En estas fechas los hogares españoles se decoran con belenes más o menos elaborados. Esta tradición hunde sus raíces en la representación del nacimiento de Jesús en Belén, tal y como se relata en el Nuevo Testamento.
Se cuenta que San Francisco de Asís, allá por el siglo XIII, desempeñó un papel fundamental en su popularización. Al principio solo había belenes en la península Itálica, pero con el transcurrir del tiempo la tradición se extendió por todo el mundo, adaptándose a las diferentes culturas y costumbres locales.

Cuando se observa el belén con detalle se detectan ciertos anacronismos históricos, en algunos casos acompañados de falta de contexto histórico y en otros de la aparición de elementos que no se encontraría en la Palestina del siglo I.
De espadas y lanzas
De entrada, en prácticamente ningún belén suele faltar la nieve. Sin embargo, en Cisjordania no es común que nieve durante el invierno puesto que allí se disfruta de un clima mediterráneo con inviernos suaves y lluviosos. Concretamente, en Belén las nevadas en el mes de diciembre son muy poco frecuentes.
Si prestamos atención a los soldados romanos, en muchas ocasiones las figuritas van pertrechadas, en una mano, con lanzas de puntas amplias y macizas, mientras que en la otra sostienen escudos de pequeño tamaño y de forma redondeada, muy diferente a los que utilizaban los romanos de aquella época.
Y es que los soldados iban provistos con un pilum, un arma que consistía en una punta de hierro larga y delgada asegurada a un asta de madera. La punta estaba diseñada para doblarse o romperse tras ser lanzada, lo que provocaba que fuera muy difícil de extraer de los escudos enemigos.
Por su parte, los escudos romanos –scuta- eran rectangulares, convexos o planos y estaban fabricados a partir de tiras de madera superpuestas, cubiertas con cuero, de forma que fueran muy resistentes, al tiempo que ligeros.
En cuanto al color de las armaduras, los romanos no las forjaban en oro, por lo que el omnipresente dorado que aparece en los belenes es otra licencia poética.
Pavos, cerdos, patatas y tomates
En los belenes hay multitud de animales, desde gallinas hasta gatos, pasando por ovejas, cabras, pavos… Sin embargo, el pavo doméstico (Meleagris gallopavo) es originario de América y fue una de las aves domesticadas por las antiguas civilizaciones mesoamericanas –tanto mayas como aztecas- antes de la llegada de los primeros europeos. En el siglo XV los pavos fueron llevados a Europa, desde donde se extendieron por el resto del mundo.
En el belén tampoco suele faltar el cerdo, en muchas ocasiones se nos muestra sazonado, con hierbas aromáticas, reposando ante una lumbre crepitante. A pesar de que en la época de Jesús el consumo de cerdo estaba proscrito, tal y como se nos describe en la Torá.
Tampoco suelen faltar los huertos o puestos de venta ambulante de frutas y verduras. Si nos fijamos con atención unos de elementos que más se repiten son las patatas, un alimento procedente de la región andina que era desconocido por los europeos hasta el descubrimiento de América. De igual forma sucedió con los tomates o el maíz, otros dos alimentos que suelen hacer acto de presencia en la mayoría de los belenes.
En muchos de ellos también podemos observar molinos de viento, a pesar de que es muy poco probable que los hubiese en la Palestina de Jesús, al menos como los que se conocen de la época medieval, con sus aspas enormes. En esa región y en ese período histórico los métodos más tradicionales para moler los granos serían los molinos de piedra o los molinos de mano.

Los Reyes Magos no tenían capas de armiño
El aspecto de las figuras humanas que habitan en nuestros belenes son, por lo habitual de raza caucásica. A pesar de que en la época de Jesús la región estaba habitada por una mezcla de grupos étnicos, una población heterogénea, ya que por allí transitaban muchas culturas diferentes. La mayoría de la población judía tendría unas características faciales, una coloración cutánea y un fenotipo similar a los grupos étnicos de Oriente Medio.
Parte de la narrativa bíblica de la natividad de Jesús —tal y como se puede leer en el Evangelio de Mateo— hace referencia a los Magos de Oriente, que siguieron una estrella para rendir homenaje al recién nacido. No se aportan detalles específicos sobre su apariencia física ni su etnia. Sin embargo, en todos los belenes Baltasar es negro. Se trata de una invención muy posterior creada con la idea de universalizar el cristianismo en un contexto de expansión.
Por último, sus majestades suelen vestir con elegancia, habitualmente con piel de armiño, una capa codiciada y cara que hizo su aparición en la Edad Media, muchos siglos después del nacimiento de Jesús.
Referencias:
- Timón P, Martín, M. El belén: arte e historia. Editorial Sílex, 2010.
- Lahuerta, J. Los belenes: origen, historia y tradición. Ediciones Encuentro, 2015.
- García, G, Gómez, G. Belenes: su historia y su arte. Ediciones Sílex, 2018.