Así nació Bomarzo, el mágico "parque de los monstruos" que mandó construir un noble italiano en el Renacimiento

En Bomarzo, la belleza del Sacro Bosco ofrece un recorrido inolvidable por la historia y la estética del Renacimiento.
Bomarzo
Recreación fantasiosa. Fuente: Midjourney/Erica Couto. El ogro de Bomarzo. Fuente: Livioandronico2013/Wikimedia - Parque de los monstruos de Bomarzo

En pleno corazón de la región de Tuscia, al norte de Roma, se encuentra uno de los jardines más enigmáticos del Renacimiento italiano. Se trata del Sacro Bosco de Bomarzo, conocido popularmente como el “parque de los monstruos”. Concebido en el siglo XVI por el noble Pier Francesco Orsini, este espacio se aparta de los modelos clásicos de la villa renacentista para ofrecer al visitante un recorrido de desconcertante belleza, donde la naturaleza, la historia y la imaginación se funden en un escenario irrepetible. El jardín es, ante todo, una obra de experimentación que combina la geología volcánica de la toba o tufo, la tradición etrusca y la sensibilidad estética de una época marcada por la búsqueda de la maravilla y la extrañeza.

Tuscia: un territorio marcado por la toba y el misterio

La región de Tuscia, donde se sitúa Bomarzo, es un área volcánica delimitada por el río Tíber al este y el mar Tirreno al oeste. Durante el Pleistoceno, los complejos volcánicos de los montes Volsini, Cimini y Sabatini dieron forma a un paisaje de colinas abruptas, mesetas erosionadas y profundos barrancos. El tufo, piedra de origen volcánico, es el material más característico de esta tierra: blando, poroso y erosionable, está muy presente en la vida cotidiana de sus habitantes.

La particular topografía de Tuscia, además, con sus bosques densos y valles oscuros, generó un ambiente propicio para lo arcano y lo enigmático. En este sentido, el Sacro Bosco parece la encarnación del genius loci, el espíritu del lugar que impregna cada rincón de la región. El parque de Bomarzo utiliza esta característica del territorio para crear una atmósfera de maravilla y desconcierto.

Monstruo de piedra
Recreación fantasiosa. Fuente: Midjourney/Erica Couto

Bomarzo y el origen del Sacro Bosco

Bomarzo se alza en un espolón rocoso al pie de los montes Cimini, rodeado de bosques espesos y monumentos etruscos excavados en la roca. El núcleo histórico, dominado por el Palazzo Orsini que diseñó Baldassare Peruzzi, se funde literalmente con la masa de toba que lo sostiene. El pueblo y la roca viven en una simbiosis inseparable. De hecho, las propias viviendas medievales conviven con las antiguas bodegas etruscas horadadas en la piedra.

Fue en este entorno donde Vicino Orsini concibió su Sacro Bosco a mediados del siglo XVI. A diferencia de otros jardines contemporáneos, como la Villa Lante en Bagnaia o la Villa Farnese en Caprarola, organizados con precisión geométrica, el parque de Bomarzo se abre como un espacio sin eje definido.

En él, los visitantes se pierden entre senderos sinuosos y esculturas colosales de figuras mitológicas, elefantes y torres inclinadas talladas directamente en los bloques de tufo. Así, el jardín renuncia de forma deliberada a la claridad espacial del Renacimiento clásico para sumergir al visitante en un paisaje de confusión y maravilla.

Bomarzo
La furia. Fuente: Daderot/Wikimedia

El tufo como protagonista

El Sacro Bosco no podría entenderse sin la presencia de la toba. Las distintas esculturas fueron, en su mayoría, talladas in situ sobre los enormes bloques de roca volcánica que yacían en el valle. Este material, de textura áspera y colores terrosos, no permitía alcanzar la suavidad marmórea de obras como las realizadas por Miguel Ángel. En cambio, otorgaba a las figuras una apariencia rugosa, casi grotesca, que encajaba a la perfección con el carácter monstruoso que se buscaba para el jardín.

