Cómo Napoleón intentó conquistar España y fracasó: la historia de su campaña y su entrada en Madrid

Tras el revés sufrido en Bailén, el emperador francés lideró un ejército para restablecer su control sobre España. Aunque tomó Burgos y triunfó en Somosierra, haciendo una entrada triunfal en Madrid, pronto tuvo que abandonar el país ante la amenaza de Austria y la resistencia popular.
Napoleón acepta la rendición de Madrid

Napoleón Bonaparte era el hombre más poderoso de Europa a principios del siglo XIX. Tras coronarse emperador de los franceses en 1804, había derrotado a sus principales rivales continentales, como Prusia, Rusia y Austria, y había creado un imperio que se extendía desde el Atlántico hasta el Danubio. Sin embargo, había un país que se le resistía: Gran Bretaña, la dueña de los mares y la principal financiadora de las coaliciones antifrancesas. Para intentar doblegarla, Napoleón ideó el llamado bloqueo continental, que consistía en prohibir el comercio con la isla a todos los países bajo su influencia. Pero para que el bloqueo fuera efectivo, era necesario controlar también la Península Ibérica, donde Portugal era un aliado tradicional de los británicos y España tenía una monarquía débil y dividida.

En 1807, Napoleón firmó con el rey Carlos IV de España el tratado de Fontainebleau, que le permitía atravesar el territorio español con sus tropas para invadir Portugal. Sin embargo, el emperador tenía planes más ambiciosos y aprovechó la ocasión para ocupar también varias ciudades españolas, como Pamplona, Barcelona y Madrid. Además, se inmiscuyó en la crisis dinástica que enfrentaba al rey Carlos IV con su hijo Fernando VII, y los convenció para que renunciaran a la Corona en su favor. Napoleón nombró entonces rey de España a su hermano José Bonaparte, conocido como Pepe Botella por su afición al alcohol.

La presencia del ejército francés genera hartazgo entre los madrileños, dando lugar al levantamiento del 2 de mayo de 1808. Una reacción que Napoleón no esperaba del pueblo español. El levantamiento se expande por todo el país dando lugar a la guerra de la Independencia. Se forman las juntas provinciales para combatir al francés, reconociendo tan solo a Fernando VII como rey. Las juntas provinciales organizadas por la Junta Suprema Central contaron con la ayuda de los británicos, que enviaron un ejército al mando del general Arthur Wellesley, futuro duque de Wellington, para colaborar con la causa patriótica.

La guerra de la Independencia fue una guerra larga, cruenta y compleja, que enfrentó a unos 300.000 soldados franceses contra unos 200.000 españoles y unos 50.000 británicos, además de miles de guerrilleros y milicianos que hostigaban al enemigo con emboscadas y sabotajes. Fue también una guerra de contrastes, en la que se alternaron victorias y derrotas, heroísmos y atrocidades, lealtades y traiciones. Y fue, sobre todo, una guerra decisiva, que cambió el destino de España y de Europa, y que marcó el inicio del ocaso de Napoleón.

Defensa del Parque de Artillería de Monteleón, en Madrid, el día Dos de Mayo de 1808. De Joaquín Sorolla (1863–1923). Wikimedia Commons

La venganza de Bailén

El primer gran golpe que recibió Napoleón en España fue la derrota de Bailén, el 19 de julio de 1808. Allí, un ejército español al mando del general Castaños consiguió vencer y hacer prisionero a todo un cuerpo de ejército francés, dirigido por el general Dupont. Fue la primera vez que los invencibles soldados de Napoleón eran derrotados en una batalla campal, lo que causó un enorme impacto en toda Europa y animó a otros países a rebelarse contra el dominio francés.

Napoleón, que se encontraba en Burdeos cuando recibió la noticia, no podía creer lo que había ocurrido. Furioso, culpó a Dupont de incompetencia y cobardía, y decidió intervenir personalmente en la guerra de España. Para ello, reunió a sus mejores generales y a sus tropas más veteranas, y partió hacia la frontera española el 29 de octubre de 1808. Su objetivo era recuperar el control de la situación, derrotar a los ejércitos españoles y británicos, y reinstalar a su hermano José en el trono de Madrid.

La campaña de Napoleón en España

Napoleón cruzó personalmente el río Bidasoa el 7 de noviembre de 1808 y entró en España al frente de unos 200.000 soldados, divididos en cinco cuerpos de ejército. Él avanza directamente hacia Madrid para romper la línea defensiva que formaban los ejércitos españoles, para luego destruirlos por separado. El ala izquierda del ejército embolsará a los españoles de esa zona y la derecha los embolsará en Zaragoza. Comienzan a ocurrir los desastres españoles como Tudela o Somosierra. Asimismo, Napoleón deseaba alcanzar y aniquilar al ejército británico, que se había retirado hacia el norte tras la batalla de Vimeiro, en Portugal.

