La adaptación al medio es uno de los mecanismos que ha permitido a los seres vivos sobrevivir a las condiciones más duras. Durante el Último Máximo Glacial (UMG), que se produjo en un periodo entre 26.500 y 19.000 años antes del presente, los humanos tuvieron que enfrentarse a uno de los entornos más hostiles de su historia. Las bajas temperaturas, la aridez extrema y la escasez de recursos naturales configuraron un panorama que empujó la supervivencia al límite. En ese contexto, el dominio del fuego fue una de las adaptaciones tecnológicas determinantes que permitió a las comunidades del Paleolítico superior resistir.
El yacimiento de Korman’ 9, en el valle medio del río Dniéster (actual Ucrania), proporciona una rara pero valiosa evidencia directa del uso controlado del fuego por grupos epigravetenses durante el UMG. Un nuevo estudio publicado en 2025 por la revista Geoarchaeology aporta información crucial sobre cómo se organizaban las actividades en torno al fuego y cómo se conservaron (o alteraron) sus vestigios arqueológicos en un contexto periglacial.
El contexto ambiental y cultural del último máximo glacial
El UMG se caracterizó por condiciones climáticas extremas que forzaron a los grupos humanos a refugiarse en zonas menos expuestas, como el suroeste de Europa, los Balcanes o el valle del Dniéster. En este último emplazamiento, las comunidades epigravetenses aprovecharon los sistemas fluviales y los ecosistemas esteparios para establecer campamentos estacionales, aunque con una densidad poblacional baja y asentamientos efímeros.
Frente a un entorno donde la biomasa vegetal y el combustible escaseaban, la habilidad para generar y mantener vivo el fuego no solo representó una necesidad práctica inmediata. También fue una condición que impulsó la creación de soluciones tecnológicas y sociales.

El yacimiento de Korman’ 9: una ventana al pasado
Korman’ 9 se localiza sobre una terraza del Dniéster y se excavó como parte del proyecto NEMO-ADAP. El yacimiento cuenta con cuatro niveles arqueológicos, de los cuales AL I y AL II se asocian al Epigravetiense (el período que siguió al último máximo glacial, hace unos 20.000 años) y al propio UMG. Se identificaron tres estructuras de combustión en las campañas de 2012 y 2013 que datan de entre 22.645 y 21.398 años calibrados antes del presente.
Estas estructuras se encuentran en condiciones geológicas complejas, con depósitos eólicos, procesos de solifluxión (desplazamiento del suelo provocado por la presencia de arcilla) y bioturbación (las alteraciones de suelo derivadas de la acción de los seres vivos). Aun así, la investigación pudo reconstruir con alta resolución las características de estas estructuras que revelaban prácticas pirotécnicas deliberadas.

Morfología y composición de las estructuras de combustión
Dos de las estructuras del yacimiento, denominadas CF1 y CF2, se han identificado como hogueras abiertas. Por tanto, no estaban delimitadas por piedras, una característica común en el Paleolítico superior. Cada una de estas hoguetas presenta un patrón estratigráfico tripartito: una capa inferior rubefactada (roja) producto del calentamiento del sedimento, una capa negra rica en materia orgánica carbonizada y una capa superior marrón grisácea o moteada que indica una acumulación post-ocupacional.
Los análisis micromorfológicos y colorimétricos realizados sobre CF1 indican que las temperaturas de combustión alcanzaron al menos 600 °C en el sustrato. Este dato implica un control preciso del fuego, así como el uso de un combustible vegetal eficaz. Los investigadores proponen que, probablemente, se trató de madera de Picea (abeto).
Indicadores de actividad humana
Los depósitos asociados al fuego contienen restos de huesos carbonizados, fragmentos de carbón vegetal y materiales orgánicos parcialmente quemados. En uno de los casos, se halló un fragmento de hueso con una lasca incrustada, lo que evidencia una acción humana directa. Además, la presencia de estructuras térmicamente modificadas sugiere una ocupación reiterada y planificada del espacio. Es probable que se hubiesen organizado las actividades cotidianas en torno al fuego.
El hecho de que los materiales óseos no estuvieran calcinados implica que no se utilizaron como combustible primario. De todos modos, no puede descartarse el uso complementario de grasas animales o estiércol seco como fuente de energía.

Desafíos metodológicos y conservación arqueológica
El enfoque multiescalar es una de las contribuciones más relevantes del estudio, que combina descripción estratigráfica, análisis micromorfológico y técnicas colorimétricas. Esta aproximación ha permitido reconocer el impacto de los procesos post-deposicionales, como la solifluxión y la bioturbación, en la alteración de los vestigios de fuego.
La mala conservación de las capas de ceniza en algunos casos demuestra que los restos de combustión en ambientes abiertos pueden desaparecer con enorme facilidad. Esto podría explicar la escasez general de estructuras bien documentadas de este tipo durante el UMG.
Significado cultural del fuego en el último máximo glacial
Más allá de su uso utilitario, el fuego funcionó como eje organizador del espacio, pero también como tecnología central en la adaptación humana. Su uso reiterado en el mismo lugar de Korman’ 9 sugiere la práctica de hábitos estructurados en la comunidad. El trabajo intensivo necesario para mantener el fuego en un contexto de supervivencia implica prácticas sociales organizadas, incluyendo la recolección, almacenamiento y posible conservación de combustible.
Este aspecto también refuerza la hipótesis de que la tecnología pirotécnica estaba íntimamente ligada a la estructura social y al conocimiento compartido entre miembros del grupo. De este modo, las hogueras colectivas habrían funcionado como un vector de transmisión cultural y cohesión social.

El fuego que nos hizo más humanos
El estudio de las estructuras de combustión en Korman’ 9 aporta una evidencia excepcional sobre la vida cotidiana durante el último máximo glacial. Gracias a un análisis riguroso y multidisciplinar, se ha podido demostrar que los humanos del Paleolítico superior nfueron capaces de dominar el fuego con precisión técnica y sentido social.
Este dominio constituyó una parte integral de una estrategia de adaptación que permitió a los humanos habitar regiones de clima severo, mantener la cohesión del grupo y transmitir conocimientos esenciales para la supervivencia. El fuego, en definitiva, fue una de las herramientas más poderosas que forjó la historia humana durante la última gran glaciación.
Referencias
- Murphree, William Chase, et al. 2025. "Fire Use During the Last Glacial Maximum: Evidence From the Epigravettian at Korman'9, Middle Dniester Valley, Ukraine." Geoarchaeology, 40.2. DOI: https://doi.org/10.1002/gea.70006