Durante una misión conjunta entre el Consejo Supremo de Antigüedades de Egipto y la Fundación Zahi Hawass para la Arqueología y el Patrimonio, arqueólogos descubrieron en la necrópolis de Saqqara un hallazgo que promete reescribir parte de la historia del Imperio Antiguo: la tumba del príncipe Userefre, hijo del rey Userkaf, el primer monarca de la V Dinastía. La noticia, confirmada oficialmente a través de una nota de prensa del Ministerio de Turismo y Antigüedades de Egipto, ha tenido un profundo eco entre los expertos.
La tumba, datada en torno a hace 4.400 años, es mucho más que una simple sepultura. Entre los elementos descubiertos destaca una espectacular puerta falsa de granito rosa, de unos 4,5 metros de altura y 1,15 metros de ancho, decorada con inscripciones jeroglíficas que detallan los títulos nobiliarios del príncipe: “Heredero del trono”, “Gobernador de Buto y Nekheb”, “Escriba real”, “Ministro”, “Juez” y “Sacerdote cantor”. El uso de granito rosa, material difícil de extraer y transportar desde Asuán a más de 600 kilómetros al sur, denota el alto rango y la importancia de Userefre dentro de la corte faraónica.
Hasta este descubrimiento, la existencia de Userefre no estaba documentada, lo que hace que este hallazgo no solo añada un nuevo nombre a la genealogía real, sino también una pieza clave para entender el complejo entramado político y religioso de la V Dinastía, época marcada por la transición del poder faraónico hacia una administración más descentralizada y apoyada en las casas nobiliarias.
Una tumba que guarda más secretos
La puerta falsa no fue el único descubrimiento asombroso. En el interior de la tumba se halló una mesa de ofrendas de granito rojo, con un diámetro de 92,5 centímetros, grabada con listas de alimentos rituales. En la concepción funeraria egipcia, se creía que el difunto podía absorber mágicamente la esencia de las ofrendas depositadas ante la puerta falsa. Sin embargo, más allá de la dimensión simbólica, las mesas de ofrendas también revelan prácticas rituales cotidianas de las élites egipcias y sus sacerdotes.
Lo más enigmático surgió en una cámara anexa, donde fue encontrada una estatua de granito negro de 1,17 metros de altura representando a un hombre de pie. Su antigüedad, correspondiente a la Dinastía XXVI, indica que la tumba fue reutilizada más de 2.000 años después de su construcción original, un fenómeno relativamente común en Saqqara. Estas reutilizaciones, aunque complican la interpretación arqueológica, también enriquecen el valor histórico de los yacimientos al superponer capas de uso cultural a lo largo de los siglos.

Eso sí, quizás el hallazgo más impactante fue la aparición de un conjunto escultórico sin precedentes: estatuas de granito que representan al faraón Djoser —legendario constructor de la pirámide escalonada de Saqqara— junto a su esposa y sus diez hijas. Esta colección de figuras, desplazada de su ubicación original cerca de la pirámide de Djoser durante el Periodo Tardío, fue depositada dentro de la tumba de Userefre.
La representación femenina resulta especialmente significativa, dado que las imágenes de mujeres de la III Dinastía son extremadamente escasas. La escena muestra a Djoser colocando su mano protectora sobre una de sus hijas, mientras la reina repite el gesto con otra de las jóvenes. Este tipo de representación subraya no solo la importancia de la familia real, sino también la devoción filial como valor fundamental en la ideología del Antiguo Egipto.
El traslado de estas esculturas plantea incógnitas aún no resueltas. ¿Se trató de un acto de veneración a Djoser durante el Periodo Tardío? ¿O fue un intento de legitimar un nuevo culto funerario asociándolo a la figura de uno de los faraones más venerados?
Las misteriosas estatuas de granito rosa
Otro de los grandes hallazgos del yacimiento fue un conjunto de 13 estatuas de granito rosa, colocadas en bancos de respaldo alto. Entre ellas, destacan varias cabezas que representan a mujeres, probablemente esposas del propietario de la tumba. Dos de las esculturas aparecieron sin cabeza, lo que podría deberse a daños intencionados o a procesos de degradación natural.

Frente a estas esculturas, fue localizada una estatua de granito negro de 1,35 metros de altura, caída boca abajo. Esta imagen, junto a las estatuas de granito rosa, sugiere que el complejo funerario de Userefre tuvo una vida ritual mucho más prolongada y activa de lo que se pensaba para la época del Imperio Antiguo.
La variedad de materiales empleados —granito rosa, rojo y negro—, la riqueza de las inscripciones, y el propio tamaño de las esculturas apuntan a un entorno funerario que gozó de un estatus extraordinario.
Saqqara, un enclave que no deja de sorprender
Saqqara, situada unos 30 kilómetros al sur de El Cairo, fue la necrópolis principal de la ciudad de Menfis, capital de Egipto en el Imperio Antiguo. Aunque a menudo eclipsada por Giza en la imaginación popular, Saqqara alberga tesoros arqueológicos inigualables, como la pirámide escalonada de Djoser, considerada el primer gran edificio de piedra de la historia.

Con este nuevo hallazgo, Saqqara confirma una vez más su papel como epicentro de las innovaciones funerarias y arquitectónicas del Egipto Antiguo. Desde la concepción del más allá hasta las formas de veneración de los antepasados, cada tumba, cada inscripción, cada estatua hallada aquí arroja nueva luz sobre una civilización que, pese a los milenios transcurridos, sigue fascinando por su complejidad y su grandiosidad.
El descubrimiento de la tumba de Userefre no solo añade un nuevo capítulo a la historia de Egipto, sino que refuerza la importancia de continuar las excavaciones y la investigación en Saqqara. Porque aún quedan muchos secretos por desenterrar bajo sus arenas milenarias.