Ecoansiedad: ¿un primer paso hacia la movilización climática?

En un mundo donde el cambio climático y sus consecuencias están en constante evolución, surge una nueva y compleja realidad emocional: la ecoansiedad. Este fenómeno refleja el peso psicológico que llevamos al contemplar los desafíos ambientales que afectan nuestro planeta y su impacto en nuestras vidas.
Ecoansiedad: ¿un primer paso hacia la movilización climática?

Uno de los mayores desafíos globales es hacer frente a los graves problemas ambientales que amenazan el presente y el futuro de la vida en la Tierra. Cada vez hay más conciencia sobre los efectos perjudiciales que tiene el comportamiento humano en los entornos naturales. Paradójicamente, nuestras acciones no solo comprometen la calidad del medio ambiente, sino que, en última instancia, ponen en peligro la salud de las personas. Debido a la actividad humana, la concentración de varias sustancias contaminantes en la atmósfera y perjudiciales para los seres vivos, ha aumentado significativamente en los últimos años. Ello deriva en el efecto invernadero y el consecuente cambio de los patrones climáticos de la Tierra dando lugar a un aumento de fenómenos meteorológicos extremos que se muestran en forma de olas de calor, intensas nevadas, inundaciones, tornados, huracanes, sequías e incendios forestales. 

El cambio climático es considerado en la actualidad como el mayor reto al que se enfrentan la ciencia y la sociedad y, a pesar de que ha sido a veces conceptualizado como un problema que afecta principalmente a los osos polares, se hace cada vez más evidente que todos estos fenómenos pueden causar, directa o indirectamente, patologías físicas y psicológicas en los seres humanos. Por ejemplo, la salud física de las personas se ve amenazada por las altas temperaturas, la inhalación de partículas contaminantes habituales en el aire que respiramos y la mayor propagación de enfermedades que anteriormente se daban de forma más localizada, como dengue o el paludismo. A ello se une el impacto social derivado de las migraciones forzosas y los conflictos ligados al cambio climático.

Las consecuencias del cambio climático sobre la salud mental son menos obvias que las físicas, aunque ya se cuenta con evidencia científica que apoya la relación entre la crisis climática y la salud mental. Los científicos han demostrado que las fuertes tormentas asociadas al aumento de las temperaturas globales se relacionan con niveles elevados de estrés post-traumático, depresión, ansiedad, y abuso de sustancias, como el alcohol. A lo anterior se suma el estrés derivado del impacto de los desastres naturales en la infraestructura física y social, incluyendo el cierre temporal de centros educativos y de salud, y la disrupción de los sistemas de transporte. Recientemente, los investigadores se han interesado por el estudio de la ansiedad generada por las percepciones que las personas tienen sobre el cambio climático y sus consecuencias, incluso en aquellos que no han sufrido directamente su impacto.

Reflejos de preocupación por un mundo en cambio. Foto: Istock

Ecoansiedad

La ansiedad hace referencia a un estado de agitación, inquietud o zozobra del ánimo, y supone una de las sensaciones más frecuentes del ser humano, siendo ésta una emoción complicada y no placentera. La ansiedad se relaciona con un conjunto de síntomas derivados de una amenaza (real o percibida) hacia la cual hay un alto grado de incertidumbre. En este sentido, la crisis ecológica, incluyendo la crisis climática, puede causar situaciones y sentimientos difíciles de gestionar, como la incertidumbre, la imprevisibilidad y la falta de control sobre la situación, siendo todos ellos ingredientes clásicos en la ansiedad. Por esto, no es sorprendente que la comunidad científica manifieste su interés por el estudio de la ecoansiedad, o la aprehensión y estrés que sufre una persona acerca de la amenaza en la que se encuentran los ecosistemas. La ansiedad ante el cambio climático ha sido la que, dentro del término global de ecoansiedad, ha recibido mayor interés por parte de los investigadores. El término ansiedad ante del cambio climático hace referencia al miedo, la preocupación, frustración, los sentimientos de culpa, de desesperanza, de pérdida, e incluso de melancolía producidos por el cambio climático. Es necesario señalar que la ansiedad en sí misma no tiene por qué ser patológica. Diferenciaríamos así entre la ansiedad adaptativa o funcional, que nos ayuda a movilizarnos hacia la búsqueda de soluciones, y la ansiedad no funcional que, además de acarrear un sufrimiento intenso en las personas, suele conllevar la inacción.

