Por amor al arte: estas son algunas de las parejas más famosas y 'productivas' del panorama artístico del siglo XX

Las parejas de artistas abundan, y han abundado siempre a lo largo de la historia. Personas comprometidas con su arte que se ayudaron y se denostaron. Historias de amor que impulsaron a sus protagonistas y a los demás. Aquí tienes cuatro grandes ejemplos
Retrato recreado de Frida Kahlo y Diego Rivera. Foto: Midjourney/J.C. - Retrato recreado de Frida Kahlo y Diego Rivera

A lo largo del siglo XX, muchas relaciones entre artistas trascendieron lo personal para convertirse en motores de cambio creativo. Ya fueran romances, amistades o colaboraciones intensas, estos vínculos marcaron trayectorias, influencias y obras. Este artículo recorre algunas de esas historias en las que el arte y la vida se entrelazaron de forma inseparable.

Aprendiendo juntos

La relación entre Jasper Johns y Robert Rauschenberg duró seis años, y para ambos fue la más determinante que tuvieron en sus inicios como artistas gráficos y pintores. Casado con Susan Weil, de la que se divorció en 1953, Rauschenberg mantuvo antes otra relación con Cy Twombly, pero su idilio con Johns fue mucho más duradero y productivo en el terreno artístico. Por entonces, Johns regresaba de la Guerra de Corea.

Jasper Johns y Robert Rauschenberg
Jasper Johns y Robert Rauschenberg en 1954 (Rachel Rosenthal). Foto: Getty.

Se encontraron reaccionando contra el expresionismo abstracto, buscando nuevas vías (fueron denominados neo-Dadá) que vislumbraban ya el pop, y montaron varias exposiciones juntos. Nunca hablaron de forma abierta de su romance, pues a finales de los años cincuenta la homosexualidad era un tabú incluso entre los sectores más progresistas de Nueva York.

Un elefante con una paloma

"Yo sufrí dos accidentes graves en mi vida: uno en el que un autobús me tumbó al suelo, el otro es Diego. Diego fue el peor de todos”, escribió la pintora mexicana Frida Kahlo sobre su relación con el muralista Diego Rivera, a quien conoció de adolescente, en 1922, cuando el pintor realizaba el primero de sus grandes murales en el Anfiteatro Simón Bolívar de la Escuela Preparatoria Nacional.

Frida Kahlo y Diego Rivera
Frida Kahlo acaricia a uno de sus monos en manos de Diego Rivera. Foto: Getty.

Rivera se quedó prendado de su personalidad y creatividad y terminaron casándose en 1929. Era el tercer matrimonio para él y el primero y único para ella, que tenía 22 años. Fue un amor atormentado, violento, cargado de admiración mutua, intensidad creativa e infidelidades.

Se divorciaron en 1939, pero se volvieron a casar un año más tarde. “Un elefante con una paloma”, decían de ellos. “Siento que desde nuestro lugar de origen hemos estado juntos, que somos de la misma materia, de las mismas ondas, que llevamos dentro el mismo sentido”, le escribió ella.

Surrealismo y locura

"Mientras la palabra exista, nada se va a olvidar. Solo con la palabra tenemos memoria, y si hay memoria yo existo”, escribió Elena Poniatowska sobre la pintora Leonora Carrington, a la que Octavio Paz definió como “un poema que camina”.

Leonora conoció al también pintor Max Ernst en Inglaterra, en 1937; era 27 años mayor que ella y fue quien la introdujo en el surrealismo. Su historia de amor fue convulsa, afín a los tiempos que corrían. Ernst fue detenido en 1939 e internado en un campo de concentración en Francia; Leonora huyó a España en 1940. Sufrió una profunda crisis nerviosa y fue ingresada en un psiquiátrico santanderino dirigido por Luis Morales.

Leonora Carrington y Max Ernst
Los pintores Leonora Carrington y Max Ernst. Foto: The Times.

De aquella experiencia –cruel y verdaderamente surrealista– surgió Memorias de abajo, texto surrealista fundamental. Después, cada uno siguió con su vida, aunque se reencontraron en Nueva York. Ella se había casado con el escritor y diplomático Renato Leduc; él, con la coleccionista Peggy Guggenheim, primero, y con la pintora Dorothea Tanning, después.

Estoy desesperada y locamente enamorada de Max. Sigo pintando, pero solo para no volverme loca. Quiero que únicamente viva para mí y conmigo. Quiero tenerlo siempre. Quiero estar en el mismo cuerpo que él”, escribió Leonora.

Cronistas de nuestra guerra

Tristísima, como todas las historias de amor, fue la de Gerda Taro y Robert Capa. Los dos eran inteligentes, atractivos, seductores... Querían comerse el mundo y comenzaron por el lado peor de la partida. Gerta Pohorylle nació en 1910 en la ciudad alemana de Stuttgart. Judía, tuvo que huir del nazismo y llegó en 1933 a París, donde trabajó como niñera y mecanógrafa.

Gerda Taro y Robert Capa
Los fotógrafos Gerda Taro y Robert Capa. Foto: Getty.

Allí, en 1934, conoció a un joven fotógrafo húngaro, también judío, llamado Endre Ernö Friedmann –el nombre real de Robert Capa–, tres años menor que ella. Se ayudaron a construirse a sí mismos sin reservas (al principio, firmaron las fotos de ambos con el seudónimo común “Capa”). Él le enseñó fotografía, ella cómo debía mostrarse ante los demás para conseguir sus objetivos.

Viajaron juntos a España en 1936 para cubrir la Guerra Civil como corresponsales gráficos. En la retirada tras la batalla de Brunete, en julio de 1937, Gerda fue aplastada accidentalmente por un tanque republicano. Murió pocas horas después: la primera fotoperiodista muerta en una guerra. Nunca llegó a París, donde había quedado con Capa para celebrar el 27 cumpleaños de ella antes de que él se marchara a China.

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