Picaduras en el mar: ¿qué organismos pueden causarlas?

En España, las vacaciones en el mar son un clásico del verano, pero bañarse en la playa tiene sus riesgos.
Picaduras marinas: ¿qué organismos pueden causarlas?

España es un destino vacacional muy apreciado por los europeos; la gran extensión de costa y el clima cálido convierten a este país en un entorno muy atractivo para el turismo playero. Cada verano, millones de personas visitan las playas españolas. Y cada año, también, muchas sufren la picadura de algún animal marino.

Medusa clavel (‘Pelagia noctiluca’). — Damocean/iStock

La medusa, la más habitual

De todos los animales marinos que pueden causar picaduras en el mar, las medusas son las más habituales. Flotan a la deriva y proliferan masivamente cuando la temperatura del agua aumenta. Hasta hace unas décadas, esta proliferación masiva de medusas se producía cada 10 o 12 años, pero debido al cambio climático, actualmente son mucho más frecuentes.

Las dos especies más comunes en las costas españolas son la medusa sombrilla (Aurelia aurita) y la medusa clavel (Pelagia noctiluca). La primera se caracteriza por un color semitransparente y cuatro estructuras en forma de herradura en su interior —los órganos reproductivos—; la picadura de la medusa sombrilla normalmente es inofensiva.

Sin embargo, la medusa clavel juega en otra liga. Su picadura se siente como un fuerte latigazo, con un dolor intenso que puede perdurar hasta dos semanas; produce erupciones que aparecen días después. Es frecuente que en la zona de la picadura se forme una marca de un color púrpura, una especie de tatuaje; la medusa clavel dispone de pigmentos en las células urticantes, que se descargan junto a la toxina, y se alojan bajo la piel. Esta marca puede ser permanente. Algunas personas sufren recaídas hasta años después de la picadura.

Carabela portuguesa (‘Physalia physalis’). — Aldorado10/iStock

Otro animal similar a la medusa, aunque no lo es, sino una colonia flotante de pólipos sifonóforos, es la carabela portuguesa (Physalia physalils). Es un animal menos común, pero en los últimos años su presencia está aumentando en las costas españolas. Cuenta con unos tentáculos, finos y transparentes, que pueden superar los 30 metros de longitud, con los que puede picar a distancia suficiente como para no ver el cuerpo flotante de la colonia. Suele producir un fuerte picor y escozor, y, en casos graves, provoca dolor intenso, vómitos y fiebre.

En ambos casos, el daño puede ser muy elevado, sobre todo en personas enfermas o particularmente sensibles. Existe riesgo de reacción alérgica.

Ante la presencia o advertencia de este tipo de animales, lo más importante es la prevención, alejarse del animal y salir del agua, siguiendo las indicaciones de los socorristas. Si ocurre una picadura de medusa o carabela, lo fundamental es actuar rápidamente: avisar al socorrista de inmediato, y al 112. Si, mientras llegan los servicios de emergencia, se aplican primeros auxilios, deben llevarse a cabo siempre con conocimiento: a la sombra —evitar a toda costa que la picadura se exponga al sol—; si hay algún resto de tentáculo adherido a la piel, retirarlo e con ayuda de unas pinzas. La zona urticada debe lavarse con agua limpia salada, nunca dulce; y evitar a toda costa que la persona afectada se rasque o se frote, aunque el picor sea casi insoportable.

Raya látigo (‘Dasyatis pastinaca’). — aetb/iStock

El ataque de los peces

Si la picadura sucede en un fondo rocoso, arenoso o limoso, lo más probable es que el causante sea un pez. Hay animales en la arena como el pez araña (Trachinus draco) que cuentan con espinas venenosas capaces de inocular veneno a quien ose molestarlos. Si la picadura se produce durante un paseo por las rocas, seguramente el causante es algún animal oculto entre ellas. Cabracho (Scorpaena scrofa) y pez roca (Synanceia horrida) serían los principales candidatos. Otro animal venenoso que habita la arena del fondo marino es la raya, con aguijones afilados en la cola, de los que deja restos en la picadura. Estas picaduras producen heridas irregulares y muy sangrantes. El dolor es inmediato e intenso, y va disminuyendo gradualmente a lo largo de las horas

Por tanto, laceraciones con restos de aguijón sugieren la picadura de una raya, mientras que heridas punzantes limpias pueden indicar una picadura por peces con espinas.

