La historia de la literatura en el mundo Occidental inicia con Homero y su relato sobre la guerra de Troya. El detonante del conflicto fue el rapto de Helena, la esposa del rey de Esparta, por parte de Paris, príncipe de Troya. Desde entonces, en cada guerra, el rapto y las violaciones de mujeres se han considerado un elemento más de los conflictos, algo inevitable que forma parte de los tiempos de guerra. Hasta 1998 no se dio el primer juicio por violación como crimen de guerra. Las mujeres han sido tomadas como parte del botín de guerra a lo largo de toda la historia. Sin embargo, la violación es un arma de guerra como la espada, la flecha, el fuego o un AK-47. Posiblemente el crimen de guerra más olvidado de la historia, del que empezamos a ser conscientes a finales del siglo XX, cuando el mundo conoció la violencia sexual desatada en la guerra de Bosnia.
“La violación es el arma más barata de la que se tenga constancia. Aniquila a las familias y vacía los pueblos. Transforma en parias a chicas, que desean acabar con sus vidas cuando estas apenas acaban de empezar. Engendra niños que suponen un recordatorio diario para sus madres del suplicio que pasaron y que a menudo su comunidad rechaza por ser «mala sangre». Además, casi siempre se ignora en los libros de historia”.
Esta es la indiscutible visión de Christina Lamb, corresponsal de guerra de “The Sunday Times”, autora de “Nuestros cuerpos, sus batallas. Lo que la guerra hace a las mujeres”.
Violaciones sistemáticas
En 1991 tuvo comienzo en los Balcanes una serie de guerras que terminaron por desintegrar Yugoslavia. Unos conflictos políticos, económicos, religiosos y étnicos. Horrores que parecían haber quedado atrás con la Segunda Guerra Mundial, volvieron a sumir a Europa en bombardeos, sangre y el genocidio que pretendía una limpieza étnica. Una de las armas utilizadas para esta “limpieza” fue la violación masiva. Hasta la fecha se han podido identificar más de 10 000 mujeres violadas durante el conflicto, pero va ganando por goleada el silencio. Es imposible saber cuántas mujeres sufrieron violaciones, por ello se estima un abanico tan amplio de entre 20 000 a 600 000 mujeres.
“Las víctimas tenían entre seis y setenta años y las violaron repetidas veces, a lo que a menudo se sumó un cautiverio de varios años. Dejaron embarazadas a muchas mujeres a la fuerza y las retuvieron hasta que les resultase imposible abortar. Se trataba a las mujeres como una propiedad y se utilizaba la violación para intimidar, humillar y degradar”.
Esta tragedia saltó, por fin, a la prensa y libros que analizaban el conflicto. Por primera vez en la historia se tomó la violencia sexual como un arma de guerra.
Secuelas que siguen presentes
Las violaciones cometidas no solo infligían la máxima humillación a las mujeres y sus familias, sino que sus secuelas siguen presentes hoy día y son un grave problema social aún pendiente de soluciones. El estigma de la violación está vigente en muchas zonas que formaron parte del conflicto. Muchas mujeres optan por el silencio ante el miedo a ser rechazadas.
Contra este estigma social se está luchando desde organizaciones como Mujeres Víctimas de la Guerra. Proporcionan asistencia en todos los ámbitos a las víctimas y sus hijos. Besima Catic es una psicóloga que ha tratado estos casos desde el inicio de la guerra. Entre las víctimas también hubo hombres y la terapia tiene finalidades distintas para cada género:
"Con las mujeres, el objetivo es hacer desaparecer el sentimiento de culpa y vergüenza. El trabajo con los hombres es diferente. Se trata de hacerles entender que, pasara lo que pasara, no han perdido su virilidad. A muchos, las esposas los abandonaron".

Un largo camino por recorrer
Movimientos sociales como el #MeToo, iniciado en 2017, logran acabar con el sentimiento de culpa y vergüenza de muchas mujeres. Las denuncias se van sucediendo, lo que ha dejado constancia del grave problema que tenemos con la violencia sexual, tan común como se sospechaba, tan triste como las historias que ahora dejan evidencias.
En junio de 2008 se aprobó en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas una resolución acerca de la violencia sexual en la guerra: “la violación y otras formas de violencia sexual pueden constituir un crimen de guerra, un crimen contra la humanidad o un acto constitutivo de genocidio”. Al silencio de las víctimas se une la dificultad de encontrar pruebas válidas en un juicio.
“A diferencia de los asesinatos, las violaciones no dejan cadáveres y son difíciles de cuantificar”.
Y esto en el mundo Occidental, donde la mujer tiene acceso a formación e información. El recorrido que nos queda para paliar los problemas de la violencia sexual se antoja largo, a pesar de que iniciaran con Helena de Troya.
Referencias:
González, R. 2020. Contra la impunidad por las violaciones en la guerra de Bosnia. elpais.com.
Lamb, C. 2021. Nuestros cuerpos, sus batallas. Lo que la guerra hace a las mujeres. Principal de los Libros.