Sóng Cí, el primer CSI de la historia: cómo investigaba los crímenes en la China medieval

Fue un personaje carismático e inteligente que de haber vivido a día de hoy tendría pasaporte chino.
Sóng Cí, el primer CSI de la historia

Corría el año 1521 cuando se practicó una autopsia médico-legal. El cadáver pertenecía al papa León X y con su análisis se quería establecer la causa de su muerte, ya que existían sospecha más que fundadas de que había sido envenenado.

Para investigar una muerte dudosa se requiere objetividad, honestidad, minuciosidad y rigor. Sobre estas premisas, apenas catorce años antes del fallecimiento del papa, Antonio Benivieni (1443-1502) había escrito la primera colección de autopsias con interés anatomo-patológico, allí describía el resultado de sus investigaciones en cadáveres para conocer la causa de la muerte.

Benivieni fue el primer médico, al menos que se tenga noticia que solicitó el permiso a los familiares para proceder a la disección de los cuerpos, pero no el primero en establecer cómo había que proceder ante el hallazgo de un cadáver.

Sóng Cí, el primer CSI de la historia. Foto: Istock

La figura del 'coroner'

Tiempo atrás, en la Edad Media, durante el reinado del inglés Ricardo Corazón de León se estableció la figura del “coroner”, un representante de la corona cuya función era investigar las muertes rápidas, no solo los asesinatos o los homicidios, sino también los suicidios y las muertes accidentales.

El objetivo principal de su trabajo no era descubrir el autor, sino dejar constancia por escrito de las circunstancias y las personas implicadas en la misma, a la espera de que un tribunal itinerante se hiciera cargo del estudio más adelante.

La legislación establecía que si el coroner no era avisado y el cadáver se hacía desaparecer o enterrar el municipio cometía un delito que podía ser objeto de multa.

Una de las primeras tareas que tenía que resolver el coroner era averiguar la identidad del fallecido, además tenía la potestad de poder confiscar para la corona cualquier objeto que hubiera causado la muerte, por grande que fuera. Y en el caso que se tratase de un suicidio todos los bienes e inmuebles iban a parar a las arcas reales.

Esta figura, la del coroner, aunque novedosa para la época está muy lejos de poder ser considerada como la del primer CSI de la historia, para conocerla nos tenemos que ir a otro escenario geográfico.

El CSI es un invento chino

La China del siglo XIII era una tierra de contrastes, sus súbditos conocían la imprenta y el papel y cualquiera de ellos, en independencia de su procedencia social, podía llegar a ser ministro si era capaz de aprobar los exámenes. Pero, al mismo tiempo, había criminales que eran fileteados en la “muerte de los mil cortes” (ling chi), una terrible tortura en la que el verdugo producía centenares de heridas en la piel del reo, con la intención de que no amenazaran su vida y de que permaneciera consciente todo el tiempo que fuera posible.

También fue en esa época, hacia 1247, cuando Sóng Cí publicó un libro titulado “Recopilación de Casos de Injusticia Rectificada”, un manual que trataba de instruir a los funcionarios comisionados en la investigación de muertes dudosas.

En aquellos momentos este tipo de funcionarios hacían las veces de juez, investigador policial y médico forense, un puesto de enorme responsabilidad, hasta el punto de que ante la más mínima sospecha de haber errado en el juicio podía ser motivo de castigo.

Entre las múltiples recomendaciones que ofrece Sóng Ci a los funcionarios está no alojarse en una casa en la que los dueños estén emparentados con la víctima o con el acusado para no dar sospecha a favoritismo y antes de examinar el cadáver estudiar las posibles circunstancias que envolvieron al crimen, así como la victimología del fallecido a partir de los alegatos de testigos (directos o indirectos).

Era de obligado cumplimiento, según el libro de Sóng Ci, examinar el cadáver fuese cual fuese su estado (fresco, en avanzado estado de descomposición, hinchado o esqueletonizado) y para ello existían diferentes métodos que se describen en el manual.

Se recomendaba estudiar el cadáver, realizando una descripción y medición del contexto en el que se había producido, prestando una especial atención al escenario y a la posición del cuerpo dentro de él.

Se pedía a los funcionarios que estableciesen lo que se conocía como “límite de muerte”, es decir, el periodo máximo de tiempo dentro del cual si una persona herida fallecía se asumía que era una consecuencia directa por las lesiones sufridas. En tal caso la persona que había cometido las lesiones era condenada por homicidio, en caso contrario, únicamente por un delito de lesiones.

También entomología forense

Así mismo, se exigía que se midieran las heridas en tres dimensiones: anchura, longitud y profundidad, y que fuesen marcadas con tinta roja en las ilustraciones impresas del cuerpo humano que todos los funcionarios forenses debían llevaba consigo. A continuación, se deberían mostrar al resto de los participantes en la investigación y, si estaban de acuerdo, deberían firmar para otorgar categoría de documentos a aquellas ilustraciones. Si en el cadáver había varias lesiones era mandatorio identificar la causante de la muerte.

En el libro también aparecen, aunque de forma muy rudimentaria, algunos conocimientos de entomología forense. Allí se cuenta, por ejemplo, que un investigador, incapaz de saber quién había matado con su hoz a otro de los miembros de la aldea, ordenó que todos presentasen sus hoces y las depositasen bajo el sol. El funcionario observó que las moscas solo acudían a una de ellas, a la que tenía restos de sangre que no eran perceptibles al ojo humano.

En el libro también aparecen algunos conocimientos de entomología forense. Foto: Istock

El erudito chino también concede en su libro enorme importancia al tiempo y a la descomposición del cadáver. Allí se puede leer que, si el tiempo es extremadamente frío, cinco días equivalen a un día de gran calor y la mitad de un mes equivale a tres días o cuatro de calor extremo. En primavera u otoño, cuando el tiempo es sereno, dos o tres días equivalen a un día de verano y ocho o nueve días equivalen a tres o cuatro días estivales.

En definitiva, se trata de una obra rigurosa, un verdadero manual de CSI, a pesar de que en ella no falten elementos supersticiosos que formaban parte del folklore de la época, como por ejemplo la creencia de que un tigre muerde en la cabeza a comienzos de mes, en el estómago a mediados y en las piernas a finales.

Referencias:

  • Castelló A,  Adam Morell A, Francès Bozal F. La entomología como ciencia forense, desde Sung Tz'u a las granjas de cuerpos. Gaceta internacional de ciencias forenses, 2014; 10: 13-28
  • Benecke M. A brief history of forensic entomology. Forensic Sci Int. 2001 Aug 15;120(1-2):2-14

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