Permaneció durante siglos en lo alto de una colina del norte de Roma, en la zona conocida como Prima Porta,. Se trata de uno de los jardines más asombrosos del Imperio romano, perennemente florecido e inmune a las heladas, la lluvia o el sol abrasador del verano. El viridarium de Livia, un jardín pintado de factura exquisita, es una obra que mezcla el arte de la pintura con la ilusión de un paisaje vivo. Hoy, sus frescos todavía cautivan por su viveza, su precisión botánica y su atmósfera casi sobrenatural.
¿Qué es un viridarium?
El término viridarium, en el contexto de la antigua Roma, alude a un jardín verde, entendido como un espacio ameno de ocio. Solía contar con plantas, arbustos, flores, árboles frutales, elementos acuáticos como fuentes, pérgolas y espacios de sombra. Era un remanso de naturaleza integrado, a menudo, en la arquitectura, un espacio pensado para el descanso, la contemplación, el disfrute sensorial del verde y las estaciones. Al mismo tiempo, también servía para mostrar el propio estatus, saber y gusto estético. Aunque el término viridarium puede referirse a un jardín físico y real, en muchos casos también se aplica a los jardines pintados, que tienden a reproducir una naturaleza idealizada.
El viridarium de Livia combina ambos conceptos. Por un lado, la villa de Livia contaba con jardines reales, bosquecillos, terrazas porticadas y espacios verdes. Por otro, en el ninfeo subterráneo de la villa se pintó un jardín que, aunque no es real, se siente como tal. Este jardín idealizado, que muestra una gran riqueza de flora y fauna, logra engañar el ojo del espectador haciéndole creer que se encuentra, en verdad, entre arbustos y frutales.

Historia de la villa y descubrimiento de los frescos
La villa de Livia, también llamada villa de Prima Porta, fue propiedad de Livia Drusilla, la esposa del emperador Augusto. Se sitúa a lo largo de la Via Flaminia, un lugar extraurbano, apartado del bullicio de la ciudad y destinado al ocio y el retiro.
Las excavaciones más antiguas datan de 1863-1864, cuando se descubrió, entre otros hallazgos, la famosa estatua de Augusto de Prima Porta, que hoy se encuentra en los Museos Vaticanos. Junto con esa estatua, se identificaron las estructuras subterráneas con los ambientes decorados, entre los que se incluye el jardín pintado.

Los frescos del viridarium
El elemento más singular del ninfeo subterráneo de la villa de Livia son sus pinturas murales. Los frescos se realizaron entre el 40 y el 20 a.C., lo que los convierte en los más antiguos ejemplos de pintura romana de jardín que se conservan.
El espacio tiene planta rectangular, una gran sala hipogea de unos 5,90 × 11,70 metros desprovista de ventanas que solo es accesible a través de una escalera. Las paredes están decoradas con una serie de paneles ininterrumpidos que crean la sensación de hallarse en un verdadero jardín continuo. Las variedades vegetales identificadas son unas 23, mientras que se han contabilizado 69 especies avícolas, todas ellas ejecutadas con una atención minuciosa por el detalle.
El jardín pintado de Livia, además, crea ilusiones efectivas de profundidad y movimiento. Las ramas parecen inclinarse por la acción de viento, mientras que la inclusión de elementos espaciales como cercas y balaustradas sirven para generar un efecto de tridimensionalidad.

Los daños, el rescate y la conservación
Durante la Segunda Guerra Mundial, la sala subterránea de la villa fue dañada. Para evitar la pérdida total de las pinturas, en 1951-1952 se decidió trasladar los paneles fuera del ninfeo. La operación corrió a cargo del Instituto superior para la conservación y la restauración. Desde entonces, las pinturas se encuentran expuestas en el Museo Nacional Romano del Palacio Máximo en Roma. En el sitio de la villa, en Prima Porta, se han colocado reproducciones fieles de esos frescos para que los visitantes puedan hacerse una idea de cómo era el ambiente original.
Significado simbólico, político y estético del viridarium de Livia
Más allá del deleite visual que proporciona, el jardín pintado de Licia también tiene otras importantes valencias culturales. En las representaciones, por ejemplo, aparece con frecuencia el laurel. Según la leyenda ligada a la villa, un águila habría dejado caer en el regazo de Livia una gallina blanca que portaba una ramita de laurel en el pico. Interpretado por los augures como un signo favorable, se habría plantado esa planta de laurel. La leyenda, que reportaron autores como Plinio el Viejo, Suetonio y Dión Casio, vincula el lugar con la autoridad, la victoria y la posteridad de Augusto.
Los laureles en los frescos suelen aparecer en planos intermedios o secundarios, pero no en primer plano. Esto se ha interpretado como una referencia velada a la política augustea: una prudente manifestación de poder, sin gran ostentación, pero con presencia simbólica.
Desde el punto de vista estético, los frescos son admirables por la verosimilitud de los detalles, la composición y el dominio de la perspectiva pictórica. El uso del color, además, consigue generar atmósferas y captar las variaciones sutiles de la luz. El viridarium de Livia es una creación artística que aspira a introducir lo natural dentro del espacio cerrado, oscuro y subterráneo del ninfeo. Así, logra crear un efecto de expansión y apertura que engaña los sentidos.

El jardín hoy
En la actualidad, la villa es un área arqueológica rodeada de naturaleza que puede visitarse. Cuenta con jardines botánicos, terrazas restauradas y algunas estructuras de la antigua villa, como los cuartos privados de Livia y Augusto y algunas zonas con mosaicos y pavimentos de mármol policromado. Se han instalado, además, reproducciones de los frescos en el que fuera su emplazamiento original. El viridarium original puede admirarse en el Palacio Máximo de la capital italiana con las condiciones adecuadas de luz y conservación. Así, este jardín milenario, atrapado para siempre en la viveza de sus colores, sigue floreciendo.
Referencias
- Settis, Salvatore. 2008. La villa di Livia. Le pareti ingannevoli. Roma: Mondadori Electa.