¿En qué niveles de ecoansiedad nos encontramos?

Diferentes investigaciones llevadas a cabo en varios países, entre los que se encuentran España, Estados Unidos, Brasil, Nigeria, Reino Unido, Italia, Alemania, Canadá, Filipinas e India, han demostrado que existe una respuesta emocional negativa ante el cambio climático que se ha visto incrementada en los últimos años y, aun siendo común, en la mayoría de los casos no puede considerarse patológica. No obstante, se han encontrado diferencias grupales, identificándose grupos de población más vulnerables a sufrir niveles altos de ecoansiedad. En general, las personas cuyas vidas están más directamente relacionadas con la tierra, como son los indígenas, o los agricultores y ganaderos, muestran mayores niveles de temor y desesperanza en relación con el cambio climático. A ellos se unen los individuos que tienen menor apoyo social y que son menos resilientes (con una menor capacidad de adaptación a los cambios). A su vez, las mujeres puntúan más alto en ecoansiedad que los hombres, reportando sentirse más nerviosas o angustiadas que ellos ante el cambio climático.

Los niños/as y adolescentes son especialmente sensibles a sufrir ecoansiedad ya que su sentido del tiempo, el lugar y del yo aún se están formando. Así, los problemas ambientales abstractos, como el cambio climático, pueden resultarles abrumadores, desencadenando en ellos frustración, miedo y desesperanza. Los resultados de una investigación llevada a cabo en Reino Unido con niños/as de entre 8 y 16 años mostraron que el 73% de ellos afirma estar preocupado por el estado del planeta, el 19% ha tenido pesadillas en relación al cambio climático y el 41% no confía en que los adultos vayan a tomar medidas eficaces para mitigar la crisis climática.En una investigación reciente llevada a cabo en España, en la que colaboran la Universidad de Zaragoza, la Universidad Pontifica Comillas y la Universidad Autónoma de Madrid, hemos encontrado que el 50% de los casi 1.300 adolescentes (12 y 19 años) entrevistados siente miedo a que algo terrible pueda ocurrir en relación al cambio climático. Además, un 20% de los participantes refirió sentirse nervioso, angustiado o muy tenso al pensar en el cambio climático y estos sentimientos se ven agravados para aquellos que no creen que los políticos vayan a mejorar la crisis climática actual (más del 50% de los entrevistados). 

El 40% de los adolescentes se pregunta por qué no puede manejarse mejor el problema del cambio climático y un 15% de ellos afirma tener dificultades para concentrarse como consecuencia del cambio climático, lo cual podría tener repercusiones en su vida diaria, como por ejemplo en el ámbito académico. Aquellos adolescentes que tienen una conexión emocional con la naturaleza más fuerte tienden a sufrir más ecoansiedad, lo cual concuerda con resultados encontrados en muestras de adultos en las que aquellos que se dedican al estudio del clima y los que se sienten a la naturaleza como parte de su identidad, tienden a sufrir ecoansiedad, llegando incluso a abandonar su profesión.

El cambio climático puede tener un efecto negativo en muchas personas, y no solo físicamente. Foto: IStock

De la inacción a la acción

Aunque el desarrollo tecnológico puede ayudarnos a aliviar el deterioro que nuestras acciones tienen sobre el planeta, no existe una solución puramente técnica para la crisis ecológica actual. Por ello, las estrategias de intervención para hacer frente a los desafíos ambientales deben promover cambios en las actitudes y comportamientos ecológicos personales y colectivos. Una estrategia utilizada por los educadores y psicólogos ambientales para promover conductas a favor de la conservación del medio ambiente ha sido poner énfasis en los perjuicios que las acciones humanas tienen sobre la naturaleza, buscando promover sentimientos negativos, como la indignación por la insuficiente protección del entorno, y la culpabilidad por el legado que estamos dejando a las futuras generaciones. Estos sentimientos negativos y la ecoansiedad derivada de ellos pueden incrementar las acciones a favor del medio ambiente, pero también pueden provocar la reacción opuesta. Así, podemos llegar a sentir que nada de los que hagamos servirá para revertir la crisis climática actual, o que el mensaje que se nos está trasladando es demasiado alarmista, lo cual podría generar niveles no funcionales de ecoansiedad o, en el extremo contrario, apatía frente a la crisis climática.

