política exterior y la justificación de la guerra como medio para alcanzar los objetivos nacionales.
Otras formas de nacionalismo también comparten elementos con el chovinismo, aunque pueden diferir en sus enfoques y objetivos. Mientras que el chovinismo se centra en la defensa de la identidad nacional, otras corrientes nacionalistas pueden buscar la independencia política o la preservación de tradiciones culturales. Sin embargo, todas comparten la idea de que la nación es un valor supremo que debe ser protegido y promovido.
El chovinismo a lo largo de la historia y su uso en contextos de guerra
Ejemplos históricos: Guerras Napoleónicas y la Guerra Franco-Prusiana
El chovinismo suele extenderse en los países durante los periodos de guerra con otras naciones. Durante las guerras napoleónicas, la Guerra Franco-Prusiana o la Primera Guerra Mundial era muy común escuchar mensajes y discursos que apelan al lado más visceral de la gente, llamándoles a defender cosas como la patria, la honra, el legado o las tradiciones frente a un enemigo al que se desdibuja como origen de todos los males y destructor de la esencia misma de la nación. A esto hay que sumar el ya mencionado desprecio por lo ajeno y lo extranjero, suponiendo una superioridad de la nación propia frente a las demás. En la Gran Guerra podemos encontrar ejemplos excelentes de chovinismo ya que el ambiente pro-bélico exacerbado hizo que actitudes como esta surgieran en todos los países beligerantes.

Utilización del chovinismo en la Primera Guerra Mundial
Durante la Primera Guerra Mundial, el chovinismo alcanzó nuevas cotas, ya que las naciones beligerantes utilizaron el nacionalismo extremo para justificar sus acciones y mantener el apoyo de sus ciudadanos. La propaganda de guerra apelaba al orgullo nacional y presentaba al enemigo como una amenaza que debía derrotarse a toda costa. Este tipo de retórica no solo reforzaba el chovinismo, sino que también fomentaba el odio y la deshumanización del adversario, perpetuando el ciclo de violencia y conflicto.
Estas mismas prácticas fueron posteriormente utilizadas por las potencias del Eje o la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial y por numerosos gobiernos del resto del mundo (De Gaulle en Francia, Margaret Thatcher en Inglaterra o Ronald Reagan en Estados Unidos) durante el siglo XX. La segunda década del siglo XXI, claramente marcada por las secuelas de la crisis económica de 2008, ha visto el resurgir de partidos extremistas que, entre otras cosas, en su discurso incluyen proclamas y principios chovinistas con claros tintes racistas.
Chovinismo en el contexto contemporáneo
Impacto tras la crisis económica de 2008
La crisis económica de 2008 tuvo un impacto significativo en el resurgimiento del chovinismo en el siglo XXI. En un contexto de incertidumbre y desempleo, muchas personas buscaron refugio en el nacionalismo como una forma de reafirmar su identidad y proteger sus intereses. Este resurgimiento del chovinismo se manifestó en el auge de partidos políticos extremistas que, al presentarse como defensores de la patria frente a las amenazas externas, utilizaban la retórica nacionalista para ganar apoyo.
El impacto de la crisis económica también se reflejó en un aumento de la xenofobia y el rechazo hacia los inmigrantes, percibidos como competidores. El chovinismo se convirtió en una herramienta para canalizar el descontento social, ya que promovía políticas exclusivistas y proteccionistas que buscaban cerrar las fronteras y preservar la identidad nacional.
El resurgimiento del chovinismo en el siglo XXI
El siglo XXI ha visto un resurgimiento del chovinismo, impulsado por factores como la globalización, las crisis económicas y el aumento de las tensiones geopolíticas. En este contexto, el chovinismo se ha convertido en una herramienta para manipular a la población, utilizando el miedo y la inseguridad para justificar políticas nacionalistas y proteccionistas. Esta tendencia se ha visto reflejada en el auge de movimientos populistas y extremistas que utilizan la retórica chovinista para ganar apoyo y consolidar su poder.

Variantes del chovinismo en la actualidad
Chovinismo masculino y chovinismo de especie
El término chovinismo ha evolucionado para incluir variantes que no están necesariamente relacionadas con el nacionalismo. Una de estas variantes es el chovinismo masculino, que se refiere a un tipo de machismo exacerbado que promueve la superioridad del género masculino sobre el femenino. Esta actitud se manifiesta en comportamientos y creencias que refuerzan la desigualdad de género y perpetúan estereotipos dañinos.
Otra variante es el chovinismo de especie, que describe el desprecio que la raza humana muestra hacia otras especies animales. Se basa en la creencia de que los humanos son superiores a los animales y, por tanto, tienen derecho a explotarlos y utilizarlos a su conveniencia.
El papel de movimientos críticos y progresistas
En la actualidad, movimientos críticos y progresistas desempeñan un papel crucial en la lucha contra el chovinismo y sus variantes. Estos movimientos buscan promover la igualdad, la diversidad y el respeto por todas las formas de vida frente a la desigualdad y la discriminación. A través de la educación, la sensibilización y la acción política, estos movimientos trabajan para construir una sociedad más justa e inclusiva.
Referencias
- de Puymège, Gérard. 1994. “Chauvin and Chauvinism: In Search of a Myth”. History and Memory, 6(1): 35–72. URL: http://www.jstor.org/stable/25618661