Lo que puede caerte encima del cielo, y no es solo agua

Peces, carne, arañas, inmensas trozos de hielo... Desde las alturas pueden caer las cosas más increíbles y, para colmo, en la mayoría de los casos la explicación científica brilla por su ausencia.
Peces del cielo

Para pescar no hace falta irse al mar. En el norte de Honduras, en Centro Poblado La Unión, una comunidad agrícola del departamento de Yoro, una vez al año, entre finales de la primavera y principios del verano, sus habitantes se convierten en pescadores de tierra adentro. Cuando termina la correspondiente tormenta tropical que deja anegados los campos, agarran cubetas y canastas y se dirigen a una barranca determinada, porque saben que la tierra estará cubierta de cientos de pequeños peces plateados.

Este increíble fenómeno sucede desde hace un siglo. Cuenta la historia que todo empezó cuando el sacerdote español José Manuel de Jesús Subirana -que llegó a Honduras en 1855 y donde vivió hasta su muerte en 1864- estuvo rezando durante tres días y tres noches pidiendo a Dios sustento para los más pobres de la zona. Y respondió: una nube oscureció el cielo y llovieron peces. Desde entonces se repite una vez (en ocasiones hasta dos veces) al año siempre en la misma zona, lo que permite a los habitantes de La Unión comer pescado al menos una vez al año. Está prohibido comerciar con ellos y cada familia redistribuye los que 'pesca' entre los suyos: una peculiar manera de revivir el pasaje bíblico del milagro de los panes y los peces.

A veces llegan peces caídos del cielo. Foto: Wikipedia

Aparentemente, esos peces provienen del Atlántico, a unos 72 km de allí. La explicación más habitual que se suele dar a las llamadas 'lluvias de peces' es que los pobres animales llegan con las trombas de agua, pero esta solución no resuelve el enigma: ¿Por qué razón tendrían que caer siempre en el mismo sitio? Y aún más: nadie ha visto 'llover' esos peces. Algo por otra parte lógico pues ¿quién va a estar sentado fuera mientras caen chuzos de punta?

¿Y si esos peces vivieran en corrientes subterráneas y es la inundación provocada por las tormentas lo que les impulsa al exterior? Una explicación atractiva, y muy prometedora, porque en los años 70 un equipo de National Geographic descubrió que esos peces son ciegos. Ahora bien, sobre por qué se produce cada año desde hace un siglo y en la misma época... nadie lo sabe.

Enormes trozos de hielo

¿Y los enormes trozos de hielo que cayeron sobre España durante una semana en enero del año 2000? Se pudieron escuchar las ideas más peregrinas sobre ellos, pero eso no ha impedido que sigan cayendo en las diferentes partes del globo: en marzo de este año, en la ciudad norteamericana de Lula, un trozo de hielo del tamaño de un balón de baloncesto rompió un tejado de uralita de una tienda de neumáticos. Pero en nada parecido a la mole de 18 kilos que cayó en Soria el 27 de enero de 2002 y que produjo un cráter de casi medio metro de profundidad.

En España cayeron enormes trozos del cielo a principios de este siglo. Foto: Wikipedia

Desde hielo formado en las alas de los aviones a los restos de la visita al lavabo de los pasajeros, el análisis de estas bombas de hielo por parte del investigador del CSIC Jesús Martínez-Frías descubrió que estaban estratificadas en capas y llenas de burbujas de aire que contenían gases como amonio y partículas de sílice. Para Martínez-Frías y su equipo estos bloques de hielo tuvieron su origen en procesos similares a los de la formación del granizo. Claro que el trozo soriano se queda en nada si hacemos caso al informe que el médico George Buist remitió a la British Association for the Advancement of Science en 1855: “Una gran masa de hielo cayó cerca de Seringapatam a finales del pasado siglo XVIII; se dice que tenía el tamaño de un elefante y que tardó tres días en fundirse. En 1826 una masa de alrededor una yarda cúbica (0,76 metros cúbicos o 764 kilos) cayó en Khandeish”.

Ranas, carne, marisco y huevos

También pueden caer otras cosas del cielo. Que del cielo lleguen serpientes vivas como en Menphis (EE UU) en 1876 o los 136 pájaros muertos caídos a lo largo de 45 km en el condado de Norfolk, Inglaterra, en 1978, no es moco de pavo. Estos últimos pudieron ser las víctimas de un ventoso frente frío que azotó la región: las autopsias realizadas revelaron que habían muerto por una fuerte hemorragia pulmonar, quizá debido a que los vientos los elevaron a mucha altitud. Una vez muertos, la fuerza del viento los arrastró hasta que la gravedad hizo su efecto y fueron diseminados por el verde campo británico.

En Norfolk llovieron pájaros muertos en 1978. Foto: Wikipedia

El 9 de marzo de 1876 una lluvia de carne cubrió un área de unos 500 metros cuadrados en Louisville (Kentucky). Según los testigos, el cielo estaba despejado y, de repente, empezaron a caer unos extraños copos de nieve. Los que se atrevieron a llevárselos a la boca dijeron que sabían a cordero o venado. Pero Haití ganó a EE UU por la mano: el 5 de mayo en Puerto Príncipe un fuerte viento del esta llevó una gran cantidad de huevos negros a la ciudad. Algunos de ellos eclosionaron y que, según los testigos, eran parecidos a los renacuajos pero perdieron la piel rápidamente. Si estos animales no pudieron ser identificados, sí lo fueron las arañas de 10 cm de tamaño que llovieron en la provincia argentina de salta en abril de 2007, o las ranas que cayeron en la ciudad griega de Nauplia en 18981 o el diluvio de moluscos que cayó en Whitehall, en el condado de Worcester (Inglaterra) en 1881.

En Inglaterra un día llovió marisco del cielo. Foto: Wikipedia

Lluvia sin nubes

¿Y no resulta igual de raro un día de lluvia sin nubes? Eso sucedió el 20 de enero de 1935 en el condado de Oxfordshire, en Inglaterra. Según informó el Meteorological Magazine, durante 10 minutos estuvo lloviznando en la mañana en un día sin nubes y con el Sol brillando en lo alto.

Una de las causas para esta curiosa lluvia es una temperatura extremadamente baja que hace que hasta las más finas gotitas de vapor de agua se convierta en diminutos copos de nieve. Una vez fundidos, caen como si fuera un chirimiri o calabobos. Si esto sucede en las zonas polares acaba apareciendo lo que se llama el polvo de diamante.

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