La fotografía más antigua que se conserva la obtuvo el francés Niepce en 1826. Requería una exposición de ocho horas, pero constituía un gran logro científico basado en el principio de la cámara oscura y en el cambio de apariencia de algunas sustancias al exponerse a la luz. Esa primera imagen estable se obtuvo en una hoja de estaño recubierta con una capa de betún sometida a un proceso químico.
Daguerre, que fue socio del anterior, consiguió reducir el tiempo de exposición y mejorar la imagen mediante placas de cobre recubiertas con yoduro de plata. El método se comercializó desde 1839.

La fotografía representó a la sociedad que se transformaba, como la máquina de vapor, el ferrocarril, el telégrafo... La imagen fiel de la realidad, de producción mecánica, encajaba con la mentalidad burguesa de la nueva sociedad industrial.
Una evolución constante
El daguerrotipo (por Daguerre) obtenía imágenes directas y únicas sobre placas metálicas, que no podían reproducirse. En las principales ciudades, desde 1840 hubo estudios fotográficos. Las primeras imágenes tomadas en España son del mismo 1839.

El calotipo, conseguido por el inglés Talbot, se difundió también en esos años. Conseguía imágenes en negativo, que podían reproducirse repetidas veces en positivo. Requería menos tiempo de exposición y lograba imágenes sobre papel, aunque de menor calidad. Se utilizó sobre todo para paisajes y monumentos, mientras que el daguerrotipo se usaba para el retrato.
Hacia 1850 se produjo un paso decisivo con un derivado de la celulosa, el colodión húmedo, sobre placa de cristal. Abarataba el producto y sus negativos podían reproducirse en serie. Requería una preparación previa de la placa y un revelado inmediato, por lo que el fotógrafo debía desplazarse con un equipo pesado. Con este procedimiento se obtuvieron imágenes de la Guerra de Crimea. Además, comenzó a utilizarse la albúmina –elaborada con clara de huevo– para papel fotográfico, lo que mejoraba la calidad.

En 1878, el inglés Bennet inventó las planchas secas de gelatina. Podían prepararse en serie y facilitaban la fotografía, ya sin largas exposiciones. En 1888, George Eastman, norteamericano, fundó Kodak, que introdujo otra revolución técnica basada en dos novedades: la sustitución de placas por un rollo de película y el revelado a cargo de la casa. La fotografía entraba así en el consumo de masas, pues fue accesible a los aficionados, sobre todo desde el lanzamiento de la cámara Kodak Brownie en 1900, con un precio reducido.

Algunos intentos del siglo XIX para lograr la fotografía en color habían tenido éxito parcial, pero no pasaron de ser ensayos de laboratorio hasta el procedimiento inventado por los hermanos Lumière en 1906. El negativo a color no se logró hasta 1941, por lo que la fotografía en color no se difundió en el mercado hasta después de la Segunda Guerra Mundial.
La fotografía digital –difundida desde la década de 1990– ha alcanzado la omnipresencia en la vida cotidiana. Avances que fueron revolucionarios, como el rollo flexible, el revelado, la fotografía instantánea o la propia máquina fotográfica, se convierten paulatinamente en recuerdos históricos o recursos muy minoritarios.
