Entre las obras más enigmáticas del arte celta, pocas igualan el magnetismo inquietante que provoca la cabeza de Corleck. Esta escultura de piedra, descubierta en Irlanda en el siglo XIX, presenta tres rostros que, en su silencio pétreo, parecen evocar los ecos de un mundo religioso desaparecido. La pieza plantea una serie de interrogantes históricos, rituales y teológicos aún por resolver. ¿Representaba a un dios, a una entidad espiritual o, quizás, a la víctima de un sacrificio sagrado? El hecho de que la cabeza se encontrase cercana a un cuerpo humano ejecutado ritualmente ha reavivado el debate.
Según los estudios más recientes, la cabeza de Corleck podría vincularse con el complejo culto celta de la tríada divina y con la práctica de los sacrificios humanos durante la Edad del Hierro. Su valor simbólico la conecta con las representaciones tricéfalas de Europa continental, donde deidades como Cernunnos, el dios de los animales y de la abundancia, también se tallaron con tres rostros o tres cabezas. Este vínculo entre multiplicidad, poder y muerte nos introduce en el corazón de una religiosidad que veía en la cabeza humana el receptáculo del alma y en la sangre, la fuerza vital que la mantenía.

El hallazgo de la cabeza de Corleck
La cabeza de Corleck se descubrió en 1855 cerca de Drumeague, en el condado de Cavan, en el norte de Irlanda. El lugar exacto de su hallazgo, conocido como Hill of Death (es decir, Colina de la Muerte), parece haber sido un punto de referencia sagrado desde tiempos prehistóricos. La escultura, que forma parte de los fondos del Museo Nacional de Irlanda, se considera la cabeza tricéfala mejor conservada de todo el repertorio céltico insular.
La pieza mide unos 33 centímetros de altura y está tallada en piedra arenisca. Presenta tres rostros fusionados que comparten un mismo cráneo, con cejas arqueadas, narices prominentes y bocas pequeñas. En uno de los rostros, se abre un pequeño orificio circular, que quizás pudo servir para insertar un elemento metálico o para verter algún líquido en rituales. Otro agujero, en la parte inferior, habría servido para fijar la cabeza sobre un soporte o pilar. Se estima, pues, que la escultura se concibió como un objeto de culto para ser expuesto en posición vertical.
El estilo es sobrio y no hay signos de ornamentos, inscripciones ni barba. Los tres rostros son casi idénticos, lo que indica una intención simbólica más que retratística. Según los especialistas, en origen la figura habría estado policromada.

Un hallazgo vinculado con la muerte ritual
En las cercanías de Corleck Hill se halló un cuerpo de la Edad del Hierro que, según los arqueólogos, mostraba evidencias claras de haber sido víctima de un sacrificio humano. El individuo fue estrangulado, golpeado y degollado antes de que lo depositaran en una turbera. Este patrón de violencia múltiple coincide con el de otros bog bodies o cuerpos de la turbera célebres de Irlanda, como el Oldcroghan Man o el Clonycavan Man, que parecen haber sido ofrendados a los dioses.
La proximidad entre la escultura y ese cadáver sugiere que ambos pudieron formar parte de un mismo paisaje ritual. Se hipotetiza que la cabeza de piedra pudo funcionar como un emblema o un testigo del sacrificio. En el pensamiento celta, como en muchas otras culturas del mundo antiguo, la cabeza constituía el centro del espíritu y la fuerza vital. Decapitar o consagrar cráneos, por tanto, equivalía a capturar el poder del enemigo o del oferente. En este marco, la cabeza de Corleck podría tormarse como la imagen de una cabeza divina o sacralizada, el símbolo visible de un rito de regeneración cósmica.
Los arqueólogos del Museo Nacional de Irlanda sostienen que la escultura pudo haberse enterrada intencionadamente durante la Edad Media, cuando el cristianismo prohibió los cultos paganos. Enterrarla equivalía a silenciarla, un modo de neutralizar el poder residual de un objeto sagrado que, tal vez, aún inspiraba temor.