En algunos casos, los escultores aprovecharon las formas naturales de la piedra para sugerir rostros, cuerpos o criaturas híbridas, en un ejercicio cercano a la pareidolia artística. El banco heráldico, por ejemplo, combina superficies trabajadas con fragmentos de roca apenas esbozada. Esto genera la sensación de que la naturaleza misma colaboró en la creación de la obra. El resultado funde arte y naturaleza y rompe con la jerarquía tradicional del Renacimiento.

No es casualidad que los artesanos encargados del Sacro Bosco fueran canteros locales, habituados a excavar bodegas, escaleras y otros elementos arquitectónicos de tufo usados por las poblaciones locales. Su trabajo trasladó al jardín el lenguaje vernáculo de la región, vinculando así el proyecto aristocrático con la cultura popular.

Bomarzo
Neptuno. Fuente: Daderot/Wikimedia

La memoria etrusca y la identidad local

El Sacro Bosco también refleja un diálogo con el pasado etrusco de la región de Tuscia. Algunas esculturas reproducen de forma explícita tipologías de tumbas rupestres, como el aedicula inspirado en la Tumba de la Sirena de Sovana o la tumba de fosa. Estas referencias buscaban conectar la obra de Vicino Orsini con una herencia antiquísima que dotaba al parque de un aire de continuidad cultural.

El interés por la cultura etrusca en el siglo XVI estaba muy vivo. Tal interés se vio estimulado por figuras como Annius de Viterbo, fraile dominico que, mediante la falsificación de textos, llegó a situar a los etruscos como descendientes directos de Noé y custodios de la sabiduría universal. Aunque sus teorías carecían de base científica, alimentaron un clima en el que nobles como los Orsini podían reivindicar raíces legendarias para legitimar su linaje y su tierra. En este sentido, el Sacro Bosco también sirvió para afirmar la identidad de Tuscia como territorio singular dentro de Italia.

Bomarzo
El orco. Fuente: Livioandronico2013/Wikimedia

Monstruos, ruinas y juegos del Renacimiento

El parque sorprende por la diversidad de sus esculturas, que incluyen desde el célebre Ogro o Boca del Infierno, que juega a devorar a los visitantes, hasta los elefantes de guerra, las ninfas, los grifos, las esfinges y las falsas ruinas. Muchas de estas figuras se presentan con un tono irónico: las Tres Gracias, por ejemplo, aparecen talladas de manera burda, con cuerpos llenos de irregularidades que contrastan con la delicadeza clásica del motivo. El humor y la parodia son componentes esenciales del jardín, que juega constantemente con las expectativas del visitante. En este sentido, Bomarzo puede interpretarse como un antijardín renacentista.

Bomarzo en el contexto de los jardines renacentistas

Aunque el Sacro Bosco suele describirse como un caso único, existen paralelos en otros proyectos de la región. El Parco degli Orsini en Pitigliano, promovido por un primo de Vicino, también presenta esculturas toscamente talladas en tufo y referencias etruscas. De igual manera, la fuente Papacqua en Soriano nel Cimino, obra del cardenal Cristoforo Madruzzo en 1561, combina figuras de sátiros esculpidos en la roca con inscripciones que imitan el etrusco.

Más que un jardín de monstruos, el Sacro Bosco de Bomarzo es una experiencia total para los sentidos. Su valor radica en haber transformado el paisaje volcánico de Tuscia en una obra de arte total, donde lo popular y lo aristocrático, lo antiguo y lo moderno, lo natural y lo humano conviven en armonía.

Referencias

  • Coty, Katherine. 2021. "‘Nel cuore di tufo’: vernacular architecture and the genius loci of Bomarzo." Studies in the History of Gardens & Designed Landscapes 41.2: 124-140. DOI: https://doi.org/10.1080/14601176.2021.1885855

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