Evidencias y dudas sobre la catedral románica de Burgos

La antigua catedral románica de Burgos fue abandonada y demolida, dejando tras de sí algunos restos como evidencia de la irreparable pérdida que supondría para el conjunto del patrimonio artístico español.
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En el año 1221, el obispo don Mauricio, en presencia del rey Fernando III, colocó la primera piedra que daba inicio a la construcción de la catedral de Burgos, el espléndido edificio gótico que hoy todavía contemplamos.

En ese momento aún permanecía en pie el antiguo conjunto episcopal románico, y casi diez años después, en 1230, el prelado acometió el traslado del culto desde el viejo altar del siglo XI a la nueva cabecera de la catedral, ya en uso. Ese año los operarios iniciaron el desmonte y la destrucción del viejo edificio románico.

¿Qué podemos afirmar sobre la catedral románica de Burgos?

Pocos datos conocemos sobre su planta y elementos decorativos. Sin excavaciones totales y sistemáticas en el solar, nada podemos afirmar con seguridad a partir de los escasos vestigios materiales y la documentación, un tanto parca.

Pero la catedral románica de la sede burgalesa debió de ser un bello edificio en sintonía con otras importantes construcciones del reino leonés, como las catedrales de Astorga y León o las de Oviedo y Sigüenza.

Los capiteles que hemos conservado, visibles hoy en los espacios museísticos catedralicios, permiten intuir la calidad de los escultores y artífices que en ella se dieron cita, bajo el amparo sempiterno de la familia real. En Burgos, el monarca Alfonso VI, así como sus hijas, las infantas Urraca y Elvira, apoyaron el establecimiento de la sede y el inicio de la catedral.

Miniatura del siglo XIII de la reina de León, Urraca I, presidiendo la corte. Tanto ella como su padre, Alfonso VI, apoyaron los inicios de la construcción de la catedral románica en los siglos XI y XII. FOTO: ASC

Como otras tantas veces en el antiguo regnum legionense, realeza e Iglesia aunaron sus fuerzas para hacer realidad una fábrica románica de envergadura, sucediéndose las prebendas y donaciones.

En 1075 el monarca leonés dio al obispo de Burgos, Simeón, el palacio que sus padres Fernando I y Sancha habían tenido en la ciudad, anejo al complejo episcopal. La documentación es muy clara: el rey y las infantas promueven la obra, entregan dádivas y dan propiedades para la construcción.

Imaginando la estructura de la catedral románica de Burgos

A partir de los vestigios materiales y la revisión de los documento, podemos imaginar la existencia de un espacio de tres naves, posiblemente con una portada esculpida a los pies, cerrando el buque catedralicio a occidente.

La presencia de un crucero es imposible de asegurar; tampoco sabemos si poseía cimborrio y ni tan siquiera si tuvo una cabecera formada por tres ábsides. El sistema de cubrición que se utilizó, ya de madera o con bóvedas de cañón y de horno, nos es desconocido.

Un documento del año 1085 menciona el altar principal de la catedral románica, dedicado a Santa María y que, parece, ya estaba en uso. Con todo, la celebración de un magno concilio en el año 1081, presidido por el cardenal Ricardo y al que asistieron los reyes y los obispos de Coímbra, Oviedo, Compostela, Mondoñedo, Tuy, Orense, Lugo, Palencia, León y Astorga podría revelar que, ya en ese momento, la obra se encontraba muy avanzada.

Maqueta que recrea la antigua catedral románica de Burgos. FOTO: ALBUM.

Precisamente ese mismo año, el obispo de Astorga, Osmundo, concedió al cabildo burgalés la iglesia de Santa Eulalia de Muciehar con todas sus propiedades y riquezas. Tales beneficios, entre otros, sirvieron para dotar el altar mayor de todos los elementos litúrgicos necesarios para el culto –entre ellos candelas, elementos orfebres y textiles–, mientras que otro documento del año 1092 alude a otros dos altares, consagrados en honor de Santiago y San Nicolás. La fábrica podría haber estado finalizada en sus estructuras y espacios más señeros.

Otros indicios confirman que, sin duda, la catedral tuvo un claustro y otras dependencias para la vida canonical en el flanco suroriental de la actual fábrica gótica. De aquella claustra vieja que citan las fuentes, amortizada luego en las edificaciones que configuran el actualmente llamado Vestuario de Canónigos, resta el recuerdo en forma de pequeños fragmentos escultóricos y un vano descontextualizado.

¿Qué nos dicen los restos sobre la catedral románica de Burgos?