Significado y mitos asociados: los tres rostros del poder
Algunos estudiosos, como el historiador Jonathan Smyth, han propuesto que la cabeza de Corleck representaba al dios Lugh, una de las deidades más importantes del panteón celta, patrón de la artesanía, la luz y la soberanía. En esta lectura, los tres rostros expresarían la triple función del dios: creador, guerrero y juez. Otros investigadores sugieren que la figura encarna una forma local de Cernunnos, el dios cornudo de la abundancia, o una divinidad anónima vinculada con los ciclos naturales y el paso del tiempo.
Sin embargo, más allá de la identificación concreta, el elemento más relevante se encuentra en el principio de la tricéfalia: la unión de tres miradas en un solo ser. En el mundo celta, el número tres tenía un carácter sagrado. Expresaba la totalidad y el equilibrio —pasado, presente y futuro; cielo, tierra y mar—. En este sentido, la cabeza tricéfala podría simbolizar la omnivisión divina, esto es, la capacidad de contemplar de manera simultánea todas las dimensiones del mundo.
En la mitología irlandesa, la triple cabeza también podía aludir a la ley del juramento y a la palabra sagrada. Los dioses de tres rostros representaban la unidad de la voz, la ley y el espíritu, es decir, los tres pilares que garantizan la cohesión del cosmos. El hecho de que las bocas de la cabeza de Corleck Head estén alineadas sugiere un significado similar: una única voz que surge de tres presencias.

Las figuras tricéfalas en la antigüedad: del dios cornudo al tricéfalo celta
Estudios como los del historiador Gérard Poitrenaud ofrecen una clave indispensable para comprender el fenómeno de las figuras de tres rostros en el mundo antiguo. Según el autor, la tricefalia era una forma de expresar la naturaleza triple y cíclica del poder divino.
Estos dioses suelen representarse con atributos comunes: el torque, las cornamentas de ciervo y la postura sedente, símbolos de soberanía, abundancia y conexión con el más allá. En algunos casos, las tres cabezas se interpretan como las tres edades de la existencia —juventud, madurez y vejez—, o como los tres planos del universo —inframundo, tierra y cielo—. Poitrenaud subraya que el dios tricéfalo, aunque varía en forma, siempre encarna una idea de totalidad y de dominio sobre el tiempo.
La cabeza de Corleck, al encontrarse en un contexto insular y prerromano, constituiría una versión de este motivo continental. Poitrenaud la compara directamente con el Jano de Roquepertuse y con las estatuillas tricéfalas de Bais y de Sutherland, todas ellas vinculadas al culto de la cabeza. La ausencia de cornamenta y el estilo austero sugieren, según el estudioso, que se trata de una imagen primigenia del mismo principio divino, anterior a la fusión con el arte romano.

La cabeza de Corleck, entre el culto y el sacrificio
Si se acepta que la cabeza de Corleck representaba a una divinidad, su asociación con el sacrificio humano cercano cobra un sentido profundo. Es posible que el cuerpo hallado en la turbera fuese una víctima consagrada al dios tricéfalo, cuya imagen de piedra presidía la ceremonia. En ese contexto, la escultura sería una suerte de “dios-testa” que exigía la ofrenda de otra cabeza viva para mantener la armonía cósmica.
Referencias
- Killgrove, Kristina. 2025. "Corleck Head: A spooky three-faced Celtic sculpture found on the 'Hill of Death' in Ireland — and it may have been connected to human sacrifice 1,900 years ago". Live Science. URL: https://www.livescience.com/archaeology/corleck-head-a-spooky-three-faced-celtic-sculpture-found-on-the-hill-of-death-in-ireland-and-it-may-have-been-connected-to-human-sacrifice-1-900-years-ago
- Poitrenaud, Gérard. 2014. Cycle et métamorphoses du dieu cerf. Toulouse: Lucterios.