Existen otras estrategias de promoción de la conducta a favor del medio ambiente que dejan de lado este enfoque más catastrofista y que pueden, a su vez, contribuir a disminuir la ecoansiedad. Una de las estrategias que más fuerza ha cobrado en los últimos años es la promoción de un sentimiento de pertenencia a un grupo social concienciado con la causa climática. Investigaciones recientes señalan que la promoción del comportamiento a favor del medio ambiente a través de las redes sociales y los llamados “influencers” puede ser una buena herramienta para llegar a los grupos poblacionales más jóvenes. Por ejemplo, la participación de jóvenes activistas climáticos (13 y 25 años) en el movimiento Fridays For Future creado por Greta Thunberg está impulsada principalmente por el activismo percibido en el grupo de amigos, la identificación intergrupal con otros que participan en la protección del clima y la norma ambiental personal. Los sentimientos de autoeficacia colectiva (creencia de que juntos podemos llevar a cabo acciones significativas para frenar el cambio climático) derivados de estos movimientos ayudan a disminuir la frustración y desesperanza típicos de la ecoansiedad.

Otra de las herramientas en la lucha contra la crisis ecológica y la ecoansidad consiste en reconectar a las personas con los entornos naturales, ya que el contacto directo con la naturaleza juega un papel relevante en el desarrollo de la conciencia ecológica y la promoción del bienestar personal. Son especialmente importantes las experiencias en la naturaleza durante la infancia, dejando éstas una huella en los niños/as que perdura hasta la adultez. Así, pasar tiempo en lugares naturales se asocia con actitudes ambientales más positivas, mayor conexión emocional con la naturaleza, mayor apreciación de la belleza del entorno, sentimiento de apego hacia el medio natural, conocimiento del entorno y desarrollo de un sentimiento de moralidad hacia los elementos naturales. De ello deriva que, si esperamos que las personas actúen para mitigar las consecuencias negativas del cambio climático, es esencial que conozcan y aprecien los entornos naturales que, en última instancia, estarán ayudando a preservar. Iniciativas como los baños de bosque (paseos en entornos naturales, principalmente boscosos, siendo plenamente conscientes del entorno que nos rodea) y la terapia de aventura en la naturaleza cumplen la doble función de reconducir a la persona a niveles funcionales de ansiedad y, a su vez, incrementar las conductas de protección de la naturaleza. 

La ansiedad climática es un problema del que cada vez hablan más expertos. Foto: Istock

Para ello no bastaría únicamente con conocer el entorno, sino que, además, es necesario que las personas sean conscientes las consecuencias reales de sus acciones a favor del medio ambiente. ¿Qué conlleva que en lugar de ir en coche a trabajar utilice la bicicleta o comparta el coche con mis compañeros de trabajo? Hacer más tangibles las consecuencias positivas que tienen nuestras acciones en la naturaleza aumentará nuestro sentimiento de eficacia y nuestra sensación de control sobre el cambio climático que es, de por sí, un fenómeno incontrolable individualmente. Y esto revertirá directamente en una disminución de la ansiedad ante el cambio climático.

La evidencia científica actual señala que la ecoansiedad por las consecuencias que la crisis climática tiene y tendrá sobre el planeta y la salud de las personas, se extiende en diversos grupos de población. Cuando la frustración, la desesperanza y el nerviosismo asociados a la crisis climática nos paralizan, dificultando nuestra vida diaria, es momento de buscar ayuda profesional. En ella encontraremos herramientas que nos permitan lidiar con la incertidumbre e incontrolabilidad del cambio climático desde un estado de ánimo más sereno. En general, los niveles de ecoansiedad encontrados, tanto en adultos como en niños/as, se sitúan en rangos funcionales que, a pesar de su incomodidad, no requieren de intervención psicológica. Estos niveles moderados de ansiedad ponen de manifiesto la creciente preocupación de las personas por el estado de la naturaleza, por su propio bienestar y por el de las generaciones venideras, y son esenciales para movilizar la acción climática.

Referencias:

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