La mayoría de los expertos que investigaron sobre la catedral románica apelaron a los templos de San Pedro de Arlanza, San Salvador de Oña y San Pedro de Cardeña, a la iglesia románica de Silos de finales del siglo XI –también desaparecida– y a otros espacios, como San Isidoro de León, intentando evocar las formas de lo que pudo ser aquel edificio románico.

De la destrucción de todo el conjunto sobrevivieron piezas esculpidas entre los siglos XI y XII. Un bello capitel con la cesta lisa y rematado con dos volutas en palmeta, activos en torno al año 1100 en las áreas de Palencia, y otro ejemplar que repite esos elementos vegetales, unidos por cintas dobles, encuentra paralelos en los capiteles del panteón de San Isidoro de León, de finales del XI.

Capitel con elementos vegetales unidos por cintas dobles. Museo de la Catedral de Burgos. FOTO: ASC.

Los escasos capiteles que llegaron a nosotros con iconografía utilizan imágenes de clara tradición tardoantigua y altomedieval, como el ejemplar en el que se labraron las aves afrontadas, imagen que también hallamos en el recinto funerario de la monarquía leonesa.

Por lo tanto, entre los años 1080 y 1100, en los que fue erigido el edificio, se documentan relaciones indudables entre los talleres de escultores que ornaron las grandes catedrales y los espacios monásticos patrocinados por la familia real leonesa, de lo que se deduce que la catedral románica de Burgos debió de estar en sintonía con este panorama monumental de gran relevancia visual y plástica.

La imagen del pantocrátor románico

Entre los vestigios esculpidos que hoy se exponen en el Museo de la Catedral de Burgos destaca una bella pieza, controvertida tanto por su ubicación, origen y función como por la fecha en que pudo ser realizada por un maestro escultor de calidad estimable.

El fragmento (imagen de apertura de este artículo) muestra una Majestad coronada y en mandorla, de rostro amable y ojos expresivos marcados con trépano. El trabajo de la barba, con crenchas cuyas puntas se rizan, la presencia de los travesaños de la cruz tras su cabeza, a modo de nimbo, y la incisión de las letras alfa y omega en el fondo del óvalo configuran una imagen clásica del Pantocrátor medieval. Con una mano bendice y con la otra sujeta las Sagradas Escrituras.

El trabajo delicado de los pliegues, la potencia de los pies descalzos y, sobre todo, los calados que el escultor realizó en las orlas vegetales que rodean la almendra revelan el buen conocimiento que este maestro tenía de los modos de hacer de otros talleres activos en la España del siglo XII.

Relieve de un pantocrátor perteneciente a la antigua catedral románica de Burgos. Se encuentra en el claustro bajo de la actual seo. FOTO: AGE.

La pieza suscita muchos interrogantes. Primero, sobre su función, pues tradicionalmente se identificó con una clave, elemento central que permitiría unir y articular los nervios de una bóveda. Nada podemos asegurar sobre su ubicación; los análisis pétreos y estilísticos ni tan siquiera aseguran que fuese realizada para la antigua catedral románica. Su vinculación formal con las esculturas de edificios como Santo Domingo de la Calzada o Santo Domingo de Soria, especialmente visible en la concepción del rostro, apuntan hacia una cronología tardía del románico.

Con todo, analizando los pliegues de la parte baja de la túnica, más angulosos, no sería descartable considerar esta escultura como perteneciente a las primeras fases de construcción de la catedral gótica, entre 1221 y 1230. Aunque, ciertamente, las soluciones formales se alejan, mucho, de los espléndidos trabajos escultóricos del gótico clásico visibles, por ejemplo, en la Majestad de la Puerta del Sarmental o los rostros de las ménsulas de la capilla de San Nicolás, con los que nuestra escultura no guarda ningún punto en común.

La única conclusión que podemos extraer, a partir de estos fragmentos y de la documentación conservada es que la catedral burgalesa, fue un foco artístico bien activo desde finales del siglo XI y que la realeza siempre la protegió, propiciando la mejora de la fábrica.

A lo largo de toda la etapa románica, sin duda, debieron erigirse nuevos espacios que mejorarían la vida de los canónigos, restaurándose las viejas dependencias y renovándose así los lenguajes artísticos, hasta el punto de detectarse la inclusión de varias corrientes del románico hispano.

En Burgos confluyeron diferentes talleres y tradiciones hasta la irrupción, a partir de 1221, de un nuevo lenguaje, el gótico, que puso punto final a dos centurias de arte románico y provocó la consecuente destrucción del viejo templo iniciado en los días de Alfonso VI y el obispo Simeón.

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  • Christian Pérez
  • Eugenio M. Fernández Aguilar