De Babilonia a Mercator: la evolución de los mapas

Estas representaciones geográficas demuestran el interés humano por conocer, explicar y, en algunos casos, conquistar el mundo.
Proyección de Mercator

Saber cómo es el mundo y tener una guía que nos permita movernos por él es una de las empresas intelectuales más antiguas de la humanidad. Así, el primer mapa del mundo del que tenemos noticia data del 700-500 a. C., y se localizó a finales del siglo XIX en el yacimiento de la ciudad iraquí de Sippar, en el noroeste de la antigua Babilonia. Se trata de una tablilla mesopotámica muy dañada que contiene inscripciones cuneiformes y una imagen del mundo tal y como lo veían los mesopotámicos: Babilonia aparece en el centro del mapa, y también menciona los imperios asirio, elamita... En el área central aparece un área circular bajo la leyenda “mar Salado”. En su límite exterior está rodeado por lo que se calcula que eran ocho regiones triangulares y, al parecer, creían que las grandes bestias y sus héroes habitaban en esas zonas. Por ello, pese a que suele decirse que es el primer intento conocido de hacer cartografía –diferentes lugares aparecen en sus posiciones aproximadas–, el verdadero propósito de esta tablilla era, en realidad, explicar cómo veían el mundo desde una perspectiva mitológica. Tuvieron que pasar más de veinte siglos hasta la llegada de la obra del gran cartógrafo flamenco Gerard Kremer.

El problema de dibujar un mapa es puramente matemático: proyectar la superficie terrestre sobre una hoja de papel. La técnica habitual consiste en desplegar la superficie del sólido; justo el camino contrario al que recorríamos en nuestra época en la escuela, cuando recortábamos en un papel la superficie extendida de un cilindro y, después de unos cuantos dobleces y un poco de pegamento, aparecía construido sobre la mesa. Esto, que se puede hacer fácilmente con el cilindro o el cono, es imposible con la esfera. Dicho de otro modo: no se puede construir una esfera a partir de un trozo de papel. Por este motivo, resulta muy complicado dibujar mapas útiles que se acerquen mucho a la realidad. Sin embargo, un matemático del siglo XVI lo consiguió.

Su nombre verdadero era Gerard Kremer, pero, siguiendo con la tradición de latinizar los nombres, lo tradujo a Gerardus Mercator, ya que Kremer –en flamenco– y Mercator –en latín– significan ‘comerciante’. Estudió Humanidades en la Universidad Católica de Lovaina, donde se graduó en 1532, y luego empezó a trabajar como matemático a las órdenes del astrónomo holandés Regnier Gemma Frisius, famoso por su habilidad para construir instrumentos de medida.

Proyección de Mercator, 1798. Créditos: Hulton Archive - Hulton Archive

En pocos años, Mercator se ganó una excelente reputación como constructor de instrumentos y cartógrafo. Sin embargo, en 1544 lo acusaron de herejía –por simpatizar con los luteranos– y lo arrestaron y encerraron duran- te siete meses en una prisión. Finalmente fue liberado gracias a las presiones de sus compañeros de la universidad.

En 1552, Mercator se instaló en Duisburgo. Fue allí, bajo el mecenazgo del duque Guillermo de Jülich-Cléveris-Berg, donde desarrolló la proyección –método para representar la superficie de la Tierra sobre un plano– que lleva su nombre. El primer mapamundi que la usó se publicó en 1569, y estaba compuesto por dieciocho láminas. La técnica era simple y sencilla: considerar la Tierra no una esfera, sino un cilindro. Evidentemente, esta proyección introduce distorsiones, pero permitió trazar las rutas de navegación con más precisión que los mapas anteriores.

Ese mismo año, Mercator inició su plan más ambicioso: relatar la historia del mundo ilustrada con mapas. La llamó Atlas en honor al nombre del mítico titán griego que carga el mundo sobre sus hombros.

Este artículo fue originalmente publicado en una edición impresa de Muy Interesante.

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