El veneno de la raya es poco potente, aunque en personas sensibles pueden causar desvanecimiento, diarrea, vómitos, espasmos y sudoración extrema. El mayor riesgo en este caso tiene que ver con la infección de la herida, por lo que ha de mantenerse limpia. En ningún caso aplicar un torniquete, cauterizar ni succionar la herida. Y por supuesto, antes de aplicar primeros auxilios, lo más importante es avisar a emergencias.

Pez araña (‘Trachinus draco’). — wrangel/iStock

Cabracho, pez roca y pez araña

Las picaduras de cabracho o pez araña son poco habituales en aguas donde “hacemos pie”; estos animales se suelen esconder a varios metros de profundidad. Este tipo de picaduras se da sobre todo entre buceadores que se sumergen en aguas más profundas para observar fauna. En este caso, el buceador ha de tener máxima precaución, evitar acercarse a estos peces y limitarse a observarlos desde la distancia.

Sin embargo, el bañista aficionado no necesariamente está a salvo de una picadura, y si sucede, es necesario avisar a emergencias cuanto antes. El 112 siempre está a disposición del afectado. Conocer el pez que ha causado la picadura puede ser una información muy valiosa para los miembros del servicio de emergencia. Si es posible fotografiarlo, mejor.

La picadura por pez araña, pez roca o cabracho tiene distintos grados de peligrosidad, según la especie y, sobre todo, según dónde se produzca. Las picaduras en las extremidades suelen ser menos peligrosas que en el torso o en el cuello, a menos que el veneno entre directamente en el sistema circulatorio a través de una vena principal. Afortunadamente, lo habitual es que estas picaduras se produzcan en el pie o en el tobillo, zonas de bajo riesgo.

Cabracho (‘Scorpaena scrofa’). —Ultramarinfoto/iStock

Las toxinas de estos peces pueden provocar hemolisis —destrucción de los glóbulos rojos— y graves daños en la zona de inoculación, generando heridas que tardan mucho en curar. Aunque presentan distintas toxinas, sus picaduras son muy similares, los síntomas parecidos —aunque difieren en gravedad; el cabracho es mucho menos peligroso que el pez roca o el pez araña—, y las medidas a tomar, las mismas.

La picadura inicia con un dolor punzante en la zona de entrada, que irradia rápidamente por toda la extremidad, y puede durar hasta 48 horas. Puede causar inflamación, vómitos, estados febriles, convulsiones y problemas respiratorios. Estos venenos siguen activos a bajas temperaturas, por lo que no se recomienda aplicar hielo —causaría más daño sin resolver el problema—. De emplearse frío, habría de ser extremidad arriba, para contraer los vasos sanguíneos e impedir que el veneno se propague. Por el contrario, las estructuras proteicas del veneno se desnaturalizan a temperaturas elevadas, por lo que puede ayudar a reducir sus efectos introducir el miembro afectado en agua limpia al menos a 45 °C, o lo más caliente que la persona pueda tolerar sin sufrir quemaduras.

En todo caso, al margen de los primeros auxilios, es imprescindible la atención médica, porque las picaduras más graves pueden implicar un gran peligro, e incluso ser letales si no se actúa con rapidez.

Referencias:

  • Auerbach, P. S. et al. 2016. Envenomation by Aquatic Vertebrates. En P. S. Auerbach et al., Auerbach’s Wilderness Medicine (pp. 1721-1743). Mosby Elsevier.
  • Chhatwal, I. et al. 1992. Isolation and characterization of dracotoxin from the venom of the greater weever fish Trachinus draco. Toxicon: Official Journal of the International Society on Toxinology, 30(1), 87-93. DOI: 10.1016/0041-0101(92)90504-x
  • Mariottini, G. et al. 2008. The Mauve Stinger Pelagia noctiluca (Forsskål, 1775). Distribution, Ecology, Toxicity and Epidemiology of Stings. Marine Drugs, 6(3), 496-513. DOI: 10.3390/md6030496
  • Otten, E. J. 2018. Venomous Animal Injuries. En R. M. Walls, Rosen’s emergency medicine: Concepts and clinical practice (9th ed., pp. 698-714). Mosby/Elsevier.

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