El avance de Napoleón fue imparable. En su camino hacia Madrid, tomó Vitoria, derrotó al ejército del general Belveder en Gamonal, cerca de Burgos, y venció al ejército de Blake en Espinosa de los Monteros. Luego, dejó al mariscal Soult al mando del frente norte, y se dirigió hacia el sur, donde se encontraba el principal obstáculo para llegar a la capital: el puerto de Somosierra, defendido por unos 9.000 soldados españoles y 16 cañones.

La batalla de Somosierra tuvo lugar el 30 de noviembre de 1808. Napoleón ordenó un ataque frontal de su infantería, pero los españoles resistieron el embate con una intensa artillería. Entonces, el emperador decidió lanzar una carga de su caballería polaca, formada por unos 3.000 jinetes. Los polacos, armados con lanzas, se abrieron paso entre el fuego enemigo y lograron alcanzar y capturar los cañones españoles. La infantería francesa aprovechó el momento y completó la victoria. Napoleón había abierto la puerta de Madrid.

La entrada en Madrid

Tras la batalla de Somosierra, Napoleón se dirigió hacia Madrid, donde esperaba encontrar una ciudad rendida y dispuesta a recibirlo con los brazos abiertos. Sin embargo, se encontró con una ciudad dispuesta a resistir, alentada por el ejemplo de Zaragoza, que había soportado un largo y sangriento asedio francés. Los madrileños se organizaron en batallones de voluntarios y levantaron barricadas y trincheras en las calles. Además, contaban con el apoyo del ejército del general Benito San Juan, que se había atrincherado en el monte del Príncipe Pío, al oeste de la ciudad.

Napoleón llegó a las afueras de Madrid el 2 de diciembre de 1808 y estableció su cuartel general en Chamartín, una localidad cercana. Desde allí, envió un ultimátum a la Junta de Defensa de Madrid, exigiendo la rendición inmediata de la ciudad, bajo la amenaza de arrasarla si se negaba. La Junta, presidida por el marqués de Castelar, rechazó la propuesta y decidió resistir. Así comenzó el asedio de Madrid, que duró dos días.

El 3 de diciembre, los franceses atacaron el monte del Príncipe Pío, donde se libró una encarnizada batalla. Los españoles defendieron con valor su posición, pero fueron superados por la superioridad numérica y material de los franceses, que contaban con unos 40.000 soldados y 80 cañones. Los españoles sufrieron unas 3.000 bajas, entre muertos y heridos, y se vieron obligados a replegarse hacia el interior de la ciudad.

El 4 de diciembre, los franceses iniciaron el bombardeo de Madrid, causando numerosos daños y víctimas entre la población civil. Los madrileños respondieron con fuego de fusilería y artillería desde las azoteas, los balcones y las ventanas, tratando de frenar el avance enemigo. Sin embargo, la resistencia fue inútil ante la superioridad francesa, que logró abrir brechas en las murallas y penetrar en la ciudad. Los combates se hicieron cuerpo a cuerpo, casa por casa, calle por calle. La sangre y el fuego se apoderaron de Madrid.

Napoleón acepta la rendición de Madrid, 4 de diciembre de 1808. De Antoine-Jean Gros (1771–1835). Wikimedia Commons

Ante la desesperada situación, la Junta de Defensa de Madrid decidió enviar una delegación al cuartel general de Napoleón, para negociar la rendición de la ciudad. El emperador, que había presenciado el asedio desde el palacio de Buenavista, aceptó recibirlos y les impuso unas duras condiciones: los españoles debían entregar todas sus armas, reconocer a José Bonaparte como rey de España, y jurar fidelidad a Napoleón. Además, debían pagar una fuerte indemnización de guerra y alojar a las tropas francesas en sus casas. La Junta, sin otra opción, aceptó las exigencias y firmó el acta de capitulación.

Finalmente, Napoleón hizo su entrada triunfal en Madrid, acompañado de su hermano José y de su estado mayor. Recorrió las principales calles de la ciudad, entre el silencio y el odio de los madrileños, que le miraban con rencor y desprecio. Llegó hasta el palacio real, donde se instaló como dueño y señor de España. Allí, recibió la visita de varias personalidades españolas, que se sometieron a su voluntad y le rindieron pleitesía.

Pero, el 23 de febrero de 1809, el imperio de Napoleón se tambaleó. Austria, su antigua aliada, se levantó en armas contra él y formó la Quinta Coalición con Gran Bretaña, Rusia y Suecia. Napoleón, que se hallaba en España, tratando de someter a un pueblo rebelde y orgulloso, tuvo que abandonar su sueño de dominar la Península Ibérica y regresar a Francia con su guardia imperial, para hacer frente a la nueva amenaza.

Dejó tras de sí a su hermano José, un rey impopular y débil, y a Nicolás Juan de Soult, un general competente pero insuficiente, para continuar la conquista de España. Pero los españoles no se rendirían fácilmente. Su resistencia, apoyada por los ingleses, se convertiría en una pesadilla para los franceses, que se verían envueltos en una guerra larga y sangrienta.

Referencias:

  • Esdaile, C. (2009). Las guerras de Napoleón: Una historia internacional, 1803-1815. Crítica.
  • Tulard, J. (2009). Napoleón. Crítica.

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