Salir adelante en el Imperio romano: este era el salario medio de los trabajadores de la antigua Roma imperial

¿Vivían mejor los trabajadores romanos que nosotros? Ganarse la vida en una sociedad estratificada y desigual como la del Imperio romano era todo un reto.
Sobrevivir en el Imperio romano
Recreación fantasiosa de un campesino y un montón de monedas. Fuente: Midjourney/Erica Couto - Para la mayoría de la población de la antigua Roma, ahorrar era casi imposible

La batalla de Adrianópolis, emperadores como Calígula o Nerón, los espectáculos de los gladiadores o la espectacular Pompeya: la historia de la antigua Roma ha marcado hitos de gran relevancia en lo político, lo artístico y lo militar. ¿Qué sucede, sin embargo, con aquellos aspectos de la vida cotidiana que no se festejan en las inscripciones conmemorativas ni se citan en las crónicas de los grandes hechos? Ganarse la vida en el Imperio romano . El nivel de vida de un trabajador romano medio revela hasta qué punto era viable “salir adelante” en una sociedad compleja, estratificada y fuertemente desigual. Y, aunque pueda parecer menos épico que un ejército avalanzándose sobre el enemigo, asegurarse las lentejas en la antigüedad también conllevaba sus riesgos.

¿Cuánto ganaba un trabajador en Roma?

Los salarios en la antigua Roma variaban enormemente en función del estatus jurídico del trabajador, su especialización, el lugar donde vivía y la época concreta. Las fuentes más abundantes son aquellas relativas a los soldados y los trabajadores públicos, ya que sus ingresos estaban regulados y documentados por el estado.

Un ejemplo paradigmático lo ofrecen los legionarios romanos en el siglo I d. C. Según documentos conservados de tiempos de Augusto y posteriores, cobraban unos 900 sestercios anuales. Esta cifra, sin embargo, no incluía bonificaciones ni ingresos indirectos como botines de guerra, pagos en especie o donativos imperiales.

Por su parte, los trabajadores no militares cualificados, como los artesanos, podían recibir entre 3 y 10 sestercios al día, aunque las cifras oscilaban en función de la región y la demanda. Así, un obrero cualificado en Egipto podía ganar en torno a 6 dracmas diarias (equivalentes a 1,5–2 sestercios), mientras que el salario de un carpintero en la península itálica podía alcanzar los 5 u 8 sestercios diarios.

trabajadores romanos
Recreación fantasiosa de trabajadores romanos. Fuente: Midjourney/Erica Couto

Los salarios rurales y la dependencia de las estaciones

En el ámbito rural, donde vivía la mayoría de la población romana, los salarios eran más bajos y estaban ligados al trabajo estacional. La jornada típica de un trabajador agrícola esclavizado o libre apenas le permitía reunir lo suficiente para sobrevivir. Los jornaleros libres recibían pagos irregulares, a menudo en especie (pan, vino o aceite), mientras que los esclavos dependían del sustento provisto por sus amos.

La evidencia papirácea egipcia del siglo I d. C. revela que un trabajador agrícola libre podía recibir entre 4 y 5 óbolos diarios (alrededor de 0,5 sestercios). Con esta cantidad, el asalariado debía cubrir todas sus necesidades básicas, lo cual generaba una situación de precariedad estructural. El carácter estacional de la labor agrícola, además, añadía inestabilidad a su situación. Solo durante la siembra y la cosecha había trabajo continuo.

Campesino romano
Recreación fantasiosa de un campesino. Fuente: Midjourney/Erica Couto

El caso del soldado romano: salario, pensiones y bonificaciones

Los soldados del ejército romano imperial constituían uno de los grupos mejor remunerados dentro del proletariado estatal. Bajo Augusto, un legionario ganaba 225 denarios anuales (equivalentes a 900 sestercios), cifra que aumentó con Domiciano a 300 denarios y con Septimio Severo a 500. Aunque en apariencia modesto, este salario resultaba competitivo en comparación con el de otros trabajadores libres. Además, podía incluir beneficios como el alojamiento, las raciones de comida, la ropa y, en ocasiones, el reparto de botines.

Además, tras 20 o 25 años de servicio, los soldados recibían un pago de jubilación (praemium) que podía alcanzar los 12.000 sestercios, equivalente a más de 13 años de salario base. Esta previsión económica favorecía el reclutamiento y la fidelidad al emperador, además de consolidar al ejército como una vía de ascenso social.

Costes de vida en Roma: lo que costaba comer y vestirse

Para evaluar el poder adquisitivo que ofrecían estos salarios, es necesario analizar los precios de los bienes de primera necesidad, como el trigo, el vino, el aceite y el vestuario. El trigo, base de la alimentación romana, costaba entre 3 y 4 sestercios por modio (aproximadamente 8,6 litros), lo que suponía un gasto mensual de unos 40 sestercios para una familia modesta.

El vino barato rondaba los 1,5 sestercios por sextario (0,5 litros), mientras que el aceite de oliva, más caro, podía alcanzar los 4 sestercios por sextario. Vestirse también implicaba un desembolso importante: una túnica sencilla costaba entre 15 y 20 sestercios, mientras que un par de sandalias podía costar 5.

Estos precios implicaban que un trabajador con un salario diario de 4 sestercios debía destinar buena parte de sus ingresos a la alimentación básica. Quedaba poco margen para otros gastos. Solo quienes tenían ingresos complementarios o trabajaban en oficios muy demandados podían aspirar a mantener cierto nivel de ahorro.

lavanderas
Recreación fantasiosa de lavanderas. Fuente: Midjourney/Erica Couto

¿Se podía ahorrar en Roma?

Ahorrar en la antigua Roma no era una opción viable para la mayoría de los trabajadores. La relación entre los salarios y los precios dejaba un margen estrecho que apenas cubría la subsistencia, especialmente en ciudades como Roma, donde los alquileres, los impuestos y los costes de vida resultaban más elevados.

Aun así, algunos trabajadores urbanos cualificados lograban juntar pequeñas sumas, invertir en asociaciones funerarias o incluso adquirir esclavos. El acceso al ahorro estaba ligado a la estabilidad laboral y al control de los precios, factores que variaban con las crisis políticas o climáticas.

En este contexto, el ejército ofrecía una oportunidad singular: salario estable, comida garantizada y un premio al final del servicio. Por ello, no sorprende que la carrera militar fuera una de las escasas vías de ascenso socioeconómico para los hombres libres pobres del imperio.

Trabajadores romanos
Recreación fantasiosa de trabajadores romanos. Fuente: Midjourney/Erica Couto

Desigualdad y límites estructurales

Uno de los aspectos más llamativos de la sociedad romana deriva de la marcada desigualdad estructural. Los ingresos de la élite terrateniente o de los altos funcionarios multiplicaban por cien los de un trabajador común. Mientras que un artesano urbano podía ganar 1.500 sestercios al año, un senador disponía de rentas anuales superiores al millón.

Esta disparidad tenía implicaciones políticas y sociales. El control de la tierra, los cargos públicos y las fuentes de ingreso del estado se concentraban en pocas manos. Aunque el sistema de privilegios premmitía cierta movilidad social, esta era limitada. Aunque las reformas fiscales y salariales de algunos emperadores mejoraron, en parte, las condiciones de los trabajadores, la economía romana siguió siendo profundamente jerárquica y desigual.

Campesino
Recreación fantasiosa de un campesino recogiendo aceituna. Fuente: Midjourney/Erica Couto

Una vida difícil para la mayoría de la población

El estudio del salario medio en la Roma imperial nos permite asomarnos a la vida cotidiana de millones de personas cuyo sustento dependía de unos ingresos modestos y fluctuantes. Un trabajador medio podía aspirar a sobrevivir, pero no a prosperar, salvo en contextos excepcionales como el ejército o se se dedicaba a ciertas profesiones urbanas.

La comparación entre salarios y precios revela un equilibrio frágil entre los ingresos y las necesidades, donde el menor imprevisto podía traducirse en hambre o endeudamiento. Sin embargo, también pone de relieve las estrategias de adaptación que los romanos desarrollaron para sobrevivir: el trabajo estacional, la pluriactividad, el ahorro informal o la dependencia de redes clientelares. En definitiva, salir adelante en el Imperio romano exigía esfuerzo, suerte y, sobre todo, ocupar una posición dentro del orden jerárquico .

Referencias

  • Rathbone, Dominic. 2009. "Earnings and costs: living standards and the Roman economy (first to third centuries AD)", en Alan Bowman y Andrew Wilson (eds.), Quantifying the Roman economy: methods and problems, pp. 298-326. Oxford University Press.

Recomendamos en